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POLíTICA | 22-08-2020 11:12

Argentina y China: Intimidad de las nuevas relaciones carnales

Por primera vez, es nuestro principal socio comercial. Inversiones millonarias, central nuclear, polémica por la producción de carne de cerdo y viajes espaciales.

Alberto Fernández manotea un pedazo de papel y una lapicera. Escribe poco, apenas diez números, y se lo pasa a su interlocutor, que ni siquiera habla español. “Este es mi celular personal. Llámeme cuando quiera, a cualquier hora, de noche o de día”, dice el Presidente, traductor mediante. El embajador Zou Xiaoli, con cortesía oriental, agradece el gesto y le recuerda que su líder, quizás el político con más poder de todo el planeta, lo espera para recibirlo del otro lado del charco apenas se pueda. Todo es sonrisas, incluso para la foto, a la que se suman Gustavo Beliz, “Wado” De Pedro, Eduardo Valdés y Sabino Vaca Narvaja, otros asistentes de esa importante reunión en la Quinta de Olivos. Este encuentro, en el que se habló de negocios y de pandemia, ocurrió el 17 de marzo: tres días más tarde el mandatario declararía la cuarentena, para la cual la ayuda de China se haría indispensable, y 14 días después, por primera vez en la historia argentina, el gigante asiático se convertiría en su principal socio comercial, lugar que ocupa hasta hoy. Terminaban de tomar forma las nuevas relaciones carnales.

La ascendente relación política y comercial con China sumó a fines de julio un nuevo y polémico capítulo, sobre un posible acuerdo para aumentar la exportación de cerdos, debate que impactó en el Gabinete y enfrentó a Felipe Solá con Juan Cabandié. Ese negocio, que es más que probable que se cierre en la más que posible visita del Presidente a China a fines de año, es apenas la punta del iceberg del estrechísimo vínculo entre ambas naciones: de China depende, por ejemplo, el 85% de la exportación de carne, el 63% del total de las divisias que ingresan por comercio exterior, y el 45% de las reservas del Banco Central. Tan cercana es hoy la relación que China, literalmente, la remontó a la estratósfera: la primera vez que una bandera argentina flameó en el espacio exterior fue en mayo, cuando un satélite que lanzó el gigante asiático la llevó de paseo. Manuel Belgrano jamás se lo hubiera imaginado. Es que nació Argenchina.

Siempre fuimos compañeros

En 2004, después de largas negociaciones, Néstor Kirchner le comunicó al país que “Argentina ha concluido la misión comercial más importante de toda su historia”. Hablaba del acuerdo que acababa de cerrar con China, por el cual la nación que entonces presidía se convertía en “socio estratégico” del gigante asiático, o, en mandarín, en “houoban zhanlüe”. Ese pacto político y comercial, el primero en la larga historia de la relación con China -que comenzó con un misterioso viaje de Isabel Perón y López Rega a Pekín en 1973, diez días antes de que asumiera Héctor Cámpora (ver recuadro)-, materializaba una realidad innegable: para el fin de 2003 las exportaciones argentinas a ese país marcaron un récord de 2.443 millones de dólares, lo que suponía un crecimiento del 400% comparado a diez años atrás. Uno de los cerebros de aquel acuerdo había sido el entonces jefe de Gabinete.

Es que en 2004 Alberto Fernández no sólo aceitó ese vínculo, sino que además se pasó meses haciendo honor a su cintura política: tuvo largas reuniones para convencer al grueso del círculo rojo de que China estaba por invertir 20 mil millones de dólares en Argentina, noticia que se convirtió en uno de los temas centrales de aquel año. El monto no es menor: es casi la mitad de lo que el país le debe hoy al FMI. Aunque ese dinero jamás llegó, anticipó la importancia que el entonces funcionario le daba a China, algo que empezó a concretar una vez que se convirtió en Presidente.

