Donald Trump en Mar A Lago (CEDOC)

La plutocracia avanza

Mar-a-lago ya es el Olimpo del ultra-conservadurismo que quiere reemplazar la democracia liberal por el gobierno de los magnates.

En Teogonía, Hesíodo describe una “edad de oro” que “se perdió”  en la historia, lanzando “a los hombres a una eterna decadencia”. En el millar de versos hexámetros que componen su libro, el poeta de la antigua Grecia aborda la genealogía de los dioses. Entre ellos está Pluto, el hijo de Deméter y Yasión, el dios que reverencian los dos titanes del ultraconservadurismo que ha instalado su Olimpo en Palm Beach: Donald Trump y Elon Musk.

La coincidencia ideológica entre el magnate norteamericano y el mega-millonario sudafricano no se da en el liberalismo. Ni Trump ni Musk ni el ferviente admirador que tienen en Sudamérica, Javier Milei, son liberales. Son ultraconservadores y plutócratas. También coinciden en la negación del cambio climático y el desprecio a la ONU y demás entidades globales en las que están representados los Estados. En la plutocracia que impulsan, los Estados y sus instituciones están por debajo de los magnates

A esta altura de la historia, tan lejana de la antigua polis griega, la plutocracia sería el gobierno de los mega-millonarios, el sistema en el que el “cratos” (poder) está en manos de los magnates cuyas fortunas superan a los PBI de muchos países. Trump y Musk son la encarnación misma de la plutocracia actual, mientras que Milei es un clase media que admira hasta la adoración a los empresarios más poderosos del orbe y ha ingresado al Olimpo de esos dioses de la riqueza en calidad de miembro destacado del club de fans.

El ritual iniciático incluyó el discurso en el que el presidente argentino elogió al hombre más rico del mundo, pero no por su naturaleza emprendedora, su espíritu innovador y su creatividad, que es por lo que Musk merece ser elogiado, sino por el arma ideológica con que se lanzó a la “batalla cultural” de la neo-plutocracia.

La apología que hizo Milei destacó lo que hizo con la red social X y eso fue convertir una plaza pública donde transitaban las distintas visiones ideológicas y posiciones políticas, en un coto de caza donde escuadrones oscurantistas tienden emboscadas a todo lo que no esté alineado con sus posiciones recalcitrantes.

Eso elogiaba Milei justo cuando abandonaban esa plataforma diarios con gran historia y prestigio como La Vanguardia, fundado en Barcelona a fines del siglo 19 y hoy uno de los principales de España y de Europa, y The Guardian, nacido hace dos siglos como The Manchester Guardian y convertido a mediados del siglo 20 en uno de los principales diarios británicos.

Esos gigantes del periodismo con visión socialdemócrata, así como otros medios y figuras respetadas, se alejan de la red social señalando la promoción de visiones racistas y un violento activismo homofóbico, además de linchamientos mediáticos a quienes defienden la democracia liberal desde la centroizquierda y la centroderecha.

Con todo lo que, en materia empresarial y creativa, hay para elogiar en el dueño de Tesla y de SpaceX, el elogio de Milei apuntó al costado oscuro: la batalla cultural de los cruzados ultraconservadores contra todo lo que satanizan como globalismo, cultura woke, hippismo ambientalista y marxismo cultural. Más que al polo del izquierdismo ideológico, también culturalmente autoritario y dogmático, la nueva internacional reaccionaria aborrece a moderados y centristas.

Los verdaderos enemigos de las culturas autoritarias de izquierda y de derecha no son ellas entre sí, sino la centroderecha y la centroizquierda. Es allí donde apuntan sus cañones. Al espacio donde se apoya el Estado de Derecho de la democracia liberal. Porque el derecho de los mega-millonarios a la “libertad” absoluta implica ponerlos por encima de la institucionalidad democrática.

Los liderazgos de figuras como Trump y Bolsonaro, entre otros, explican lo que quiso decir con lúcida ironía Winston Churchill al afirmar que “la principal diferencia entre los humanos y los animales, es que los animales jamás permitirían que los lidere el más estúpido de la manada”.

La cruzada ultraconservadora se revela estrafalaria en las designaciones para el gabinete de Trump. Elegir para la Secretaría de Salud a Robert Kennedy Jr, un anti-vacuna adicto a las más estrambóticas teorías conspirativas, equivale lisa y llanamente a mostrar un obtuso desprecio por la salud pública.

Elegir a Chris Wright como secretario de Energía, siendo un exacerbado negacionista del cambio climático, implica declararle la guerra a la responsabilidad ambiental. Así como implica burlarse de la Justicia designar como fiscal general y secretario de Justicia Matt Gaetz, el congresista que, además de combatir contra las denuncias de corrupción a Trump, mostraba a sus colegas en la cámara baja fotos de sus amantes desnudas y les ocultaba denuncias de abuso sexual con menores.

Una cosa es cuestionar lo que la “corrección política” tiene de cuestionable y otra cosa es ostentar desprecio por el sentido común que debe gravitar sobre una democracia. Eso es una forma de decir que, también en la dimensión de la cosa pública, “el que tiene plata hace lo que quiere” porque supone que los ricos son de naturaleza superior.

Marjorie Post quería crear en Palm Beach la mansión perfecta para que descansen los presidentes norteamericanos y los gobernantes extranjeros que visitaran Estados Unidos. Con esa idea encargó hace un siglo la construcción de Mar-a-Lago. La millonaria filántropa murió en 1973, sin imaginar que doce años más tarde la compraría el millonario de la descomunal egolatría que la convirtió en un Olimpo del poder económico y político.

Con la presencia de su dueño y del hombre que encarna el modelo del mega-millonario que propone reemplazar la democracia liberal por la plutocracia, encabezando un encuentro ultraconservador, Mar-a-Lago terminó de convertirse en lo que quería Marjorie Post. Aunque los dioses del poder del dinero allí reunidos no tienen precisamente perfiles filantrópicos. Son la última camada en la historia de decadencia que mencionó Hesíodo en su monumental Teogonía.

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