Todo indica que el final del tercer trimestre de este año terminará con indicadores negativos en muchas áreas: la inflación habrá pasado holgadamente el 200% interanual, el último dato del indicador de actividad económica arrojó -1,3% (julio 2024) con una proyección de caída del PBI de entre 2,5 y 3% sobre los ya bajos niveles anteriores, los salarios reales todavía no alcanzaron los picos de 2015 y 2017 y la pobreza alcanzó en el primer semestre del año un nivel récord (52,9% de las personas y 42,5% de los hogares). Pero en medio de este escenario devastado, un dato no se vio afectado de la misma manera por esta tormenta casi perfecta en la que entró la economía argentina de los últimos años: el nivel de empleo.
Las razones. La desocupación está medida oficialmente por el INDEC a través de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Su última cifra es la correspondiente al segundo trimestre de este año arrojó 7,6% para la desocupación abierta, contra 7,7% del primer trimestre del año y 6,2% del mismo período de 2023. Es decir, no se produjo la temida estampida en una variable tan sensible como el desempleo. Para el economista Rafael Rofman, investigador principal de CIPPEC, la explicación radica en que, en el corto plazo, desde hace un tiempo el mercado ajusta por precio y no por cantidades. “Hace unos años, este comportamiento era diferente pero el nivel de empleo no cambia tanto porque la inflación ayuda a ajustar más rápido el salario real.
Por su parte, Jorge Colina, economista y presidente de IDESA, “esta caída del costo laboral real “es lo que permite mantener el personal aun cuando la actividad económica esté estancada, pero si vamos hacia un escenario de inflación muy baja, se corre el riesgo de que caiga el empleo formal si no se modernizan la legislación laboral”, concluye.
Además, destaca un rasgo clave en la modificación de la estructura del empleo argentina. Según las estadísticas oficiales, sólo el 5% de los (poco) nuevos empleos creados en los últimos 10 años corresponden a puestos de trabajo formales. ¿El resto? Básicamente cuentapropismo, informal o registrado (70%), y empleo público (25%), sobre todo a nivel provincial. Un estudio reciente de IDESA señala que, en una perspectiva histórica el nivel de desempleo actual no es alto ya que, tomando los últimos 20 años, la tasa de desempleo promedio fue de 8,5%. Según el INDEC, en la última década (2014–2024), la fuerza laboral en Argentina creció en 3,2 millones de personas y de ellas, 92% consiguió empleo y 8% se registras como desempleadas. Estos datos evidencian que los problemas del mercado laboral no se terminan traduciendo tanto en la falta total de empleo (desocupación) como en un deterioro en la calidad de los empleos. “En los últimos 10 años, apenas 1 de cada 20 personas que se incorporó al mercado laboral lo hizo en relación de dependencia registrada en una empresa privada. O sea, el empleo registrado en empresas privadas prácticamente no creció, manteniéndose en el orden de los 6 millones de trabajadores que representan menos de un tercio del total de los ocupados”, apunta Colina.
Una modalidad creciente fue la del monotributo, que muchas veces camufla una relación laboral encubierta. Existen registrados 5 millones de monotributistas, de los cuales 2,8 millones tienen al monotributo como empleo principal. Según datos de la Secretaría de Trabajo, desde 2014 a la actualidad, la cantidad de personas que se registró en el monotributo como principal fuente de ingreso laboral aumentó en un millón de personas escalando luego a la cantidad actual. “Esto sugiere que mucha gente trabaja en condiciones asimilables al empleo en relación de dependencia, eludiendo la normativa laboral, a través de encuadrar el vínculo bajo la figura del monotributo”, concluye el economista, que además atribuye que las empresas no aumenten el empleo asalariado registrado al estancamiento económico y malas regulaciones laborales. En su óptica, los cambios incorporados en la Ley Bases corrigieron algunos desvíos –como la multiplicación de la indemnización por despido– pero dejaron pendientes temas sustanciales.
También desembocó en la decisión del Gobierno de reglamentar la Ley Bases en su artículo de la reforma y flexibilización de las condiciones de empleo, sobre todo en lo que hace a diferentes tipos de vinculación contractual, modalidades de desvinculación y la ruptura del supuesto de que toda actividad realizada conlleva una vinculación onerosa de carácter laboral. Es probable que exista un tiempo prudente de estudio de parte de sindicatos y empleadores antes que se produzcan efectos tangibles y que terminen afectando las estadísticas de empleo registrado.
El futuro. Si medimos contra noviembre de 2023, el poder adquisitivo de los salarios medidos por el indicador RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables) cayó un 5%, con una remuneración de casi $995.000 brutos, que en términos reales casi igualan los que había en 2006 pero que está 15% abajo del nivel de inicio del gobierno de Alberto Fernández y 34% de la línea de largada del de Mauricio Macri. Mucho más que una década perdida
Para la mejora del salario real en forma sostenida, lo que se precisa, básicamente, es que la economía pueda crecer por sobre la cantidad de personas que cada año se incorporan al mercado del trabajo y así aumentar la demanda de empleo. El exministro de Economía y director de la consultora Empiria Hernán Lacunza, estima que, si la tasa de aumento demográfico es del 1% anual, el PBI debería crecer al menos 2% cada año para poder empujar levemente el salario ya que, por cada punto porcentual de crecimiento, la demanda de trabajo crece 0,5%.
En este sentido, Rofman es categórico: “Argentina necesita ser más productivo y todavía no lo está haciendo. Sobre todo, tiene que mantener y aumentar el nivel de productividad, cosa que no viene ocurriendo desde hace dos décadas. Como resultado, se fue convirtiendo en una sociedad menos rica y la natural puja distributiva es para no perder, no para ver quién gana más”.
De una manera u otra, el desafío para que los salarios retomen la senda de crecimiento en un marco de formalización del empleo no es mágico y cruza por aumentar sustancialmente la productividad media de la economía, para lo cual se debería aumentar sustancialmente la tasa de inversión pública (infraestructura, por ejemplo) y privada. Para lograrlo el foco estará puesto en la creatividad y la innovación mediante una ingeniería de acuerdos y cambios será vital, pero es la única forma en que un súbito golpe inflacionario se termine fagocitando cualquier avance. Otro dilema de la economía que viene.
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