Un trabajador observa una máquina agrícola que vierte soja en un camión en la granja Nativa, en el Núcleo Rural Buriti Vermelho, en Brasilia, Brasil. (Xinhua/Lucio Tavora)

La amenaza de otra sequía

Con precios agrícolas a la baja y drenaje de divisas por normalización de importaciones y turismo, el cepo continúa.

Antes de su carrera presidencial, Javier Milei siempre sostuvo que el mejor ministro de Economía que el país había tenido era Domingo Cavallo. El creador de la convertibilidad señala, ahora desde el rol de generador de “fuego amigo” alabó el ajuste fiscal, pero advirtió que no era suficiente para encontrar un nuevo punto de equilibrio macroeconómico con punto de arranque de un proceso de desarrollo sostenido. Básicamente, que la inflación, luego de la súbita caída entre el primer y el segundo trimestre del año, está en una franja de entre 3% y 4% mensual difícil de perforar, cuando todavía hay reajustes tarifarios y los precios relativos no terminan de reacomodarse. Es lo que conoce de primera mano porque la consultora de su hijo Alberto, PriceStats, viene anunciando desde hace tiempo: para llegar a la convergencia buscada de precios-tasa de interés-tasa de devaluación mensual, el camino podría ser tan largo que se agotará antes de tiempo.

Razones. La carrera contra el tiempo para que la economía encuentre ese punto a partir del cual se apalancaría el ralentizado rebote de la actividad económica requiere una serie de reformas estructurales que para ser sostenibles deberían acordarse para lograr un consenso diferente que la motosierra inicial. Según el informe económico del IAE, el valor del dólar de septiembre de este año está 6,4% por debajo del promedio real de 2023. No hay que investigar demasiado para constatar que el tipo de cambio es sustancialmente más bajo que en el convulsionado noviembre del año pasado. Un clásico argentino: dada las características de “reserva de valor” del billete norteamericano inaugurada hace casi medio siglo (con el Rodrigazo de 1975) cualquier expectativa de cambio se traduce en una suba astronómica del dólar “blue”. 

El serrucho con que la economía transitó el estancamiento desde hace al menos doce años (2012) consiste en alzas y bajas del PBI protagonizado por alternaciones de la actividad económica, las reservas del Banco Central, la aceleración o desaceleración de la inflación y las oscilaciones en la cantidad de personas por debajo del umbral de la pobreza. El promedio se acerca peligrosamente a 0 con lo que el crecimiento vegetativo de la población (alrededor del 1% anual) es casi la caída anual del PBI por habitante en estos últimos años. La urgencia no es buena consejera a la hora de tomar decisiones de política económica y también allí es que el precio del dólar libre fue incorporando elementos de expectativas (sobre todo de expansión monetaria y devaluación) y riesgo. Esta es la primera razón que, alejado el fantasma de la hiperinflación que sobrevolaba la escena nacional a fin del año pasado el súper dólar se debilitara y con ello todo lo que camuflaba, empezando por las ineficiencias globales de la economía que se salvaban con una renta por la licuación de parte de los costos.

El especialista Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, sostiene que el tipo de cambio está mostrando una estabilidad en un nivel bajo de apreciación del peso. “Yo creo que surge como consecuencia de varios factores, pero, en primer lugar, obviamente, de que es un mercado intervenido”, agrega. A su juicio, el Gobierno tratará de sostener este esquema ayudado por la cantidad de dólares que viene ingresando por más liquidaciones del agro y el blanqueo. “Tendremos una recuperación muy heterogénea y allí pesará la diferencia de productividad: habrá sectores que se van a acomodar a las exigencias de productividad y otros que quedarán muy golpeados, además de un tipo de cambio en términos históricos con una apreciación del peso”, proyecta.

