Tuesday 22 de July, 2025

MUNDO | 04-07-2025 04:34

La victoria del Tío Trump

El jefe de la Casa Blanca impuso a Israel e Irán un cese del fuego que no querían. El régimen iraní quedó golpeado, pero Netanyahu no consiguió el premio mayor.

Fue su primera victoria en materia de guerras. Una victoria frágil, con más de un talón de Aquiles, pero enteramente suya. Tan suya que posiblemente lo libere del juicio político que podrían aplicarle por haber ordenado una acción militar sin la aprobación del Congreso.

De ser por él y por sus socios fundamentalistas en el gobierno israelí, Benjamín Netanyahu no hubiera detenido la guerra hasta la caída de la teocracia persa o hasta que las destrucciones en Tel Aviv, Haifa, Be’ersheva y otras ciudades, alcance un nivel insoportable para la sociedad israelí.

Aunque haya salido a decir que Irán venció a Israel y le dio una bofetada a Estados Unidos, también el ayatola Jamenei y su régimen fanático habrían continuado la guerra de no ser por el ataque norteamericano. Pero no fue la presunta destrucción de las instalaciones subterráneas que habrían causado las bombas GBU-57 lanzadas por los intimidantes bombarderos furtivos B-2 sobre las instalaciones subterráneas de Natanz y Fordo lo que obligó a Irán a aceptar el cese del fuego.

La destrucción total que describe la Casa Blanca se contradice con lo que se cuchichéa en los pasillos del Pentágono y en ciertos despachos del cuartel general de la CIA en Langley. Pero aún si los daños a las instalaciones de centrifugadoras que incrementan la proporción de isótopos U-235 en el uranio natural hubieran sido devastadores, no fue eso lo que puso a Alí Jamenei contra las cuerdas. En definitiva, lo destruido fue un capital militar futuro y en esta guerra los iraníes no estaban usando armas nucleares. Estaban usando misiles balísticos y los proyectiles Shahed, la versión iraní de los poderosos Nodong norcoreanos.

Ali Jamenei

De tal modo, destruyendo capital bélico futuro (aunque sea un futuro cercano) los bombardeos norteamericanos no afectaron la capacidad de fuego de los iraníes en esta guerra ¿Por qué entonces fueron las bombas “bunkerbuster” lanzadas por esos gigantescos murciélagos que cruzaron el Atlántico para atacar Izfahan, Natanz y Fordo lo que puso contra las cuerdas al régimen chiita? Porque ese bombardeo llevó un mensaje contundente: Trump está dispuesto a entrar en la guerra, por lo tanto, a los arsenales de misiles de largo alcance que están usando contra Israel, tendrán que usarlos también contra el enjambre de bases militares norteamericanas diseminadas por todos los países de la Península Arábiga, con excepción del Líbano, Israel y Yemen.

Si el resultado de la guerra entre Irán e Israel dependía de que Irán dispusiera de muchos más misiles balísticos y de mediano alcance que los proyectiles interceptores de los que dispone Israel, la entrada directa de Estados Unidos en el conflicto obligaría a los iraníes a agotar más velozmente sus municiones porque se le multiplicarían los blancos a atacar. Algo que Irán no estaba en condiciones de sobrellevar.

Una razón similar hizo que Israel aceptara el alto el fuego sin haber logrado su objetivo más preciado: la caída del régimen de los ayatolas. Si Estado Unidos deja de reforzar, desde sus portaaviones y buques lanzamisiles, los proyectiles interceptores del sistema Arrow, que es el que protege a los israelíes de los misiles iraníes de largo alcance, y del sistema Honda de David, el que los protege de los proyectiles de mediano alcance y de los drones, además de suspender el Memorándum de provisión de Armamentos y Municiones que se firmó en el 2018 y rige hasta el 2028, la capacidad defensiva de Israel se vería afectada.

