Julián Serrano cerró su cuenta de X luego de un mensaje autorreferencial sobre Liam Payne que no le gustó a sus seguidores. (Cedoc)

Acoso digital: fuga de famosos en las redes

Las figuras que huyen de las redes sociales por el bullying de los haters. El caso de Julián Serrano y los antecedentes de "Tini" Stoessel, María Becerra y La Joaqui.

A  las celebridades del mundo del espectáculo la vida parece sonreírles desde que amanecen hasta que se acuestan. O al menos eso es lo que quieren mostrar en sus redes sociales. Se los ve exitosos, espontáneos, divertidos, disfrutando la vida, con millones de admiradores que aclaman su persona y por supuesto, mostrando todo el tiempo sus logros personales y laborales. Claro que las formulas a veces son diferentes, están los que se muestran antihéroes, los indiferentes, los empáticos, los divertidos y los inalcanzables. Pero en algo coinciden todos: en la vulnerabilidad ante el desprecio o la agresión. Y ante una respuesta que no esté a la altura de lo esperado, la angustia los atrapa.

Influencers en baja

En el último tiempo, muchos fueron los famosos que abandonaron las redes sociales por no tener el cien por ciento de imagen positiva, claudicando frente a agresiones anónimas, correcciones u opiniones diferentes. Así fue el caso del influencer argentino Julián Serrano, quien la semana pasada, tras la muerte del ex integrante de One Direction, Liam Payne, realizó un posteo autorreferencial en su cuenta de X, que causó la ira de varios de sus 2,3 millones de seguidores. Su tributo decía: “Yo no puedo creer que se muera mi favorito de 1D, con mi misma edad, en mi país y en el día de mi cumpleaños. Que en paz descanse”. Minutos antes había comunicado un contundente: “Feliz cumple a mí”. Una combinación textual que cibernautas entendieron como egocéntrica, inoportuna e irrespetuosa, que rápidamente se lo hicieron saber con una catarata de insultos e improperios.



A las pocas horas, el cantante y actor volvió a escribir para dar a conocer su decisión de abandonar la aplicación de Elon Musk frente a hostilidad de su público y cupándolos de su angustia: “Lo lograron. Finalmente ganaron. Destrozaron a alguien. Alguien que no merecía el odio. Alguien que no hacía nada más que ayudar a las personas. Alguien que amó con todo su corazón. Me voy de X”. Ya sin él, la plataforma continúo con su habitual programación de millones de mensajes yendo y viniendo al unísono sin ningún control ni manual de ética.



Pero esta actitud de fallar en un mensaje o de no gustarle a todo el mundo con lo realizado no es propio del frágil Serrano, sino una conducta generalizada de muchas estrellas del mundo del arte que, frente al rechazo, entran en crisis. Consultado sobre este tema, el psicoanalista y miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Psicoanalítica Argentina, Jorge E. Catelli, explica: “La figura del difamador existió siempre, ese que injuria y agrede. Lo que hoy sería un 'hater' (odiador). Lo que sucede es que este tipo de personas encontraron en las redes sociales un territorio de violencia simbólica pero de efecto real. Sabiendo que a partir de un comentario negativo, despliegan un enorme sufrimiento en el otro. Antes, la dimensión de la fama y el poder que manejaban las grandes figuras del espectáculo eran inaccesibles para estas personas. Hoy las redes sociales acercaron a las partes”.

Generación de cristal

Claro que este no es un fenómeno matemático y tiene relación directa con la vulnerabilidad o dureza de cada individuo. Un ejemplo de esto es el segmento de cantantes argentinas que todo el tiempo se está exponiendo con diferentes respuestas. Muestra de ello es la fragilidad ante la agresión que maneja Martina Stoessel, quien en varias entrevistas confesó el gran daño que le hacen cuando hablan de su cuerpo y del mal ejemplo que les da a sus fans, mientras que a Lali Espósito el mismo nivel de virulencia la potencia en su personalidad y creatividad.

Sobre este punto, Catelli reflexiona: “Frente a cualquier agresión queda expuesto el abanico de características subjetivas de cada persona y su constitución física. Esto varía en cada uno y dependerá de los recursos psíquicos que tenga para enfrentarse a eso que dolió o molestó. Los tres grandes sufrimientos de la humanidad, según Sigmund Freud, son la decrepitud del propio cuerpo, los fenómenos naturales y el vínculo con los otros; por lo tanto, la expectativa de ser aceptados por los otros en la violencia cotidiana y rivalidad tiene variaciones en cada persona”.