Ocurrió con el sector exportador número uno (hasta el presente), el agro, que con precios internacionales relativamente altos (una soja que, a fin de 2023, por ejemplo, rozaba los US$520 la tonelada), podía absorber las retenciones y la brecha cambiaria (25% a fin de diciembre pasado) con los demás costos aún rezagados. Pero el ajuste no se hizo espera y la recuperación del tipo de cambio oficial (+20%) no alcanzó para compensar el alza de combustibles, costos salariales, impuestos y, sobre todo, la caída de los precios agrícolas internacionales. La soja no pasaba de los US$380 para noviembre próximo, lo que equivale a una baja del 27% con respecto a los valores del año pasado. Y, finalmente, el clima mostró nuevamente el factor azar.

"El que viene será un año de valores bastante ajustados, casi para cambiar la plata y además un tiempo más normalizado en las variables financieras y macroeconómicas, que quitan al sector oportunidades para mejorar los números de la actividad productiva y comercial con alguna herramienta financiera”, explica el economista Dante Romano, profesor e investigador de la Escuela de Agronegocios de la Universidad Austral, en Rosario. La relativamente buena producción en esta campaña de los competidores directos no ayudó a sostener los buenos precios del año pasado y la falta de humedad está retrasando la siembra con lo que podría afectarse la producción de la próxima.

El economista Martín Calveira, del IAE, sostiene que, en realidad, la variable que actualmente determina la balanza comercial positiva es la caída persistente de las importaciones. “Esto plantea que esta dinámica del sector externo no se deriva de una situación sostenible, más aún si finalmente se reactiva la actividad”, agrega. Las proyecciones promedio de mercado informadas en el relevamiento REM del Banco Central proyectan un saldo comercial positivo para este año de alrededor de US$18.200 millones, resultante de un nivel de exportaciones en torno a U$S 77.700 millones e importaciones por US$59.500 millones. En el comparativo respecto a 2023, las exportaciones subirían 16% y las importaciones se contraerían 19%. Un cuadro provisorio, porque si la reactivación produce efectos duraderos, la demanda de insumos importados apalancaría la demanda de dólares que ya se amplió por dos fuentes: la normalización en el pago de importaciones y el balance turístico.

Termómetro viajero. Según un reciente informe del IERAL, en el primer semestre del año el turismo emisivo demandó US$3.900 millones y el saldo de la balanza turística fue negativo:  -US$1.400 millones. “A partir del examen de tendencias, es posible prever que en el año la demanda de dólares por turismo emisivo se acercará a US$7.500 millones y el saldo podría ubicarse en torno a una salida neta por US$ 2.700 millones”, agrega.

Para Esteban Domecq, presidente de la consultora Invecq, lo preocupante no son tanto estos números sino la tendencia que va tomando desde el tercer trimestre. Al respecto apunta que mientras que en el primer trimestre se fueron, en promedio, US$480 millones por mes, desde abril dicho número saltó a US$720 millones; es decir, creció un 50%. Por su parte, los ingresos evidenciaron un comportamiento opuesto, aunque menos marcado: los ingresos mensuales fueron US$240 millones en el primer trimestre y US$195 millones en el período abril-agosto (-18,8%). “Si bien hay varios factores que pueden estar incidiendo en lo anterior, resulta evidente que hay una clara relación entre la balanza turística y el tipo de cambio: un dólar alto en términos reales puede favorecer la entrada de extranjeros y disminuir la salida de locales y lo contrario ocurre con un tipo de cambio bajo”, concluye. Claro: los números parecen respaldar esta interpretación: el dólar “turista” era un 30% más elevado en primer trimestre que en abril-agosto, con una diferencia aún mayor si tomamos “punta a punta” los ocho primeros meses del año: 54% enero vs. agosto.

Las proyecciones parecen respaldar que un “service” en el programa económico es inevitable para corregir estos desequilibrios crecientes, pero, como no podría ser de otra manera, las decisiones se enfrentan a dilemas claros. Bajar más la inflación y poder recomponer ingresos; y también mejorar la ecuación del comercio exterior, pero sin alterar las expectativas de devaluación. Mientras tanto, el equipo económico ausculta la marcha del blanqueo, por ahora en línea con sus expectativas, pero deberá alentar a que los depositantes obligados de dólares voten con su bolsillo cuánto confían en que el plan tendrá algún éxito.

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