Netanyahu y Trump

Por teléfono y a los gritos, Trump le exigió al premier israelí que se conforme con lo logrado en estos doce días, que no es poco, porque si no los riesgos que afrontaría serían considerables. El jefe de la Casa Blanca tuvo razones para posar de exitoso pacificador y peso pesado del tablero internacional, pavoneándose en la cumbre de la OTAN realizada en La Haya. Joe Biden quiso ponerle límites a Netanyahu y jamás lo consiguió. Ni siquiera suspendiendo temporalmente el suministro de armas y municiones a Israel logró que el turbio líder derechista detuviera las masacres de civiles y dejara ingresar la ayuda humanitaria a la Franja de Gaza.

Trump tampoco lo conseguía. Meses atrás anunció un cese del fuego en Gaza que el primer ministro israelí destruyó de inmediato. Desde entonces, Trump no ocultó su desprecio a Netanyahu, lo que volvió más creíble la amenaza con que le impuso aceptar el cese del fuego y olvidarse de continuar la contienda bélica hasta matar al ayatola Jamenei y derrocar la teocracia medieval.

El presidente norteamericano necesitaba que ésta sea “La Guerra de los Doce Días”, ni uno más. Eso lo mostraría como un “estadista” de protagonismo pacificador, como pretende ser, y quizá hasta lo acercaría al Nobel de la Paz que anhela tanto como su fan argentino Javier Milei anhela el Nobel de Economía del que está a una distancia oceánica.

Netanyahu y Milei

Lo logró. Pero ese logro podría tener fecha de vencimiento debido a que Netanyahu y Jamenei no querían el cese de hostilidades en ese momento. Tuvieron que aceptarlo porque quien gobierna la principal potencia militar del planeta se los impuso de mal modo. Con el cese del fuego, Netanyahu quedó mucho mejor parado que el viejo ayatola chiita. En las acciones sorpresivas con que Israel inició la guerra, consiguió decapitar la cúpula militar y la dirección científica del programa nuclear, además de destruir buen número de instalaciones militares y sitios de desarrollo del programa nuclear.

Su punto débil es el diez por ciento de vulnerabilidad del sistema Arrow de interceptores de misiles balísticos de largo alcance y su sistema David’s Sling, que intercepta proyectiles de alcance medio. Para interceptar el noventa por ciento de los misiles balísticos lanzados desde Irán, Israel consume la cantidad equivalente en proyectiles interceptores. Mientras que el diez por ciento que logra eludir esa defensa antiaérea también le hizo gastar a los israelíes el equivalente en interceptores: los proyectiles antimisiles que fallaron en hacer estallar en vuelo a las bombas iraníes.

Irán estaba perdiendo la guerra, pero con un logro no menor: los cohetes que pudieron perforar las defensas israelíes dejaron postales de destrucción en ciudades israelíes que el mundo jamás había visto, dañando la imagen de invencibilidad de Israel. Esa era una de las razones por la que Netanyahu quería que Trump se involucrara más allá de los bombardeos en Izfahán, Natanz y Fordo. El primer ministro quería acabar con el régimen. Pero no era ese el plan ni la apetencia de Trump. Por eso el jefe de la Casa Blanca estalló contra el líder israelí cuando los bombardeos siguieron al cumplirse la hora señalada para iniciar el cese el fuego, ordenándole de muy mal modo que hiciera regresar los aviones bombarderos que estaban buscando blancos de ataque en el territorio iraní.

Fotogaleria Hombres judíos ultraortodoxos inspeccionan los daños en el lugar de un ataque con misiles iraníes en Bnei Brak, al este de Tel Aviv

En ese momento, y horas antes, cuando eufórico proclamó “Dios bendiga a Israel, Dios bendiga a Irán”, Trump puso en evidencia que no siente ninguna aversión personal hacia la teocracia persa. Es el primer presidente de Estados Unidos desde la toma de la embajada norteamericana de Teherán en 1979, que no detesta a ese régimen fundamentalista.

Carter, Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo, Obama y Biden, igual que el resto de la clase política norteamericana, lo veían y lo ven como un agresivo brote sicótico oscurantista, cuyo fundador, Ruholla Jomeini, llamaba a Estados Unidos “el gran satán” y dictó una fatua ordenando asesinar al escritor Salman Rushdie por la novela Versos Satánicos. Y aún tiene leyes medievales que penan con la horca la homosexualidad, entre otros rasgos brutalmente recalcitrantes. En cambio Trump habla de Irán como un país con un “gran futuro comercial”.

