Con una mano amiga
El equipo económico apuesta al surgimiento de nuevas oportunidades en el comercio bilateral, pero sabe que no hay salvación mágica.
No es frecuente que dos presidentes elegidos en Estados Unidos y Argentina tengan conocimiento previo y mucho menos, hayan volcado elogios hacia la otra persona como lo puesto en escena duranta los festejos del triunfo republicano del 5 de noviembre pasado. Quizás el mismo protagonista, Donald Trump, muchas veces hizo referencia a su “amigo” Mauricio Macri a quien había tratado en un negocio inmobiliario en Nueva York que el clan presidido por Franco prefirió dejar a un lado. Habría que remontarse a la relación entre John Kennedy y Arturo Frondizi que, en el marco de la “Alianza para el progreso” y el plan desarrollista alentó el desembarco de multinacionales de origen norteamericano en sectores clave de la industria. ¿Es un anticipo de lo que podría ocurrir a partir del 20 de enero próximo?
Es la política. Detrás de slogans de campaña y una artillería mediática que Trump domina a la perfección, se proyectan dudas acerca de cuál será el impacto real de los cambios anunciados en materia económica que ya se van esbozando. El especialista en comercio internacional Marcelo Elizondo insiste en que, dada la inclinación del presidente electo de simplificar ideas y acudir a frases de campaña, cuesta ir más allá de sus slogans. Entiende que Trump optó por una profunda desregulación de la economía norteamericana, con la participación de Elon Musk como catalizador ideológico. En este plano, seguiría tres grandes líneas. La primera es la ambiental que, con menos restricciones, generaría una expansión de la actividad petrolera americana buscando el liderazgo mundial. La segunda es una gran desregulación en materia de intervencionismo burocrático estatal en la actividad económica. Y la tercera es hacer de Estados Unidos el gran generador de inteligencia artificial global. “Allí Musk tiene mucho que jugar y provocaría una gran reducción de costos y mucha más iniciativa privada”, anticipa Elizondo.
Otro de los caballitos de batalla de los republicanos siempre fue el recorte de impuestos (sobre todo el principal, que es el de los ingresos de las personas y las ganancias de las empresas). El año 2025 no será la excepción, pero el equipo económico en Washington buscará coordinar la baja de impuestos con una baja en el gasto público, mediante desregulaciones, en una apuesta muy fuerte a las grandes corporaciones.
Conductores. ¿Qué impacto tendrá este escenario sobre la economía argentina? Básicamente las variables sobre las cuáles operará la política norteamericana: la tasa de interés, la fortaleza del dólar frente a las demás monedas, el precio de los commodities y las inversiones en el país de multinacionales de origen norteamericano. Y un elemento político central para las aspiraciones de oxigenar financieramente el “despegue” justo en año electoral: ejercer la influencia del voto calificado que tiene Estados Unidos en los organismos de crédito multilateral, como el FMI y el Banco Mundial.
Para Esteban Domecq, presidente de la consultora Invecq, en el corto plazo, el impacto es positivo. “Por un lado, Trump podría mediar favorablemente en la relación con el FMI, en el marco de un nuevo acuerdo. Más allá de su buena relación con Milei, Argentina es una pieza clave en términos geopolíticos (dada la creciente influencia de China en LATAM), que puede tornarse aún más relevante a partir de la mayor confrontación esperada con el gigante asiático”, comenta. Sin embargo, para el economista, las consecuencias de mediano plazo no son claras. “Habrá que ver cuánto de lo anunciado en campaña se llevará acabo, y en qué magnitud. Por lo pronto, lo propuesto en materia de política comercial y fiscal puede ser perjudicial para la Argentina, por su potencial impacto en las tasas de interés”, explica.
Trump declaró que aplicará un arancel del 10%-20% a todas las importaciones, pero que sería mucho mayor en el caso de China. “Esto se traducirá en un mayor nivel de precios para la economía estadounidense; y, si bien es de esperar que la FED continúe recortando su tasa de referencia, puede que la baja sea más gradual”, concluye. En el caso de que no pudiera cerrar la brecha fiscal de inmediato, también fortalecería al dólar, con el impacto negativo para Argentina: reducción del ingreso de capitales, depreciación de monedas emergentes y caída en el precio de los commodities. En particular, hay dudas acerca de lo que podría pasar con el valor de la soja, ya que se prevé una sobreoferta global del producto que enciende la alarma y eleva los reclamos de los productores locales por las retenciones, que le quitan competitividad al sector frente a sus competidores justo en una coyuntura desfavorable.
La reacción. Como un guiño al triunfo republicano, los principales índices bursátiles estadounidenses subieron al día siguiente, quizás mostrando la aprobación de los inversores de que Trump estimule la economía, reduzca los impuestos corporativos y aumente el gasto, Pero como indica el estudio del IERAL, el lado oscuro vino por los resultados con que cerró el año fiscal 2024. Un déficit de 6,4% del PBI es uno de los más grandes de su historia, solo superado por los picos de la pandemia (2020 y 2021) que alimentó la bola de nieve de la deuda pública norteamericana que asciende a 122% del PBI. Eso castigó los bonos del Tesoro, presionando la tasa de interés, tan vital para la suerte de la refinanciación de deudas argentinas. “No solo se trata de un mayor déficit, sino también de un aumento de las expectativas de inflación de mediano plazo y, en consecuencia, a un sendero de baja de tasas más moderado por parte de la FED”, subraya.
En otro informe que hizo la consultora Eco Go, señala que a pesar de un contexto internacional poco favorable a los países emergentes por la salida de capitales frente a la fortaleza del dólar y valores de la soja que (netos de retenciones y a precios constantes) se acercan a los mínimos de 2001, “los activos financieros en Argentina extendieron el rally”. En la semana del triunfo de Trump, los bonos en dólares subieron 5%, las acciones otro 6% y la brecha se redujo a 13% en el dólar MEP y al 14% en el blue.
Por su parte, Elizondo recuerda que Trump nunca ocultó su preferencia por una economía basada en las grandes empresas. “Él cree que Estados Unidos tiene en ellas el principal actor geoestratégico económico mundial”, señala y apunta que, de las 100 mayores empresas del mundo, 60 son estadounidenses y solo 14 son chinas, con el resto básicamente europeas o alguna asiática no china. Esto dificulta la adopción de una política rígida con los aranceles aduaneros, por lo que prevé que también allí habrá réprobos y elegidos. Está claro que China sufrirá aranceles diferenciales de una magnitud incierta, pero habrá una suba generalizada (se habla del 10%) jugando al límite con lo que estipula la Organización Mundial del Comercio (OMC), sobre todo cuando se utiliza la política comercial para castigar o premiar la alineación con la Casa Blanca. El proteccionismo implica no sólo realizarse a través de aranceles, sino también el ingreso de productos a través de normas no arancelarias y si hay desregulación, podría ser menos costoso entrar en Estados Unidos, aunque suban los aranceles. Un escenario casi argentino: con frentes múltiples para atacar y un resultado todavía incierto.
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