Es que Fernández hizo mucho más que solo dejarle su teléfono personal al embajador chino. En menos de nueve meses intercambió cinco cartas directas con Xi Jinping, el secretario general del Partido Comunista Chino y en la práctica el mandamás de aquel país. Entre esas misivas se destaca la primera, en febrero. En aquel momento el brote del Covid era una realidad que afectaba casi exclusivamente a China, e incluso varias potencias minimizaban el impacto del virus o incluso sugerían alguna malintención de los orientales. El Presidente fue el primer mandatario lationamericano en mandarle su “apoyo” al líder chino, lo que motivó una inusual declaración del embajador Xaoli: “Estoy conmovido”, dijo el asiático en aquel momento. Y el argentino recién estaba poniendo primera.

AlberMao

Desde entonces China despachó más de 35 vuelos en el marco del “Operativo Shangai”, como lo bautizó el gobierno de Axel Kicillof, y tres buques con insumos médicos a Argentina. Solo de los aviones se calculan que llegarán, para cuando se completen todos los viajes, casi seis millones de barbijos, 83 mil antiparras, 700 mil máscaras faciales y 12 millones de pares de guantes descartables, que le saldrá a Argentina casi 60 millones de dólares, un precio menor al que costaría en el mercado y con una celeridad mayor. La pregunta es inevitable: ¿podría el país haber afrontado con éxito la crisis pandémica sin la ayuda de China? Y a ese interrogante se le suma otro, el que atormenta, desde el principio de los tiempos, a los Estados menos desarrollados cuando se relacionan con uno mucho más poderoso: ¿qué pedirán (o exigirán) a cambio?

Para el ministro de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Juan Cabandié, y para muchos ambientalistas, entre ellos el abogado Enrique Viale, esa pregunta ya tiene una primera respuesta: exigirán que Argentina se haga cargo de una producción fenomenal de carne porcina, ya que China ya no puede abastecer a su impresionante mercado interno, de más de 1.400 millones de habitantes, casi el 20% del total de la población mundial. Es que desde 2018 vienen sufriendo un brote de fiebre porcina africana, que mató a más de 250 millones de sus cerdos. En julio, Cancillería emitió un comunicado en el que contaba sobre el posible acuerdo, casi cerrado a esta altura, y agregaba que “la Argentina podría vender hasta 9 millones de toneladas de carne porcina de calidad”.

Esto disparó la alerta de los ambientalistas, que aseguran que tamaña cantidad de chanchos traería riesgos sanitarios, como producir enfermedades o incluso nuevas epidemias, que destruiría al medioambiente y que pondría al país a funcionar como si fuera una fábrica de los asiáticos. “China no hace esto para diversificar sus inversiones, sino porque no puede hacerlo en su país y quiere trasladar sus riesgos. No hay país en el mundo que haya logrado un bienestar socioeconómico apelando a la sobreexplotación. Con 24 millones de hectáreas de soja, con el fracking en Vaca Muerta y con megaminería en la Cordillera tenemos a la mitad de los pibes pobres y esto es lo mismo, es el nuevo 'El Dorado' que nunca termina de llegar”, dice Viale.

A ese bando se sumó también Cabandié, el hombre que fue el artífice del acercamiento entre Alberto y CFK. “Este acuerdo nos pone en alerta, tenemos que evaluarlo bien y con una mirada integral: por ganar algo en el corto plazo podemos traer serios problemas al mediano”, dijo el ministro en una entrevista en Radio Rivadavia. Estas declaraciones enojaron a la Cancillería: “Es un irresponsable, estamos por cerrar un acuerdo que traería 4.000 millones de dólares y trabajo en blanco, y sale a declarar sin saber del tema”, dicen cerca de Solá, donde aclaran que el riesgo ambiental es prácticamente nulo.

Los dichos de Cabandié también molestaron a la embajada argentina en China, que comanda Luis María Krekler y secunda Sabino Vaca Narvaja. Un dato de color que revela la importancia de China para Fernández: Vaca Narvaja, heredero de una familia política y especialista en la cuestión asiática -tiene varios libros sobre el tema e incluso dirigió un seminario en la Universidad de Lanús-, fue el segundo diplomático en abandonar el país, en plena pandemia, para asumir su puesto. El primero había sido Jorge Argüello, el íntimo amigo del Presidente que es hoy embajador en Estados Unidos. Las conclusiones se sacan solas.

