Trump, la guerra y la paz
Prometer el fin de las actuales conflagraciones y no involucrar a Washington en ningún otro conflicto le redituó en votos pero, así planteado, podría alentar más belicismo expansionista.
Cicerón fue un precursor del humanismo y del pacifismo. Creía en la “audiumenta hominum” (colaboración entre los hombres) por lo que detestaba el militarismo, se oponía a que los centuriones saqueen las ciudades vencidas y les exigía clemencia frente a todos los que la derrota dejaba sin el amparo de las leyes. Pero no todo lo que enseñó el gran filósofo y jurista romano en materia de guerra y paz fue acertado.
Su convicción de que “siempre la mala paz será mejor que la mejor de las guerras” fue desmentida por muchos capítulos trágicos de la historia. Hoy el autor de De Legibus, las Filípicas y De Oficcis no se atrevería, por ejemplo, a considerar que sirvió para algo “la paz” que firmaron Chamberlain y Daladier con Hitler entregándole los Sudetes. Al contrario, lo que hizo el nefasto Pacto de Münich fue animar al Führer a devorar el resto de Checoslovaquia y después avanzar hacia Polonia y luego al resto de Europa.
La historia está plagada de malos acuerdos de paz que sólo sirvieron para hacer correr ríos de sangre. En eso debió pensar el “ciceroniano” Donald Trump antes de lanzar promesas pacificadoras que podrían alentar guerras o insuflarlas, en lugar de evitarlas o ponerles fin. No haber negado categóricamente la versión de que podría sacar a Estados Unidos de la OTAN difícilmente ahuyente los peligros de guerras que sobrevuelan Europa. Al contrario, inflama las ínfulas expansionistas de Vladimir Putin; del mismo modo que la reiterada promesa de no involucrar a la potencia occidental en ningún conflicto bélico mientras él esté en la Casa Blanca, puede actuar como una luz verde para que China invada a Taiwán.
La idea de que los gobiernos demócratas tienen una suerte de adicción bélica hizo su aporte a la victoria sobre Kamala Harris. Esa idea, convertida en propaganda y machacada en medios y en redes, tiene que ver con las dos guerras mundiales en las que entraron los gobiernos de Woodrow Wilson y Franklin Roosevelt respectivamente, y con la guerra de Vietnam que desató Lindon Johnson y a la que puso fin el republicano Richard Nixon.
Sin embargo, Ronald Reagan financió a los contras nicaragüenses y lanzó la invasión de Grenada. A su vez, George Herbert Walker Bush invadió Panamá y lanzó la Operación Tormenta del Desierto que sacó a Saddam Hussein de Kuwait, mientras que su hijo George W. invadió Irak y Afganistán, iniciando guerras que supuraron más guerras. Ergo, no es exacto afirmar que los demócratas hacen la guerra y los republicanos, la paz. De todos modos, al magnate neoyorquino le dio resultado, aunque cuando habla de pacificar el mundo parece no incluir conflictos como la sanguinaria guerra entre las fuerzas paramilitares comandadas por Hamdan Dagalo y el ejército sudanés que responde presidente de facto Abdelfata al Burkhan, que está arrasando a Sudán.
Pero el mayor interrogante es qué hará para poner fin a las guerras en Europa y Medio Oriente, además de impedir la que pende como una espada de Damocles sobre Taiwán. En ese punto, la promesa de una Casa Blanca pacífica puede desatar infiernos. Xi Jinping llegó al poder prometiendo anexionar Taiwán. Si el líder chino se convence de que, efectivamente, Trump no va a involucrarse en ninguna guerra mientras ocupe el Despacho Oval, se tentará con invadir Taiwán durante ese mandato.
Lo único que ha impedido al gigante asiático lanzarse sobre la isla es la posibilidad de chocar con Estados Unidos. Por eso si está claro que, mientras Trump sea presidente, Washington no atacará a China por esa isla, Xi sabe que tiene cuatro años para cumplir con la anunciada invasión sin afrontar mayores riesgos. Por cierto, sería magnífico que pueda poner fin a la guerra entre Rusia y Ucrania, sentando a Putin y a Zelenski a negociar. Pero el único final del conflicto que él insinúa es la capitulación de Ucrania y la victoria de los invasores rusos. Eso no es lograr la paz.
La única forma de evitar que el jefe del Kremlin acreciente el mapa de Rusia a costa de Ucrania, es fortaleciendo la resistencia del país invadido para que pueda recuperar la ofensiva y debilitar al invasor. Lo que Trump dijo que hará es lo contrario: cortará el suministro de armas y municiones a Ucrania, obligándola a negociar el final del conflicto entregando Crimea y el Donbás, sino mucho más.
Cortar la ayuda militar a Kiev acortará la guerra, pero no impondrá una pacificación justa. Trump premiará al invasor y castigará al invadido, porque dejará a los ucranianos sin posibilidad de seguir combatiendo para recuperar los territorios ocupados por los rusos. ¿De verdad cree que de ese modo logrará una paz que haga a Europa y al mundo lugares más seguros? Si corta los suministros a Ucrania y saca a Estados Unidos de la OTAN, alentará al jefe del Kremlin a seguir avanzando sobre Europa con sus guerras de conquista.
Lo probable es que, premiando una agresión expansionista, se estimulen nuevas guerras de expansión territorial. Si Trump garantiza la no intervención norteamericana ¿por qué Putin se abstendría de avanzar sobre Moldavia y Lituania? Respecto al Medio Oriente ¿cuál es su plan para poner fin al eterno conflicto? ¿Convencerá a sauditas y demás países y organizaciones que no reconocen a Israel de firmar los Pactos de Abraham y garantizar la seguridad de los israelíes y la desaparición de Hamas, Hezbolá y demás enemigos manejados desde Irán?
El otro gran interrogante sobre el cual Trump no ha dado pistas: ¿su plan incluye convencer a Netanyahu de aceptar la “solución de dos estados” para que exista un Estado palestino en Gaza y Cisjordania? ¿Presionará al gobierno israelí para que retire de Cisjordania los asentamientos de colonos? Hamas, Hezbolá y demás proxis iraníes deben desaparecer, y la Franja de Gaza y Cisjordania deben ser territorios viables para la existencia de un Estado.
¿Tiene Trump una fórmula para avanzar hacia una paz con justicia territorial para los palestinos?