Ricardo Darin en el El Eternauta (CEDOC)
Ricardo Darín anticipa la segunda temporada de "El Eternauta"
En una entrevista radial, el actor confirmó que volverá a personificar a Juan Salvo en una nueva entrega de la adaptación de la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld y Solano López.
En diálogo radial con Fernando Bravo, Ricardo Darín confirmó una nueva entrega de la miniserie "El Eternauta" producida por Netflix. Tras el rotundo éxito de la primera temporada, la adaptación de la historieta creada por Héctor Germán Oesterheld y Solano López volverá a la pantalla chica nuevamente. “Va a haber una segunda temporada, sin dudas. No podemos dejar a la gente en ascuas”, confirmó el actor y, ante la pregunta de cuando comenzaría el rodaje, anticipó: “Se está trabajando hasta el último momento”.
“La historia no termina ahí. Tenemos que terminar de contar la historia”, cerró el intérprete de films destacados del cine argentino como “Nueve Reinas” y “El secreto de tus ojos”. Se da por descontado que el casting de la serie se mantendrá, así como la dirección a cargo del cineasta Bruno Stagnaro, responsable de llevar a cabo un proyecto de dimensiones deslumbrantes para la industria audiovisual local. Un desafío que el realizador brilló asumiendo el riesgo de dirigir un contenido de enorme proporciones, en comparación con otras producciones suyas como la serie “Okupas” y el film “Pizza, birra y faso”.
Netflix confirmó que la historia de "El Eternauta" no terminó con la primera entrega y la segunda temporada fue anunciada poco después del exitoso estreno de este año. La productora local ya trabaja en guiones y plan de rodaje, mientras el núcleo creativo define plazos y locaciones para llevar adelante la continuación. La noticia de la renovación puso en evidencia que lo que en un principio se pensó como una miniserie, consiguió suficiente recorrido narrativo y comercial como para convertirse en una saga televisiva de largo aliento.
El fenómeno alrededor de "El Eternauta" fue inmediato y global. En su semana de su debut la serie ingresó al Top 10 mundial de Netflix, logró decenas de millones de visualizaciones y se colocó entre las producciones más vistas en la plataforma en múltiples países, transformándose en la serie en español con mejor performance de su estreno en la plataforma durante ese periodo. El impacto en audiencias se reflejó además en índices de aprobación en los principales portales -Rotten Tomatoes mostró una alta tasa de críticas favorables- y en un flujo constante de cobertura internacional que la trató como uno de los estrenos de ficción más notables del año.
Los principales medios internacionales reaccionaron con reseñas que oscilaron entre la admiración por la ambición técnica y la advertencia sobre las adaptaciones necesarias para un público contemporáneo. Críticos de diarios con peso global celebraron la puesta en escena y la apuesta por una ciencia ficción de factura local, pero, al mismo tiempo, no ocultaron reservas. El columnista Mike Hale, del The New York Times, elogió la solvencia técnica y el trabajo de dirección aunque aconsejó acercarse primero a la historieta original para entender mejor ciertas decisiones creativas.
La crítica internacional destacó, en términos generales, tres pilares del producto: las actuaciones; la dirección y la construcción de atmósfera (fotografía, diseño de sonido y montaje); y los efectos visuales que recrean la nieve tóxica y los antagonistas conocidos como “cascarudos”. A su vez, varios análisis señalaron que, para una audiencia no argentina, la serie logra traducir lo esencial del relato a un lenguaje televisivo contemporáneo. Simultaneamente, los conceptos de la novela gráfica como el terror colectivo, la solidaridad y la resistencia, fueron plasmados en la pantalla de forma satisfactoria.
Lo que más se destaca frente a la obra original es, precisamente, la intención de preservar el espíritu del cómic —la sensación de catástrofe, la soledad y la solidaridad— mientras se amplía el universo dramático: la serie introduce nuevas subtramas, personajes y matices psicológicos que no estaban en la historieta, y actualiza elementos de época y contexto para dialogar con audiencias contemporáneas. Esa decisión de “abrir” el material fuente generó tanto elogios como críticas de puristas que preferirían una adaptación más literal.
En términos económicos y de producción, los números difundidos por la prensa y por Netflix dan dimensión de la escala: según informes periodísticos la primera temporada demandó una inversión en torno a 15 millones de dólares y una logística que incluyó 148 jornadas de rodaje, más de 50 locaciones y decenas de escenarios virtuales; por otra parte, la propia compañía informó que la producción aportó más de 41.000 millones de pesos a la economía argentina entre gastos directos e indirectos, un argumento recurrente para justificar la apuesta por ficciones locales de alto presupuesto. Esos montos explican la utilización de tecnologías avanzadas —incluido trabajo masivo de efectos visuales y maquillaje— y la contratación de un plantel numeroso tanto delante como detrás de cámara.
Por otro lado, la repercusión nacional fue más compleja. La serie no solo reavivó el debate sobre la adaptación de un clásico con carga histórica y política —considerando además la trágica historia personal de la familia Oesterheld durante la dictadura de 1976—, sino que también se transformó en un símbolo cultural en manifestaciones y lecturas públicas; movimientos sociales y analistas destacaron la capacidad de El Eternauta para hablar de resistencia colectiva, mientras que sectores críticos plantearon tensiones sobre la comercialización de un canon cultural. En ese sentido, la ficción dejó de ser un mero entretenimiento para convertirse en un elemento de conversación pública sobre memoria, política y cultura audiovisual.