En la política brasileña, el rol de primera dama ha sido históricamente discreto y ligado a actividades asistenciales o ceremoniales. Sin embargo, Rosângela “Janja” da Silva, esposa del presidente Luiz Inácio da Silva, ha desafiado ese molde. Desde que Lula asumió su tercer mandato, Janja ha demostrado ser mucho más que una figura protocolar: socióloga, militante histórica del Partido de los Trabajadores (PT) y estratega política, en ocasiones parece operar como una ministra sin cartera, generando un impacto profundo en la dinámica del gobierno y el debate público en brasilero.
Con trayectoria propia
Janja no llegó al centro de la política brasileña solo por su relación con Lula. Afiliada al PT desde 1983, cuando apenas tenía 17 años, su vida estuvo marcada por la militancia política y la lucha social. Formada en sociología por la Universidad Federal de Paraná, trabajó durante casi dos décadas en Itaipú Binacional, una de las mayores hidroeléctricas del mundo, donde lideró proyectos de sostenibilidad y desarrollo social.
Pero es cierto que la relevancia de Janja se amplió durante el período más crítico en la vida de Lula: sus 580 días en prisión tras ser condenado en el marco de la Operación Lava Jato. Durante este tiempo, ella se convirtió en una figura clave para mantener viva la conexión del expresidente con el PT y con la base social del partido. Organizó eventos culturales, articuló redes de apoyo e incluso reavivó símbolos de las campañas de Lula, como la canción Lula Lá. Su militancia no solo fortaleció al partido, sino que la posicionó como una figura política en sí misma.
Influencia en el gobierno
Desde el inicio del nuevo mandato de Lula en 2023, Janja no ha ocultado su intención de “redefinir el rol de primera dama”. En lugar de limitarse a actos ceremoniales, ha buscado incidir directamente en decisiones de gobierno. Fue determinante, por ejemplo, en la designación de Margareth Menezes como ministra de Cultura, una decisión que evidenció su peso político en un gabinete donde ella, oficialmente, no ocupa un cargo (sugieren que usa el presupuesto de esa área para sus propios).
Además, su experiencia en gestión social y su enfoque en temas como la protección ambiental, el bienestar animal y la lucha contra la explotación infantil reflejan una agenda que trasciende la de una primera dama tradicional. En sus propias palabras, busca desempeñar un papel de “articuladora de políticas públicas”, una visión que se alinea con su militancia feminista y su compromiso con la justicia social.
Protagonismo y polémicas
El estilo directo de Janja ha generado repercusiones más allá de las fronteras de Brasil. Durante un panel previo al G20 en Río de Janeiro, su cruce con Elon Musk marcó titulares y encendió críticas. En un contexto donde defendía la regulación de las redes sociales para combatir la desinformación, un comentario irónico hacia Musk —seguido por un insulto: "fuck you Elon Musk"— generó una respuesta inmediata del magnate y tensiones en la diplomacia brasileña.
Este episodio ilustra un dilema recurrente: el protagonismo de Janja, aunque evidencia su autonomía y peso político, a veces eclipsa los esfuerzos de Lula, como ocurrió en la búsqueda de consensos en el G20. Y su presencia durante la cumbre, sentada detrás de Lula y junto al ministro de Economía, Fernando Haddad, fue una muestra tangible de su posición central en el gobierno, incluso sin un cargo oficial: ninguna otra primera dama se sentó en la asamblea de presidentes y ministros, algo que enojó a la oposición, que no encontró justificativos en la alteración del protocolo.
Internas y percepción pública
También dentro del PT, el rol de Janja no ha estado exento de críticas. Algunos miembros del partido perciben su participación como invasiva, mientras que otros señalan que su protagonismo genera incomodidad en sectores acostumbrados a dinámicas de poder más tradicionales. Estas tensiones internas también reflejan un posible sesgo machista, como han señalado allegados a la pareja, quienes defienden que su papel responde a una evolución natural en la dinámica política del partido y de su relación con Lula.
Sin embargo, el impacto de Janja va más allá de las filas del PT. En un país profundamente polarizado, donde la figura de Lula sigue siendo blanco de ataques de la oposición, el protagonismo de su esposa añade una nueva dimensión al debate político. Para algunos, ella representa un soplo de modernidad y una voz feminista en un ámbito históricamente dominado por hombres; para otros, es una figura que amenaza con desdibujar los límites entre apoyo marital y poder político. Y un reflejo de la ambición de Janja, que usa el aparato estatal para buscar y financiar su propia carrera política.
El rol de la primera dama
Janja no es la primera en buscar redefinir el papel de una primera dama, pero su enfoque es inédito en Brasil. Ha dejado claro que no pretende ser una ayudante de su esposo, como lo expresó en contraposición al discurso tradicionalista de Michelle Bolsonaro, quien definió a las esposas como “ayudantes de sus maridos”. En lugar de eso, Janja busca ser una compañera de lucha, una articuladora política con voz propia y una defensora de causas que considera esenciales para el futuro del país.
Su influencia, sin embargo, plantea preguntas clave: ¿hasta qué punto su protagonismo beneficia o perjudica la gestión de Lula? ¿Cómo afecta esta dinámica a la percepción pública de un gobierno que ya enfrenta el desafío de gobernar un país fragmentado? Janja simboliza una transformación del rol de primera dama en Brasil y, potencialmente, en América Latina. Pero al no ocupar cargo alguno, es un claro caso de nepotismo, y cualquier desliz puede ser utilizado por la oposición como arma contra Lula.
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