Aniversario Muerte Nestor Kirchner (Cedoc)

dsc-1798 Foto:

Por qué el velatorio de Néstor Kirchner fue a cajón cerrado

Ceferino Reato entrevistó a Walter Yosver, el funebrero que estuvo a cargo de la ceremonia. Anticipo del libro "Salvo que me muera antes".

Fragmentos del libro Salvo que me muera antes de Ceferino Reato, publicado este agosto por Editorial Sudamericana.

El intendente Belloni se le acercó a Yosver.

—¿Cuánto me va a salir esto?

—Veinte lucas.

—¿Tanto? ¿No me podés afilar los números?

—No, es el costo que recién me pasaron. Es un cajón muy importante, el mejor.

En todo momento, a partir del primer llamado de Belloni, estuvo en claro que todo el costo del velatorio en El Calafate sería pagado por la municipalidad local. Belloni estaba acostumbrado a pagar los servicios fúnebres de pobladores de escasos recursos, que no tenían obra social ni ningún tipo de cobertura.

No era el caso, ciertamente, de Kirchner.

Durante todo el velatorio, el funebrero Walter Yosver permaneció, discreto, en el parque de la residencia de los Kirchner, aunque entraba cada cierto tiempo por si necesitaban su ayuda como responsable del servicio fúnebre. En una de esas irrupciones, vio que la hermana y ministra, Alicia Kirchner, secaba, preocupada, el rostro de su hermano, que estaba perdiendo líquidos.

—Permítame, señora —le dijo, y puso un par de algodoncitos en la nariz de Néstor. También le limpió la boca y el mentón.

Alicia permaneció todo el velatorio pegada al cajón de su hermano; Cristina también estuvo mucho tiempo al lado de su compañero, aunque a veces se alejaba por un rato. Por ejemplo, cuando se ponía a llorar; en esos casos, su hijo varón, Máximo, su adorado Oso, la abrazaba, y juntos se retiraban hasta que se reponía y volvía.

Florencia, la mimada del ex presidente, estaba en pleno vuelo en un jet privado desde Nueva York, donde estudiaba cine. A Máximo se lo veía y se lo escuchaba triste pero tranquilo, aunque, al final, cuando tuvo que despedirse de su papá, soltó todo su enojo.

Sostiene Yosver que “el cuerpo de Néstor se estaba descomponiendo muy rápido. Le habían dado mucha medicación en las maniobras de reanimación y luego permaneció varias horas en un ambiente climatizado, cerrado, con mucha calefacción. No se hizo —no se solicitó, y tampoco teníamos nosotros, en Calafate, los medios para hacerlo— una tanatopraxia, que incluye la inyección de líquidos para conservar el cadáver”.

A las ocho y media, cuando estaba oscureciendo, el doctor Buonomo llamó al funebrero.

—Cerrá el cajón.

—¿Van a Buenos Aires?

—Sí.

Yosver recuerda: “Me pareció lógico que cerraran el cajón. Hay un protocolo de salubridad de alcance internacional que indica que, cuando un cuerpo es trasladado en avión, tiene que ir cerrado; es decir, soldado porque, adentro del ataúd de madera, hay otro cofre, que es de metal. Va soldado también para que el cuerpo no despida olores”.

Claro que la Presidenta podría haber solicitado en Buenos Aires que el ataúd fuera reabierto para la capilla ardiente en la Casa Rosada, pero Yosver afirma que, en aquel momento, “yo supuse que el velatorio en la Capital Federal sería a cajón cerrado precisamente por el estado de descomposición en el que ya se encontraba el cuerpo. De lo contrario, iba a ser una imagen muy desagradable”.

“El cuerpo no estaba en condiciones de ser velado más tiempo a cajón abierto. Lo que hicieron fue lo más atinado”, asegura. Y agrega: “En una época se usaba una lámina de vidrio que permitía ver el rostro de la persona fallecida, pero eso ahora está prohibido porque el vidrio es frágil y se puede romper en el traslado”.

En esta Nota