AMLO (CEDOC)

México y Felipe VI

El rey de España no asistió a la asunción de Claudia Sheinbaum, tras manejar negligentemente la tensión provocada por la demagogia de AMLO.

Aunque un poco fuera de foco, las fotos mostraban la escena del Juan Carlos de Borbón chapando con una vedette despampanante. En los mismos días en que entraba en crisis la relación con México, a España la sacudía la aparición de esas fotografías que agregan una mancha más en la imagen del rey emérito, porque en el momento de esos acalorados besos con Bárbara Rey era el monarca en funciones y convivía con la reina Sofía.

Las infidelidades, frivolidades y negocios turbios del rey emérito minan la legitimidad de la Casa Real, porque ponen a España a recordar que Juan Carlos I recibió el trono del dictador Francisco Franco, quien dejó de lado al que seguía en la cadena sucesoria de Alfonso XIII: su hijo Juan de Borbón y Battemberg, el padre de Juan Carlos y abuelo de Felipe VI. A las fotos las tomó un niño de 13 años, hoy un cuarentón que gana dinero con esos retratos de alto contenido erótico con el protagonismo nada menos que de su fogosa madre, quien ahora le hace un juicio al hijo al que puso a fotografiarla con el rey para chantajearlo, porque su incontinencia sexual tenía altos costos para las arcas públicas.

Entre otras cosas por el nuevo escándalo de su padre, es que Felipe VI no puede perder oportunidad de actuar de manera inteligente, empática y positiva. La demagogia nacionalista de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) le dio una oportunidad. La carta del entonces presidente mexicano reclamándole pedir perdón a México por los estropicios que cometieron los conquistadores, era una pelota picando en la puerta del arco. Pero el rey no supo estirar la pierna y hacer el gol. Además de dejarle a la nueva presidenta una reforma judicial que debilita gravemente el Estado de Derecho, AMLO se despidió del cargo dejando sin invitar al rey de España a la asunción de Claudia Sheinbaum, porque el monarca no le respondió una carta del 2019 en la que le pidió que se disculpe con México por la sangre que hicieron correr los conquistadores en su país.

¿Quién tiene razón? ¿AMLO al reclamar a Felipe VI un pedido de perdón por los crímenes de Hernán Cortés? ¿o el actual rey español al no responder si quiera tal reclamo? En rigor, la razón no parece estar totalmente de un lado ni del otro. López Obrador hizo demagogia nacionalista con la historia para mostrarse como un líder emancipador, pero el monarca español no reaccionó de manera inteligente y empática.

 

No es con México con quien debería disculparse la corona española. México no existía en los tiempos de la conquista. Más aún, México es consecuencia de la llegada de esos europeos. Claudia es la primera gobernante mexicana que no desciende de españoles. Su madre es hija de judíos sefaradíes búlgaros y su padre es hijo de judíos ashkenazíes de Lituania. Todos los demás gobernantes descienden de españoles, con alguna excepción como José Comonfort de los Ríos, que ocupó brevemente la presidencia en el siglo 19 y cuya sangre española materna se mezcló con la sangre irlandesa paterna.

También AMLO desciende de españoles. No hay México sin España en su historia. Pero eso no implica que el reino ibérico no tenga responsabilidad en los crímenes de los conquistadores, sino simplemente que fueron cometidos contra aztecas, mayas, zapotecos, mixtecos, tarahumaras y decenas más de etnias originarias, no contra los mexicanos, aunque la Constitución haya asumido la herencia de aquellos pueblos.

El rey español puede alegar que, siguiendo el criterio de AMLO, Italia debería disculparse por la sangre que hizo correr el Imperio Romano, Irán por las naciones que sometió el Imperio Persa, Francia por ocupar España entre otros países mediante las guerras napoleónicas, y Turquía tendría que pedir perdón a los países balcánicos, del Oriente Medio y el Magreb, por los exterminios y limpiezas étnicas perpetradas durante los siglos de dominación otomana.

Esos casos no son equivalentes al perdón que pidió Alemania a las víctimas de la maquinaria expansionista y exterminadora nazi, y el “profundo remordimiento” que expresó el Japón democrático por los daños que causó el imperio nipón a las naciones coreana, manchuriana, filipina, malaya y birmana, entre otras a las que sometió en la primer mitad del siglo 20. Hay más ejemplos de históricas disculpas, pero referidos a acontecimientos más cercanos en el tiempo, no en tiempos remotos. Decir esto no implica señalar que Felipe VI actuó correctamente al ni siquiera responder la carta de AMLO.

El ex presidente mexicano reclamó esa disculpa porque es parte de su pose política y de su nacionalismo rancio. Pero el monarca bien pudo responderle, no disculpándose ante un Estado que no existía durante los acontecimientos en cuestión, sino ante la historia y ante los pueblos nativos de toda Latinoamérica, donde la conquista española cometió crímenes y causó estragos. Con etnias nativas como aliadas, Hernán Cortés hizo estragos contra el imperio azteca, para entregar el México-Tenochtitlán a la Corona de Castilla y crear el virreinato de Nueva España.

También Vasco Núñez de Balboa mostró codicia criminal en el istmo y también al sur de la selva del Darién, del mismo modo que Francisco Pizarro actuó con cruel codicia, en su campaña de exterminio para apropiarse de las riquezas incas. Felipe VI fue poco inteligente al perder una oportunidad de mostrar sensibilidad histórica y empatía hacia los descendientes de los pueblos originarios sometidos a partir del siglo 15. Su silencio fue hosco y negligente. La demagogia de AMLO le daba una oportunidad para sumar aceptación a la monarquía española. Podía refutar al líder populista mexicano, dejando a la vista sus falacias con la historia, y al mismo tiempo exhibir una mirada sensible y crítica de sus antepasados. Una mirada dotada de humanismo y aprecio por la verdad histórica.

La demagogia de López Obrador le dio la oportunidad de hacerlo en el momento justo para atenuar el daño a la imagen de la corona que causó la incontinencia sexual de su padre. Pero el rey Felipe la desperdició.

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