Friday 20 de September, 2024

ECONOMíA | Hoy 00:21

El lado B del déficit 0

El Presupuesto 2025 insiste en el equilibrio fiscal como pilar del programa económico, pero sin despejar dudas sobre su viabilidad.

La decisión de la Junta de la Reserva Federal de los Estados Unidos de bajar la tasa de interés de referencia en medio punto anual recogió un dato clave en el año electoral norteamericano: la necesidad de impulsar la demanda previendo una desaceleración de la economía.

Es la primera baja sustancial desde las producidas durante la emergencia económica de la pandemia, pero se presenta justo cuando el Gobierno argentino jugó su carta fuerte de este fin de año: presentar un presupuesto con superávit primario para el año entrante. Para una economía como la argentina que precisa del crédito externo y de un flujo sustancial de inversiones directas, la tendencia bajista de la tasa de interés oxigena sus expectativas.

Impacto local. El Tetris del equipo económico para estirar la calma en los mercados hasta que soplen mejores vientos, corre riesgo de descalzarse ante imponderables del contexto global. Como también cualquier novedad política interna que altere el delicado equilibrio de fuerzas sobre las que se apoya la administración Milei y que lo obligó a acudir a propios y ajenos para confirmar el veto a la ley que modificaba el cálculo del ajuste previsional. Las matemáticas son inapelables: la incertidumbre acecha la estrategia oficial sobre todo porque la composición del Congreso reflejará hasta diciembre del año próximo un espectro amplificado de la debilidad electoral. Recién en el próximo recambio legislativo podrá, si repite la módica elección general de 2023 (30% de los votos) duplicaría las bancas en Diputados y las del Senado, aunque en este caso depende del humor con el oficialismo del electorado de las ocho provincias que renuevan escaños. Por lo visto, alcanza para sacar muy pocas leyes y con suerte para que el exarquero Javier Milei siga atajando iniciativas que jaquean el superávit primario que se logró alcanzar con esfuerzo este año.

Mientras el resultado positivo sea sólo el primario (no cuenta los servicios de la deuda interna), dependerá de cerrar filas ante cualquier intento de “gastar más” pero también seguir de cerca la evolución de la recaudación fiscal, cascoteada por la gran crisis de este último año.

Según el proyecto enviado, para 2025 el gasto público nacional total caería 0,2 % del PBI, lo que implica una merma de 5% del PBI con respecto a 2023.  Con las previsiones del crecimiento de la economía de 5% para el año próximo, según cálculos del IARAF, el gasto público total nacional pasaría desde un 16,65% del PBI en 2024 a 16,47% del PBI en 2025.  El gasto primario tendría un incremento de 0,05% del PBI, pero los intereses de deuda caerían 0,23% (de 1,53% este año a 1,31% del PBI en 2025), mientras que las prestaciones de la seguridad social subirían 0,23%, después de la fuerte caída de 0,72% de este año.

Según las estimaciones de la consultora Invecq que preside Esteban Domecq, el financiamiento para seguir tapando el rojo financiero irá subiendo durante toto el año próximo y aun contabilizando un eventual crecimiento, proyectan que el año terminaría cerrando con una cuenta de intereses hipotética de 1,5% del PBI. “Esto significa que, si los instrumentos utilizados en el programa financiero en pesos hubieran sido otros, (sin capitalizar intereses), el resultado fiscal proyectado para fin de año pasaría de un superávit de 0,4% a un déficit de 1,1% del PBI”, explican. La señal de alerta, para Domecq no son estas cifras sino la dinámica que vino observándose en este semestre. “De mantenerse este ritmo, la carga por intereses podría trepar a 3% del PBI en un año”, advierte. 

Cambio de paradigma. El presupuesto en sí mismo siempre fue una autorización de gastos del Congreso hacia el Poder Ejecutivo que, con previsiones y proyecciones de variables macroeconómicas, debe estimar los ingresos que se producirán de cumplirse las previsiones. Entre los escasos anuncios del Presidente en su mensaje en el Congreso estuvo el del cambio de eje en el tratamiento del presupuesto: la variable de ajuste ante un desacople de ingresos y gastos no sería, finalmente, la de aumentar los impuestos sino provocar una poda en las erogaciones para ajustar a la disponibilidad de recursos. ¿Una utopía? Considerando que el gasto previsional absorbe más del 50% del total de los gastos, el margen para seguir cortando siempre existe, pero es cada vez más difícil y menos sostenible en el largo plazo.

Un detalle del presupuesto presentado es el cambio de metodología en la medición de lo que se denomina el “gasto tributario”, que engloba las exenciones y excepciones en el pago de impuestos. El economista del Banco Mundial y profesor en Económicas-UBA Julián Folgar, se sumaron nuevos gastos tributarios en IVA, Ganancias y Seguridad Social (como todas las deducciones en Ganancias para alquiler, prepagas y educación) y, sobre todo, la inclusión de la exención de hecho en el régimen del monotributo.

Este año, la caída en el gasto fue de -28% hasta julio que más que compensó la baja en la recaudación tributaria (-5% en total para ese período). La desaceleración de la inflación desde abril, sin embargo, tuvo un freno con el piso muy difícil de perforar de 4% mensual, algo favorable para crear expectativas desinflacionarias, pero insuficiente para generar la convergencia con la tasa de devaluación del dólar oficial y la tasa de interés. La buena noticia de este mes es que parece haber indicios de una nueva merma en el ritmo de la inflación. Los precios mayoristas, que pueden entenderse como predictores del IPC, en agosto habían subido “sólo” 2,1% y la consultora Eco Go que, durante las dos primeras semanas de septiembre, su relevamiento de precios al consumidor le arroja un 3,4%.

Finalmente, si la recaudación aumentara por la reactivación esperada, nacería un nuevo problema con doble efecto: un nuevo aliciente para que los precios no sigan menguando su velocidad y una mayor demanda de importaciones, con una escasez de divisas ante el otro pilar del presupuesto: las deudas se honran. En todo caso, se podrían administrar en lugar de pagar contante y sonante, como ocurrió este año, para lo cual deberían contar con el auxilio de un FMI que no quiere saber de ninguna otra alquimia cambiaria mientras sobreviva la anomalía de la multiplicidad cambiaria y el incombustible cepo. Mientras tanto, la discusión por el presupuesto del próximo año potenciará la disputa política con la “amenaza” de prorrogar el actual que, a su vez, ya es una mala copia de la edición 2023. Y porqué no, una oportunidad para dejar plantada las banderas oficialistas de cara al próximo año electoral con autorización discrecional de gastos.

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Tristán Rodríguez Loredo

Tristán Rodríguez Loredo

Editor de Economía.

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