Vivimos una revolución científico-tecnológica que nos está llevando a una nueva era a una velocidad extraordinaria. Estamos viendo en tiempo real la integración de la máquina con el ser humano. Algo que da mucho miedo y provoca una enorme incertidumbre.
Ante esto, el electorado busca un “hombre fuerte” que lo rescate de esa incertidumbre. Que le de certezas, aunque sean mentiras. Lo importante es que lo haga con un lenguaje simple, que no implique ningún esfuerzo para entenderlo.
Trump supo encontrar a esos enemigos, supuestamente responsables de los males que aquejan al estadounidense medio: los inmigrantes y los chinos. Algo simple. Para los primeros un muro y expulsiones, para los segundos el America First de aranceles. Al mismo tiempo, garantiza un muro contra otros enemigos más borrosos, pero amenazantes: las nuevas conquistas de las mujeres y las minorías sexuales, el cambio climático, la diversidad racial, las elites intelectuales.
Los inmigrantes latinoamericanos hicieron mucho por el triunfo de Trump. Fue fundamental para su victoria el voto hispano en varios condados clave. El ser humano es mezquino. Tienen miedo a los nuevos inmigrantes como el resto de los blancos desprofesionalizados y los negros que siguen con la retórica de que les quitan sus trabajos (otra mentira).
Trump tuvo de compañero de fórmula a Elon Musk. Con él luchó en la guerra por la desinformación. Las mentiras dejaron de ser importantes. De paso, entre tanta desinformación olvidamos los cargos que condenan a Trump. Las urnas lo indultaron.
Y lo que es peor, Trump asume el poder absoluto. Su partido tiene el control de ambas cámaras del Congreso y la Corte Suprema. Es el primer autócrata en llegar a la Casa Blanca. Ya se resistió una vez a irse cuando le correspondía. Lo intentará nuevamente.
Trump no viene solo. Esta ola reaccionaria y antisistema se manifiesta en todo el mundo, y ahora vuelve a tener un referente fundamental en el centro de poder de Washington.
Putin y Netanyahu festejan; Zelensky y la OTAN buscan una salida de escena digna. América latina no está en la foto, más allá de alguna palmada en la espalda para Milei y Bukele.
*Por Gustavo Sierra, analista de Política Internacional
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