Quienes no pudieron tolerar el nivel de agresión en pleno ascenso de su persona en el negocio de la música -con ataques misóginos y discriminatorios sobre sus orígenes humildes- fueron La Joaqui y María Becerra. Mientras la cantante de RKT por motivos postraumáticos decidió abandonar momentáneamente sus redes sociales a mediados de 2023, con el fin de preservar su salud psíquica, "La nena de Argentina" hizo lo mismo hace unos meses cuando escribió en su cuenta de X: “Me voy de esta red social. He luchado mucho con mi salud mental en esta gira por Europa, se siente horrible todo esto, experimenté desde el llanto hasta ataques de ansiedad y pánico”. A su vez, agregó que su cuenta de Instagram pasaba a ser manejada por una comunity manager que le hacía de filtro ante tanta agresión recibida.



Oriana Sabatini también hizo su descargo en su cuenta de X en el 2019 ante los reiterados mensajes negativos que afectaban su tranquilidad. Sus seguidores no le perdonaban que ponga su carrera en segundo plano frente al éxito de su pareja, el futbolista Paulo Dybala, y se lo hacían saber a diario. A modo de refugio. ella explicó: “No necesito mala energía en este momento de mi vida”. Y cerró su cuenta. Cabe destacar que la plataforma X, anteriormente llamada Twitter, es la más permeable a las provocaciones, ya que las exigencias de usuarios reales son casi nulas, por lo que cualquier persona puede crearse una cuenta anónima y desde allí dar su opinión por más violenta que fuera.

Órbita internacional

La angustia que generan las redes es una tendencia mundial. Muchas fueron las celebridades internacionales que también padecieron el ciber bullying con una repercusión negativa en su ánimo y salud. En Estados Unidos y Europa a esta reacción de autoprotección llamándose a un silencio virtual se la llama “Social Detox” o “Digital Detox”, que no es otra cosa que ausentarse por tiempo prolongado de la conectividad e inmediatez que exigen los medios de comunicación. Uno de los actores que sufrió esta endemia fue Tom Holland, quien en el 2022 reveló a través de un video en Instagram que ponía una pausa en las redes debido a que “quedaba atrapado en espirales de obsesión al leer cosas sobre sí mismo en línea, lo cual perjudicaba su salud mental”.

Para ello, el Marvel más joven eliminó todo tipo de aplicación social de su smartphone. Otras celebridades interestelares que cayeron en centrífugas depresiones obsesivas sobre su aceptación o rechazo en el universo virtual fueron las aclamadas Selena Gomez, Ariana Grande, Taylor Swift y Millie Bobby Brown. Y si bien su trabajo les exige una exposición diaria, la solución fue tercerizar los posteos en sus cuentas de Instagram, TikTok y X.

Una de las mayores problemáticas en las que se encuentran quienes se vuelven adictos a las redes es que entran en laberintos de egocentrismo sin salida, buscando todo el tiempo saber lo que dicen de ellos, perdiendo así la noción de la espacialidad, donde la virtualidad se apodera de la realidad. Aunque parezca difícil de creer por la magnitud de las personalidades mencionadas, Adele, Ed Sheeran, Harry Styles y Justin Bieber reconocieron que fueron víctimas de la simbiosis que generaron con sus seguidores, hasta el punto de pensar todo el tiempo en qué hacer o mostrar para captar su atención y elogios. Una vez descifrado el origen de su angustia, decidieron finalizar sus intervenciones en las redes, con la convicción de tercerizar sus publicaciones en agentes de prensa y publicistas.

Sobre esta dependencia virtual, Catelli asegura: “Las personas sin querer entramos en una nueva dimensión donde la vida no transcurre solamente por los actos cotidianos, sino que está desdoblada en una segunda dimensión virtual que algunos sujetos la tienen potenciada por la gran cantidad de seguidores que tienen. Entonces se levantan y lo primero que hacen es sacarle una foto al café que está tomando para que se vea en su otra espacialidad. Su vida íntima la convierten en pública. Y esta 'extimidad', como se llama en psicoanálisis a la combinación de lo externo y lo íntimo, muestra que uno le da poder a cualquiera sobre sí mismo, que en muchos habilita inconscientemente la violencia. Y cuando la persona descubre cómo es controlado por un otro al que desconoce, se asusta y desaparece”.

El reconocimiento del otro es todo lo que los famosos desean. Donde importa más el parecer que el ser. La búsqueda deliberada de likes, la cantidad de seguidores para mostrar popularidad y el objetivo de viralizar todos los contenidos son los que los motivan esta dependencia. Catelli concluye: “Los seres humanos nos constituimos como tales necesitando la asistencia de otro. Y ese otro no es solamente el que nos salva de inanición, sino que nos constituye con su reconocimiento simbólico. Esto se desplaza a lo largo de nuestras vidas, primero con nuestros padres, luego con los maestros, la pareja, los colegas y ahora con los seguidores, no importa si son conocidos o desconocidos, pero sí que nos reconozcan con respuesta positiva”.

 

 

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