No debiera sorprender. Desde hace tiempo está claro que admira a Vladimir Putin y no simpatiza con ningún gobernante europeo desde que Boris Johnson salió eyectado del 10 de Downing Street. Que se sienta más cómodo con un autócrata que con líderes democráticos explica por qué le da lo mismo que caiga o que siga imperando sobre Irán un puñado de clérigos fanáticos. No obstante en la cumbre de La Haya se vio a Trump de regreso a la OTAN, alianza de la que pretendía sacar a los Estados Unidos. Y si está de regreso es porque Putin bombardeó sus pretendidas treguas y negociaciones de paz en la guerra en Ucrania, del mismo modo que Netanyahu lo había hecho en Gaza.

Gaza

El tema no es que el jefe del Kremlin sea un autócrata que asesina a sus desafiantes y lanza criminales guerras de expansión territorial. El tema es que lo dejó en ridículo cuando él posaba de pacificador en tierras eslavas. Por eso hasta pudo acordar el “acting” de ataque iraní sobre la base norteamericana de Al Ubeid y luego le agradeció al régimen chiita avisar con tiempo que lanzaría unos pocos misiles. Que se trate de una teocracia islamista que se mantiene en el poder por el gigantesco aparato represivo que aplastó masivas protestas con masacres, no es problema para Trump.

Por cierto, los otros socios y aliados de Washington en el Golfo Pérsico son monarquías absolutistas, o sea regímenes retardatarios. Aunque hayan construido ciudades globales ultramodernas, la modernidad está sólo en la arquitectura, abundante en rascacielos con formas que desafían la ley de gravedad, aeropuertos descomunales, las mejores aerolíneas del mundo y autopistas atravesando el desierto. Pero tratar a Irán como si fuera un Estado más, es algo que sólo Trump dejó ver con las palabras que eligió y con su negativa a permitirle a Netanyahu seguir la guerra hasta destruir el régimen teocrático.

Que pasara de bendecir a Israel y a Irán a gritar “estos tipos están locos” y usar frases que suenan rarísimas en los escenarios políticos, como “no estoy contento con Israel”, confirmó que Trump no pertenece al mundo de la política. Eso no lo debilita ante sus bases en la sociedad norteamericana. Al contrario. Pero es posible que los talones de Aquiles del cese del fuego que consiguió acaben exponiendo el flanco débil de su actuación: tener como guía su ego inflamado y priorizar su propio vedetismo protagónico en los escenarios internacionales.

Fotogaleria Un manifestante con la bandera israelí pasa junto a un retrato del primer ministro Benjamin Netanyahu durante una protesta antigubernamental que exige la liberación de los rehenes israelíes cautivos

Las fragilidades del cese el fuego que logró imponer podrían ser la puerta por donde regrese el conflicto. El mejor resultado que se podría obtener sería una versión centroasiática del armisticio que en 1953 puso fin a la Guerra de Corea. Aquel cese de hostilidades nunca se convirtió en un acuerdo de paz. Norcoreanos y surcoreanos siguen técnicamente en guerra, pero el armisticio lleva 72 años de vigencia. ¿Se logrará entre Israel y su archienemigo persa establecer un Paralelo 38 que no vuelva a ser violado?

Parece más fácil imaginar este cese del fuego saltando por los aires. Sería en el momento en que el Mossad y las FDI tengan en la mira un blanco que permita dar un golpe demoledor al régimen enemigo. O cuando el poderío militar iraní se haya recuperado de los durísimos golpes recibidos y tenga los arsenales de misiles balísticos mucho más colmados que como los encontró esta guerra.

En el caso de Irán existe una posibilidad más peligrosa: que obtenga misiles nucleares listos para ser disparados. Se los podría proveer Corea del Norte, el país que ayudó a Teherán a construir los drones Shahed. También podría comprárselos al presidente paquistaní Asif Alí Zardari, corrupto viudo de Benazir Butho cuyos negociados le arruinaron los dos gobiernos a su asesinada esposa. Producir sus propias armas nucleares es indispensable para ser una potencia nuclear, pero para realizar un ataque atómico alcanza con obtenerlas como sea.

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Claudio Fantini

Claudio Fantini

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