La Ruta de la Seda

Uno de los que más saben sobre China es el ex embajador en aquel país durante el gobierno anterior, Diego Guelar, quien fue el artífice del acuerdo de los chanchos. “Tenemos un acceso a su mercado extraordinario, una relación que es muy importante y que deseo que siga creciendo. Hoy China es nuestro principal socio como inversor, como banquero y como mercado comercial”, explica. Guelar da detalles de la importancia de este vínculo: cuenta que cuando llegó a la embajada había nueve frigoríficos argentinos que exportaban carne a China y hoy son 95, y de hecho Argentina se convirtió en el principal proveedor de carne de los asiáticos. También se exportan hacia allí arándanos, cerezas, miel, arvejas, uvas y caballos, y el 8 de agosto llegó el primer cargamento de naranjas a ese país.

Sergio Spadone, que vivió 14 años en Beijing y hoy es uno de los empresarios que dirigen la Cámara Argentino China, coincide: “A Argentina le conviene más un acuerdo con China que con la Unión Europea, somos socios naturales, tenemos mercados que se complementan”. Los zooms que organiza en la cuarentena para el círculo rojo comprueban el interés: en el último, el 4 de agosto, se sumaron casi cien empresarios para analizar el comercio con China.

También hay un avance en inversiones: el Banco ICBC y el Banco de China se instalaron en Argentina, igual que Cofco, la mayor empresa alimenticia china que tiene una importante planta en Rosario y ya se convirtió en el mayor exportador de granos de nuestro país. Además, la petrolera china SINOPEC ya llegó a ser la segunda en su rubro después de YPF, y también está en Jujuy la mayor planta solar del continente, construida por “Power China”. Las dos hidroeléctricas de Santa Cruz también están hechas con inversión china. Una de ellas se llama “Néstor Kirchner”, en honor al acuerdo que cerraron en 2004, y que además denota que la importancia de China no es solo para los gobiernos nacionales, sino que hay varios mandatarios provinciales que dependen del financiamiento y el empleo que genera aquel país.

Quizá la próxima represa que financie China se llame “Cristina Kirchner”: es que durante su gobierno, en 2014, Argentina elevó una categoría más su relación con el gigante asiático y se convirtió en “socio estratégico integral”, que significa, como cuenta el especialista Jorge Malena en el libro “¿Por qué China?”, que la relación bilateral ahora no solo incluye aspectos políticos y económicos sino culturales, deportivos, científicos y militares.

A este último elemento se agregó un proyecto que levantó polémica. Es que en aquel año CFK “alquiló” la consesión, por 50 temporadas, de 200 héctareas en Neuquén, a cambio de una inversión de 300 millones de dólares para construir un observatorio espacial. No hubiera sido tan debatido el asunto si no fuera porque el negocio -a diferencia de todos los mencionados que solo ponen las bases y condiciones macro de esos acuerdos- fue directo entre Argentina y China, y particularmente con las Fuerzas Armadas del país asiático. Eso alimentó las sospechas, aunque los que saben del tema aseguran que es solo un “Observatorio del Espacio Lejano”, que China considera clave para cuando se dé su ambicioso proyecto de llevar al primer humano -obviamente chino- al lado oscuro de la luna, en 2040. De hecho, en “agradecimiento” a este acuerdo, que el gobierno de Alberto ratificó en el Boletín Oficial el 8 de agosto, es que el satélite chino llevó la bandera argentina al espacio.

Pero la historia se repite. Ahora CFK, en su calidad de presidenta del Senado, deberá volver a tener el tema de China entre sus manos. Es que en la sesión del 13 de agosto tenía precisto dar aprobación a la creación de un Centro Cultural Chino, algo que le vendrá bien para ir entrando en calor: en la sesión siguiente se tratará el proyecto para asociar a Argentina al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura de la potencia oriental, su equivalente al Banco Mundial.

Es un tema que el Presidente sigue de cerca: en su más que posible viaje al país asiático en noviembre (ver recuadro) tendrá que terminar de validar ese acuerdo, si es que el Senado lo aprueba. Quizá se lleve de China el teléfono de Xi Jinping, que, parece, es hoy el número más importante que un presidente argentino puede tener en su marcado rápido.

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Juan Luis González

Juan Luis González

Periodista de política.

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