(****) El legendario Carlos Gardel, en un tango que popularizó allá por 1930, hizo el mayor elogio posible a la madre en los versos: “Madre hay una sola/Y aunque un día la olvide/Me enseñó al fin la vida/Que a ese amor hay que volver”. La escritora y dramaturga argentina Diana Raznovich (1945), también autora de “Mater erótica”, “Desconcierto” y “Jardín de otoño”, estrenó la comedia “Casa Matriz” (1993), en una versión memorable con Lidia Catalano y Ana Acosta, como progenitora e hija, respectivamente, dirigidas por Tina Serrano, en la desaparecida sala del Bauen.
Veintisiete años después, Ana vuelve a la obra desde otro personaje y junto a Talía, su retoño.
La trama de la pieza, donde la figura materna se vuelve omnipotente, refiere a la historia de Bárbara, una joven que cumple 30 años y, para celebrarlo, contrata los servicios de la empresa Casa Matriz. Especializada en ofrecer 1.200 tipos de mamás sustitutas con el objetivo de satisfacer los deseos de hijos carentes de afecto, o cualquier otro tipo de necesidad humana.
Por una confusión en la solicitud, aparece una mujer que no brinda el servicio requerido y, ante el reclamo de la clienta, la servidora deberá brindar parte del amplio catálogo de personalidades que domina. Desde la sobre protectora idishe mamele, la sacrificada penitente que limpia cristales, la gélida y distante, hasta la mujer empoderada y moderna.
Comediante de raza, Acosta es un torbellino en escena al que sólo le bastan varios cambios de vestuario para transformarse en las diferentes criaturas imaginadas por la autora. Su hija no le va en zaga y transmite la ansiedad creciente de su personaje con valiosos recursos. Nicolás Pérez Costa dirige con eficacia, esta divertida propuesta cuyo material tiene ritmo ágil y permite reflexionar sobre nuestra idiosincrasia a través de algo tan sanador como la risa.
Vaya al teatro, cumpla con los protocolos de la sala y disfrute ver a estas actrices en vivo, sobre el escenario.
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