En una calle desierta de los suburbios de Moscú, dentro de su automóvil particular, hallaron el cadáver de Román Vladimirovich Stavoroit con una bala en la cabeza. En la mayoría de los países del mundo, que quien fue un poderoso ministro se suicide poco después de haber sido echado del gobierno, podría parecer relativamente normal. Pero si quién firmó el despido del ministro suicidado es Vladimir Putin, entonces las hipótesis sobre esa muerte se multiplican. También crecen los interrogantes, igual que hace tres años, cuando en su departamento aparecieron muertos el poderoso banquero Vladislav Avayev, junto a su esposa y su hija menor, aparentemente asesinadas por él antes de suicidarse.
Nadie pudo responder por qué haría algo semejante ese rico empresario de las cercanías del presidente ruso. Las muertes de Starovit y de Avayev se sumaron a una larga lista de allegados al presidente que saltaron desde rascacielos o se ahorcaron en el living de sus mansiones. Una lista que muchos guardan en el mismo cajón de la enumera las muertes por envenenamiento del ex espía Alexander Litvinenko y de tantos otros, así como el paro cardiaco de Alexei Navalni y la caída del avión de Yevgueny Prigozhin.

No son las únicas muertes en el cementerio que se extiende a la sombra de Putin. En estas últimas semanas, creció el número de tumbas. Bombardear masivamente Kiev, Kharkiv y otros grandes centros urbanos, con el exclusivo objetivo de matar civiles y destruir viviendas, fue una de sus señales personales que intensificó en las últimas semanas Vladimir Putin.
Otra de las tantas medidas que muestran la personalidad y percepción del mundo del presidente ruso, fue el reconocimiento oficial al régimen demencial que impera en Afganistán. En la misma línea está la nueva adquisición masiva de soldados norcoreanos, que irán a matar y a morir en Ucrania por el proyecto de expansión territorial que impulsa a sangre y fuego el jefe del Kremlin.
El primer lote de tropas norcoreanas fue de unos diez mil soldados y el nuevo lote será más del doble. Kim Jong Un ha empezado a manejar su ejército como el mercenario Yevgueny Prigozhin manejaba el Grupo Wagner. Al fin de cuentas, aunque comparten un odio visceral a las potencias de Occidente y el manejo criminal del poder, no hay razones geopolíticas ni ideológicas que expliquen mejor que el dinero y los negocios la colaboración del dictador norcoreano con su colega ruso.

También es mejor cobrarle sumas suculentas, porque el jefe del Kremlin ya ha mostrado un nivel de deslealtad que entra en terreno de la traición. Bien lo saben los iraníes, cuyo canciller, Abbas Araghchi, viajó a Moscú en plena guerra con Israel para conseguir helicópteros MI-28, aviones bombarderos SU-35 y baterías antiaéreas S-400. Pero Putin no les dio absolutamente nada.
Irán esperaba que el líder ruso le retribuyera los centenares de drones Shahed que le envió para su guerra en Ucrania. Sin embargo, Putin prefirió no dar a Israel ninguna razón para que comience a enviar a Zelenski los armamentos que el presidente ucraniano lleva tiempo solicitando al gobierno israelí.
Si no hay miles de muertes de civiles en las ciudades ucranianas masivamente bombardeadas por Rusia, es porque en Ucrania las alarmas suenan, los ciudadanos cuentan con refugios cercanos a sus casas y los sistemas de interceptores de misiles en vuelo logran contener parte de esos ataques. Nada de eso tienen los civiles gazatíes, que son masacrados por las inclementes bombas de Benjamín Netanyahu, a las que los entrega la abyecta estrategia de Hamás para criminalizar a Israel.

Netanyahu y Hamás son corresponsables del extermino de civiles en la Franja de Gaza, mientras que Vladimir Putin es entera y exclusivamente responsable por las muertes que el ejército ruso están causando entre los civiles de Ucrania. Más allá de los desaciertos que la OTAN tuvo en su expansión sin planificación, el responsable del conflicto que lleva tres años es el presidente ruso, su visión geopolítica y su concepción del poder.
Donald Trump adoptó, como muchos ultraconservadores y también populistas de izquierda, el relato ruso sobre las causas de esta guerra. Hasta ahora, Trump siempre responsabilizó a Zelenski y justificó la invasión rusa. Recién cuando Putin rechazó su plan de cese del fuego, el magnate neoyorquino empezó comprender la naturaleza del líder ruso. Y los masivos bombardeos de las últimas semanas lo llevaron a decir su primer frase acertada sobre Putin: “sólo quiere seguir matando gente”.

El jefe del Kremlin también es totalmente responsable de haber convertido a Rusia en el primer Estado que reconoce oficialmente al gobierno afgano que devastó los derechos de la mujere, además de reimponer las brutales leyes medievales que había impuesto el primer régimen talibán, liderado por el mullah Mohamad Omar.
Trump y Joe Biden tienen una parte de la responsabilidad por la tragedia que vive la mujer afgana y muchos hombres afganos que prefieren un sistema de leyes moderno y racional, en lugar de uno que está anclado en la versión más recalcitrante del Islam, agravada por el Código Pashtunwalí, sistema de la etnia pashtún de costumbres y conductas también opuestas a la equidad de géneros y a las libertades públicas e individuales.

Trump cometió el error de acordar con los talibanes la retirada de las fuerzas estadounidenses que mantenían un sector de Afganistán liberado del oscurantismo talibán. Y Biden cometió el error de haber cumplido lo acordado, implementando una retirada que dejó para la historia postales vergonzosas, como las de los aviones norteamericanos despegando con afganos colgados de las alas y el tren de aterrizaje.
También Xi Jinping es cómplice de la muerte del sentido común en Afganistán, por las millonarias inversiones que hace en ese país centroasiático para quedarse con la explotación de minerales y petróleo. Pero, tanto los negocios que hace China como los graves errores de Trump y Biden, no justifican el paso que dio Putin. Peor aún teniendo en cuenta que estos talibanes son la versión actualizada de los mujahidines que mataron a miles de soldados soviéticos, a los que combatieron ferozmente tras la imposición en 1978 de un gobierno manejado desde Moscú por la llamada Revolución de Saur.



















Comentarios