Saturday 24 de May, 2025

SOCIEDAD | 30-04-2025 17:46

El Vaticano después de Francisco: la danza de la sucesión

El nuevo Papa podría seguir el legado de Francisco, que nombró a la mayoría de los cardenales que votan. Los candidatos.

La muerte de Jorge Bergoglio, ocurrida el pasado 21 de abril en Roma, conmocionó no solo al mundo católico, sino también a la política internacional. El Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, el reformista que quiso llevar a la Iglesia a las periferias, dejó vacante el trono de San Pedro tras más de una década de papado. Hoy, mientras su legado empieza a ser objeto de disputa, 134 cardenales se preparan para encerrarse en la Capilla Sixtina y elegir a su sucesor en un cónclave que promete ser tan decisivo como impredecible.

Será el 7 de mayo cuando, bajo estrictas reglas de confidencialidad, los purpurados menores de 80 años, todos designados durante los últimos tres pontificados, pero con un sesgo mayoritariamente bergogliano, comenzarán la elección del 267° Papa. Allí, en medio de ritos ancestrales, votos manuscritos y la expectativa mundial de la fumata blanca, se definirá no sólo un nombre, sino el futuro de la Iglesia en el siglo XXI.

El escenario que hereda el próximo Papa es, inevitablemente, el que modeló Francisco. Bergoglio intentó, con éxitos y frustraciones, transformar a la Iglesia en una institución menos centrada en Europa, más cercana a los pobres, abierta a debates históricos como el rol de la mujer o el lugar de los homosexuales. Pese a resistencias internas, dejó una huella profunda, especialmente en la elección de nuevos cardenales provenientes de Asia, África y América latina.

Sufragio. De los 134 electores, Francisco designó a 107 durante su papado, 22 fueron nombrados por Benedicto XVI y solo cinco candidatos fueron elegidos por Juan Pablo II. En términos prácticos, esto debería garantizar la continuidad de su línea pastoral, pero en política vaticana nada es tan sencillo. Las tensiones entre conservadores y progresistas atraviesan silenciosamente las sacristías y las conversaciones privadas. 

Según trascendidos, los principales candidatos combinan continuidad y cambio. El italiano Pietro Parolin, Secretario de Estado, aparece como un favorito natural. Es moderado, diplomático, de mano firme y sería una opción de consenso para quienes buscan estabilidad. 
A su vez, Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, es el nombre que representa la continuidad de la filosofía bergogliana. Conocido por su sensibilidad social y su apertura al diálogo, tiene apoyo dentro y fuera de Italia. 
Otro con potencialidad papal es Luis Antonio Tagle, filipino y Prefecto del Dicasterio para la Evangelización, que combina carisma, juventud relativa (tiene 67 años) y una fuerte sintonía con el espíritu misionero impulsado por Francisco. Su elección simbolizaría una definitiva desoccidentalización de la Iglesia. Por su parte, el congoleño Fridolin Ambongo Besungu, de 65 años, encarna el ala conservadora. Su eventual elección significaría un claro giro hacia posiciones más tradicionales.

Más allá de los mencionados, puede haber sorpresas, como el cardenal canadiense Marc Ouellet, el húngaro Péter Erdö o incluso el argentino Víctor Manuel "Tucho" Fernández, aunque en este caso su cercanía a Francisco podría jugarle en contra ante los sectores que buscan un cambio de tono.

El cónclave actual refleja la nueva geografía católica, África y Asia son los continentes donde el catolicismo crece con más fuerza, mientras Europa se convierte en un campo de batalla cultural. De los 134 cardenales electores, 52 son de Europa, 23 de Asia, 18 de África, 17 de Sudamérica, 16 de América del Norte, 4 de América Central y 4 de Oceanía. 

Este reequilibrio podría favorecer, por primera vez en la historia, la elección de un Papa negro. Aunque la expresión carga con tintes coloniales que hoy incomodan, la posibilidad de que un cardenal africano, como Sarah o el nigeriano John Onaiyekan, se siente en el trono de Pedro no es una utopía. Y es que un Papa africano enviaría un mensaje claro: la Iglesia ya no es exclusivamente romana, ni siquiera europea. Es verdaderamente global.

Política divina. El proceso de votación será el mismo que en siglos anteriores, los cardenales jurarán secreto absoluto y votarán en sucesivas rondas hasta que un candidato alcance los dos tercios necesarios. Cada jornada comenzará y terminará con una oración solemne. Y si hay acuerdo, el humo blanco anunciará la elección al mundo.

Entre los electores, habrá cuatro cardenales argentinos muy reconocidos por nuestra Iglesia: Víctor Manuel Fernández, Ángel Sixto Rossi, Vicente Bokalic Iglic y Mario Aurelio Poli, todas figuras de peso en la era Bergoglio, aunque con perfiles diferentes. La votación, aunque revestida de solemnidad, es un acto profundamente político. Aquí operan alianzas nacionales, estrategias de bloques y campañas discretas. El Espíritu Santo, dicen los creyentes, guía la elección. Los analistas saben que la diplomacia vaticana tiene, también, su propia mano invisible.

Francisco dejó una Iglesia menos rígida, pero también más dividida. Su sucesor deberá decidir si profundiza las reformas inconclusas o si intenta replegarse hacia posiciones más tradicionales para recomponer la unidad interna. La elección que comenzó a gestarse en Roma definirá, en buena medida, si el legado de Bergoglio será consolidado o corregido. Más aún, dirá si el siglo XXI será, finalmente, el de una Iglesia realmente universal. Mientras tanto, las campanas de San Pedro siguen sonando. Y el mundo mira hacia el Vaticano, en busca de un nombre, un rostro y una promesa de fe.

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Mariano Casas Di Nardo

Mariano Casas Di Nardo

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