Soledad (CEDOC)

Soledad y salud: cómo afecta al cuerpo y a la mente

Casi un 20 por ciento de la población se siente sola. Esto afecta a la salud física y mental. Los adolescentes, en peligro.

Desde la Edad de Piedra hasta la era de las máquinas inteligentes, la soledad es un sentimiento que desafía continuamente a los seres humanos. Expresada en diferentes culturas y medios artísticos, es la esencia de la existencia de la ingenua Amélie Poulain, la rechazada Macabea en “La hora de la estrella”, el náufrago Chuck Noland, interpretado por Tom Hanks, y el multimillonario Bruce Wayne, quien se transforma en Batman.

Sin embargo, la sensación de aislamiento, incluso rodeado de gente, se ha convertido en un problema de salud pública. Como demuestran investigaciones recientes, la soledad puede enfermar a los seres humanos, literalmente. La Comisión de Conexión Social de la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de dar la voz de alarma. En un informe publicado recientemente, la organización revela que casi el 20 % de la población mundial considera que vive en soledad.

Este amplio grupo es más vulnerable a una serie de riesgos, que van desde infartos y accidentes cerebrovasculares hasta alcoholismo e ideas suicidas. Cada año, más de 870.000 muertes están relacionadas con este problema en todo el mundo. Una paradoja para una era en la que la humanidad nunca ha estado tan conectada, al menos virtualmente.

El grupo de la OMS se formó hace dos años, un período en el que gran parte de la sociedad ya había reanudado el contacto físico, previamente restringido durante los momentos más críticos de la pandemia de Covid-19. Concluyó que, si bien la nueva crisis no implica un virus, también es una epidemia. La encuesta ofrece una instantánea de un contexto complejo, marcado por patrones culturales, presiones sociales y un cambio tecnológico acelerado. Y, debido a sus repercusiones en el bienestar físico y mental, este escenario exige una acción inmediata que va mucho más allá de las iniciativas individuales.

"Se estima que la soledad está ligada a 100 muertes cada hora, es decir, más de 871.000 muertes anuales. Las conexiones sociales fuertes pueden llevar a una mejor salud y una vida más larga", afirma el informe.

“La desconexión es una grave amenaza para la salud mundial, que contribuye a un mayor riesgo de enfermedad y muerte prematura, así como a costos sociales y económicos”, afirma el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en el prólogo del documento. “Las rápidas transformaciones demográficas y tecnológicas están transformando la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos”.

Paradojas. Parece, como mínimo, contradictorio que las personas se sientan más solas en medio de la facilidad de conexión actual. Después de todo, se puede contactar con todos con un clic prácticamente en cualquier momento. Y la situación se vuelve aún más alarmante cuando se toma en cuenta que, según el informe, los jóvenes de 13 a 19 años son los más afectados por el aislamiento.

Hay un conjunto de factores que conducen al aumento de la soledad a medida que avanza el siglo XXI, desde la apreciación de un estilo de vida más independiente e individualista hasta los cambios en los hábitos familiares; por ejemplo, cada vez menos padres e hijos ven la televisión juntos. Además del robo de celulares, otro factor que explica este fenómeno es la pérdida de la empatía y la paciencia que nutren cualquier relación.

“Existe una amplia gama de conexiones, pero las personas no pueden tolerar la frustración y la incomodidad en las relaciones con los demás”, afirma el psiquiatra Thiago Antonelli-Salgado.

Sin embargo, la interacción cara a cara es tan esencial como la comida y el agua. "Las relaciones superficiales son como un refrigerio: satisfacen el deseo de conectar, pero no satisfacen nuestra necesidad humana de interacción social", añade el especialista.

No es de extrañar que diferentes ramas de la ciencia estén explorando las causas y los efectos de la soledad. En este sentido, los expertos se esfuerzan por distinguir la soledad del aislamiento social. Mientras que la primera se refiere a un estado subjetivo de desconexión, incluso de las personas cercanas, el segundo se relaciona con la falta de contacto con otras personas e incluso puede medirse objetivamente.

