En dos años en el poder, cumplidos hoy, Javier Milei ratificó la vieja fórmula de pan y circo impuesta por los antiguos emperadores romanos para entretener a la plebe. En su caso, es cierto, poco pan y mucho circo. Porque al altisonante estilo del Presidente, a sus peleas diarias, a los recitales en el Movistar Arena y a los shows de su tropa en el Congreso y otros ámbitos -es decir, el circo- se contrapone una economía que muestra números consolidados en lo macro con las banderas del superávit fiscal y la inflación bajo control, pero que en lo micro sigue sin arrancar y muestra un desempleo en alza y una recesión que no llega a su fin: la parte del poco pan.
Si se mira el vaso medio lleno, las elecciones de octubre significaron un espaldarazo plebiscitario para un gobernante que venía exhibiendo signos de agotamiento y escándalos de corrupción como los de las coimas en Discapacidad y la estafa de la criptomoneda $Libra. Si se observa el vaso medio vacío, en cambio, los 40 puntos que obtuvo en los comicios de medio término son casi 15 menos que los que lo consagraron Presidente.
Lo mismo pasa en el plano económico. Mientras el Gobierno sigue anunciando una economía que “vuela” o que sube “como pedo de buzo”, el largo estancamiento del consumo y la volatilidad del dólar que cada tanto retorna muestran un escenario bastante más complejo: tanto, que el ministro Luis Caputo ya recurrió a dos salvatajes internacionales, primero con el FMI y luego con el Tesoro de los Estados Unidos, y aún así las reservas del Banco Central siguen flacas y las dudas del mercado sobre el plan económico persisten.
Dos años es mucho y a la vez poco tiempo para juzgar a un gobierno y sus logros. Los dos que viene marcarán si el experimento Milei fue apenas un fracaso más o el comienzo de un proyecto de país duradero.














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