Nicki Nicole y Yamal (CEDOC)

De trapera a botinera: las fotos de Nicki Nicole y Lamine Yamal

La cantante y el futbolista del Barcelona compartieron en sus redes imágenes en común.

En tiempos donde los romances suelen nacer en la pantalla de un celular y morir con la misma velocidad, la conexión entre Nicki Nicole, la voz rosarina que conquistó la música urbana, y Lamine Yamal, el chico prodigio que con apenas 18 años ya es la estrella del Barcelona, rompió el molde.

Todo empezó en la celebración del decimoctavo cumpleaños de Lamine Yamal, el 13 de julio, cuando Nicki Nicole fue una de las famosas invitadas. Allí, entre artistas como Bizarrap y Duki, se dice que se tejió una sutil complicidad entre ambos. "No se liaron, pero sí hubo mucho tonteo", aseguró el periodista español Javi Hoyos, y añadió que semanas después, el 24 de julio, se los vio en una discoteca junto a besos y una salida juntos a las 4 de la mañana.

 

Lo interesante de esta relación es cómo ambos deciden administrar la intriga. No hay selfies juntos ni comunicados edulcorados. Prefieren la vía indirecta: una camiseta del Barça con el apellido Yamal en la espalda de la cantante, una historia compartida en Instagram jugando Mario Kart, o la coincidencia casi milimétrica de un paisaje de Mónaco que aparece en los perfiles de los dos. Es un lenguaje en clave, dirigido más a quienes saben leer entrelíneas que a quienes esperan confirmaciones explícitas.

Mientras tanto, las redes se convierten en un tablero de ajedrez emocional. El fútbolista sube un story diciendo “Roy siempre gana”; la artista responde minutos después corrigiendo el marcador y adjudicándose la victoria. La intimidad se expone, pero siempre con un filtro de humor y complicidad. Ninguno etiqueta al otro, ninguno se entrega al espectáculo completo: alimentan la curiosidad sin satisfacerla del todo.

Llevan apenas unas semanas de este juego, pero lo suficiente para convertirse en tema de conversación en la prensa deportiva y en las secciones de espectáculos. Ella, con la fuerza de su voz y la autenticidad que la llevó de Rosario al Madison Square Garden. Él, con la serenidad de quien carga en sus botines la expectativa de todo un club. Dos universos diferentes que se encuentran en un mismo idioma: el de la juventud, la exposición y la certeza de que, aunque intenten ocultarlo, la era digital no perdona las coincidencias.

Quizás por eso este romance no se cuenta en un comunicado ni en una portada: se narra en fragmentos, en pistas y en pequeños descuidos voluntarios que los hacen más cercanos. Y, a diferencia de otros vínculos mediáticos, lo que seduce aquí no es la confirmación, sino la historia que se arma con lo que no dicen.

 

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