Además, hay que tener en cuenta que no toda ausencia de compañía es perjudicial. Los expertos valoran la noción de soledad: tiempo a solas para descubrirse a uno mismo. "Es un estado que podemos elegir y que puede ser profundamente reparador", afirma el psiquiatra Brendan Kelly, profesor del Trinity College de Dublín (Irlanda).

El informe de la OMS muestra que la sensación de soledad afecta a personas de todas las edades, especialmente a jóvenes y a quienes viven en países de ingreso bajo y mediano. Entre el 17 % y el 21 % de las personas entre 13 y 29 años han declarado sentirse solas, con las tasas más altas entre los adolescentes. En torno al 24 % de las personas de países de ingreso bajo declararon sentirse solas, el doble que en los países de ingreso alto (alrededor del 11 %).

"Incluso en un mundo conectado digitalmente, muchos jóvenes se sienten solos. A medida que la tecnología remodela nuestras vidas, debemos asegurarnos de que fortalezca —no debilite— la conexión humana. Nuestro informe muestra que la conexión social debe integrarse en todas las políticas, desde el acceso digital hasta la salud, la educación y el empleo", puntualiza Chido Mpemba, Copresidenta de la Comisión de la OMS sobre Conexión Social y asesora del Presidente de la Unión Africana.

Si bien los datos sobre el aislamiento social son más escasos, se estima que afecta hasta 1 de cada 3 adultos mayores y 1 de cada 4 adolescentes. Algunos grupos, como las personas con discapacidad, los refugiados o migrantes, las personas LGBTQ+, y los grupos indígenas y las minorías étnicas, pueden verse discriminados o enfrentarse a obstáculos adicionales que dificultan la conexión social.

Consecuencias. El problema es que muchas personas no eligen estar solas. Están en esta situación debido a una combinación de factores. Y esto puede ser aún más dramático para las personas adultas mayores que, en Occidente, pueden llegar a vivir solas en más de un tercio de los casos. Un estudio de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, revela que las personas mayores que se sienten solas tienen un 40 % más de riesgo de morir en un período de cuatro años. En un contexto de aislamiento social, esta tasa se dispara a un 75 %. Sí, estas son consecuencias a corto y mediano plazo.

Este resultado está relacionado con una serie de eventos, tanto psicológicos como fisiológicos. Por un lado, el estrés de la soledad activa la producción de sustancias perjudiciales para el organismo. La OMS describe este proceso como algo que "se infiltra en la piel" y "se arraiga biológicamente", hasta el punto de interrumpir el flujo sanguíneo en las arterias y el corazón. "Como consecuencia, se incrementa la presión arterial, aumenta la formación de coágulos y hay mayor predisposición a tener arritmias", afirma el cardiólogo Álvaro Avezum. Y existe la otra cara de la moneda: quienes viven solos se sienten menos motivados para cuidarse. Estas personas tienden a dormir menos, fumar más, consumir alcohol, comer mal, hacer menos ejercicio y no seguir los tratamientos.

Las repercusiones se extienden al aprendizaje y al empleo. Los adolescentes que se sienten solos tienen un 22 % más de probabilidades de obtener notas o calificaciones bajas. Los adultos que están solos pueden tener más dificultades para encontrar o mantener un empleo y puede que su sueldo sea inferior con el paso del tiempo. A nivel comunitario, la soledad socava la cohesión social. Las comunidades con fuertes lazos sociales tienden a ser más seguras, saludables y resilientes.

Salud Pública. Dado que se trata de un problema de salud pública, existe un movimiento creciente en países como Japón, Alemania y Australia para desarrollar iniciativas comunitarias que frenen el síndrome de aislamiento.

El Reino Unido incluso estableció un "Ministerio de la Soledad" centrado en comprender las necesidades de esta población que sufre. Su último informe, de enero de este año, señala que promover la accesibilidad es crucial para reducir las barreras que aíslan a las personas con discapacidades físicas, por ejemplo.

Combatir el estigma y los prejuicios contra las minorías es otra iniciativa frecuentemente defendida. Entre las medidas prescritas por la OMS se encuentran la inclusión de la interacción social en los currículos escolares, el desarrollo de estructuras de integración intergeneracional e incluso el apoyo de compañeros no humanos, como las mascotas.

 

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