(***) Hace unos años, la inolvidable China Zorrilla, le indicó a Mercedes Morán, su colega y amiga: "Hacelo como en el living de tu casa, pero más fuerte y sin chocarte los muebles". Este es el génesis de “!Ay, amor divino!”, el espectáculo unipersonal en el que la actriz relata, como si se tratara de un cuento con moraleja de superación, distintos períodos de su vida, hilvanados siempre por el denominador común del amor.
Desde la piadosa pequeña criada en Concarán, un pueblo situado en la provincia de San Luis, hasta su arribo a la gran metrópoli porteña, pasando por el hallazgo de la sexualidad, su encanto con la imagen paterna, las tardes
frente al televisor embelesada por el fanatismo hacia el cantante Johny Tedesco, la ulterior llegada de la maternidad, y el impulso de una carrera actoral que la sitúa entre las grandes intérpretes de su generación.
Calidez y humor están presentes dentro de la propuesta y permiten sentir partícipe al espectador de una existencia que comenzó igual que otras, de manera sencilla, para volverse única, a través de los ribetes insospechados de
los acontecimientos.
Como en toda historia personal, es preciso seleccionar algunos y dejar otros fuera de la narración. Este caleidoscopio de emociones, peca por momentos, sobre todo al comienzo, de la ausencia de personajes pintorescos que todo pago chico tiene y que hubieran beneficiado todavía más el relato, volviéndolo entrañable. De todas formas, Morán tiene talento de sobra para que naveguemos junto a ella en esta aventura y permitirnos compartir risas y emociones.
La dirección, eficazmente guiada por la mano de Claudio Tolcachir, en un espacio imaginado por Gonzalo Córdoba Estévez, cual living con aires orientales, puede verse en la plataforma Teatrix, que está celebrando sus primeros seis años de existencia. Estrenado originalmente cuatro años atrás en el teatro Maipo, es una atractiva posibilidad para volver a disfrutarlo y tratar de vislumbrar cómo una persona construye su propia senda, superando cualquier infortunio.
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