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RESTAURANTES | 01-02-2013 14:58

Pasión popular

“La Dorita”. Tiscornia 1040, Bajo de San Isidro. 4743-8269. Parrilla. Abierto miércoles y jueves desde las 20. Viernes y sábados, mediodía y noche. Domingo mediodía. Reservas. Principales tarjetas. Mesas al aire libre. Precio promedio: $ 100.

¿Quién no conoce “La Dorita”? Desde la apertura de su primer local en Humbolt y Costa Rica, allá por el 2002, se convirtió en una de las parrillas más entrañables de la ciudad y hoy, diez años más tarde, con la apertura de su quinta sucursal, ya se ha convertido en una marca. La fórmula es simple: buena carne, buenos precios y un ambiente popular que recuerda a las viejas cantinas de La Boca. El mismo formato se repite, sin variaciones, en todos sus locales, incluso en el de reciente apertura, en el cotizado Bajo de San Isidro. Lámparas hechas con botellas, banderines y lucecitas de colores, el surrealismo criollo de las fotografías de Marcos López (un melancólico Gardel en camiseta, frente a una parrilla vacía, con una jarra de clericó)… “La Dorita” sabe despertar el espíritu popular que todo porteño que se precie guarda en un rincón del corazón.

Ante todo, “La Dorita” sirve muy buena carne. Tratándose de una parrilla podría parecer una obviedad, pero es notorio cómo ha bajado la calidad de la carne en los restaurantes porteños. La mejor carne se exporta, o se paga cara, y algunas parrillas de lujo incluso han optado por tener ganado propio. El origen de la carne de “La Dorita”, es un “secreto profesional”; pero sus dueños nos asegura que deben afrontar costos muy altos para poder mantener la calidad de la mercadería. Nos quedamos con la duda, pero apreciamos la honestidad y el esfuerzo por honrar el producto.

Como toda cantina, “La Dorita” es ruidosa. Su nuevo local del Bajo no es una excepción, pero su espacio al aire libre es muy amplio, e ideal para disfrutar durante el verano. Lo mejor es ir en grupo y pedir de todo para compartir. Las porciones son generosas y el servicio está bien entrenado para atender rápida y eficientemente a los comensales. Los cortes de carne son los clásicos y llegan a la mesa en fuentes de hierro candente sobre tablas de madera. Las achuras están bien cocidas, la provoleta es crocante, igual que las papas fritas, y las ensaladas, frescas. Otros hits de la casa son el “choricampi” ; los buñuelos de acelga, sequitos y crocantes, perfectos; y el matambre a la pizza, que sorprende por su tamaño y su sobredosis de colesterol, ¡un cuarto kilo de carne con queso derretido encima!, pero que los comensales siguen pidiendo y devorando sin culpa.

Los postres de “La Dorita” también son los clásicos: panqueque de dulce de leche, flan casero, queso y dulce, tiramisú, almendrado, ensaladas de fruta y arroz con leche. Para tomar, seguro un tinto. Puede elegirlo de la cava, bastante surtida, o pedir un pingüino con vino de la casa, y agregarle soda (algunos innovadores dicen que primero se sirve la soda, y después se le agrega el vino, pero puede elegir el camino clásico).

“La Dorita” respeta a su público y mantiene la calidad a pesar de las adversidades. El esfuerzo se nota y los comensales agradecen con su presencia fiel. ¡“La Dorita” merece un club de fans!

por Fernando Vidal Buzzi

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