La nostalgia venció al progresismo: cómo Trump regresó a la Casa Blanca
Una nación profundamente polarizada, donde las divisiones sociales y políticas continúan marcando el rumbo.
Donald Trump ha vuelto a ganar la presidencia de Estados Unidos en una elección donde el miedo y la nostalgia por el pasado superaron a la promesa de una nación progresista. Los votantes estadounidenses, a sabiendas de sus escándalos legales y su historial de mentiras y xenofobia, optaron por darle una segunda oportunidad a un hombre que, hace cuatro años, intentó subvertir los resultados electorales y fue directamente vinculado con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
A nivel mundial, la victoria de Trump ha sido recibida con asombro e inquietud. Kamala Harris, la primera mujer afrodescendiente y asiática en la historia en llegar a la vicepresidencia, se perfilaba como la opción de moderación. Sin embargo, la campaña de Trump, plagada de insultos y populismo, resonó entre quienes añoran una América menos woke, y ven en él un líder que, según dicen, "habla como ellos piensan".
Quienes insisten en que el regreso de Trump simboliza un golpe al sistema de valores que, hasta hace poco, se consideraba el núcleo de la democracia estadounidense, no vieron al interior del país que hoy se tiñó de rojo. Tras la derrota en 2020, los republicanos despidieron a Trump con carteles de "Fin de la pesadilla" y "Trump ha terminado". Sin embargo, fue un error pensar que el magnate desaparecería de la arena política. El expresidente, conocido por su habilidad para convertir cada obstáculo en una oportunidad, sobrevivió a su segundo juicio político y demostró que el Partido Republicano sigue siendo su arena.
Pese al traspié en las elecciones de medio término de 2022 y una campaña inicial aparentemente débil, Trump supo apelar al miedo y a la ansiedad económica de gran parte de la clase trabajadora. Su retórica apuntó a dividir, apelando a la inseguridad de aquellos que temen perder estatus o ver amenazada su forma de vida. Este temor ha superado cualquier noción de unidad nacional que propuso Harris en su intento de continuar la agenda de su antecesor, Joe Biden. Probablemente porque el estilo demócrata progresista tampoco incluye a todos.
En contraposición, Trump se mostró como la imagen de un héroe que sigue "luchando" Incluso tras un intento de asesinato que casi le cuesta la vida durante un mitin. Esto resonó entre sus seguidores como un símbolo de resistencia, una especie de mártir en su lucha contra el "sistema". Y la narrativa cultural y racial que impulsó Trump, no solo permaneció intacta sino que se amplificó, apelando a temas como la inmigración, los derechos LGBTQ+ y el sentimiento de pérdida de privilegios entre algunos sectores de la población blanca. Trump alimentó una campaña de miedo al "otro" que una vez más resultó efectiva.
La decisión de Harris de no alejarse de los ideales progresistas fue aprovechada por Trump, quien la calificó de radical y ajena a los "valores tradicionales". Con la ayuda de multimillonarios como Elon Musk, que contribuyeron a su maquinaria de propaganda y redes sociales, Trump logró no solo volver a ganar la presidencia sino también reavivar las divisiones y miedos que parecían haber quedado atrás. Ahora, Estados Unidos se enfrenta a un futuro incierto, con instituciones y normas que posiblemente serán puestas a prueba en una administración que promete ser aún más disruptiva que la anterior.
Estados Unidos ha demostrado que el miedo, la nostalgia y la desconfianza pueden ser herramientas poderosas para inclinar el rumbo de una nación. Un recordatorio de que la democracia, lejos de ser un valor inamovible, es un terreno en constante disputa. Y la crisis de representatividad de los partidos y políticos tradicionales es innegable.
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