Santiago Caputo. (Cedoc.)

El poder vegetativo de Santiago Caputo

Cómo el asesor estrella de Milei fue perdieron influencia y cajas a manos de la hermana Karina y los Menem. La encuesta que lo destroza.

Alerta spoiler: en la encuesta sobre los 100 personajes más influyentes de la Argentina que todos los años realiza la consultora Giacobbe para NOTICIAS, y que saldrá en la edición impresa de esta semana, hay un nombre que aparece relegadísimo en la consideración de los consultados. Es el asesor estrella del Presidente, Santiago Caputo, autopercibido como un integrante clave de la administración libertaria, casi a la par de los hermanos Milei, Javier y Karina.

Veamos los puestos que ocupan, en ese ranking, las principales figuras del Gobierno y la oposición. Primero, obvio, está Milei. En el quinto lugar figura Cristina Kirchner. En el puesto 11°, el ministro de Economía y tío de “Santi”, Luis Caputo. Un lugar más abajo, la hermana Karina. Luego les siguen Axel Kicillof (puesto 18°), Mauricio Macri (23°), Manuel Adorni (28°) y Martín Menem (44°). Pero, ¿y el asesor estrella? Ahí está, en el lugar 47°, en mitad de tabla, como equipo chico. Un mazazo terrible a su autoestima.

Que el poder de “Santi” Caputo se fue erosionando en su interna sin tregua con la hermana Karina es algo que cae de maduro. Ese proceso empezó con la inesperada victoria en las elecciones de octubre, que la secretaria general se adjudicó a sí misma por el armado territorial de los primos Menem, sus lugartenientes, aunque lo cierto es que fue Caputo quien -con sus contactos- consiguió el salvataje del Tesoro norteamericano que acaso incidió en el resultado más que cualquier estrategia clientelística que pudieran haber montado los riojanos. Jamás se lo reconocieron ni le dieron las gracias.

Con el resultado puesto, el asesor pretendía que lo premiaran con un cargo de relevancia en el organigrama del Gobierno, empujado por sus amigos del Norte. Hizo circular la versión de un “takeover” por parte suya de la administración, acaso desde el puesto de jefe de Gabinete, lugar del que debía irse Guillermo Francos por su lobby a favor de las relaciones con China, inadmisibles para Washington. Y Francos efectivamente se fue, pero en su lugar no asumió Caputo, sino que Karina se apuró en rellenar ese casillero con un leal suyo como el ex vocero Adorni.

Lo mismo ocurrió luego con el Ministerio del Interior, el premio consuelo con el que el asesor parecía conformarse después de quedarse sin su objetivo principal. Incluso hablaba en voz baja de un “superministerio” encargado de todo lo que realmente importaba en el Gobierno. Pero, otra vez, no pudo ser: Karina puso ahí a Diego Santilli, otro de los que le rinden pleitesía.

Caputo se quedó, entonces, en su antiguo lugar de asesor monotributista. Y para colmo, sus rivales internos, los Menem, vienen anunciando en voz baja que irán por las cajas sobre las que aún tiene injerencia, desde la ex AFIP hasta YPF y el Ministerio de Salud. El control de la SIDE ya lo perdió: aunque el nuevo secretario de Inteligencia es alguien de su confianza, fue a Karina a quien tuvo que ir a ver en la Casa Rosada antes de asumir el puesto.

¿Qué queda, entonces, del envidiable poder que Caputo supo construir en los primeros tiempos de la experiencia mileísta, cuando parecía que se comería a todos sus rivales crudos? Poco y nada, porque lo fueron desplumando.

Todavía sigue ahí, pero en estado vegetativo.

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