La pobreza, según el Indec (Cedoc)
La pobreza agrietada: cifras y polémicas
La última medición del INDEC registró una caída de la pobreza y desató un debate sobre su coexistencia en una economía amesetada.
Dentro de tantas anormalidades que tiene la economía argentina hay una que se va acentuando cada año: el estancamiento. Desde 2012 el PBI protagonizó grandes sacudidas: alzas que en realidad recuperaban el terreno pedido los meses anteriores y caídas abruptas en medio de ajustes para equilibrar el desmadre macroeconómico. El promedio de todos estos años (13) deja muy cerca del punto estacionario pero si consideramos que la población argentina creció en este lapso a razón de 1,2% anual, podremos conservar el triste récord de un tobogán en leve descenso. El saldo de tantísimos años con una mezcla letal de alta inflación, precariedad laboral y bajo crecimiento convirtió al país en un invernadero de pobreza.
La cuenta. Pero lo llamativo de estas cifras son su comparativa con los demás países de la región e incluso con otros períodos anteriores. Lamentablemente, las mediciones sobre ingreso que el INDEC realiza a través de su Encuesta Permanente de Hogares (EPH) desde 1993 para el Gran Buenos Aires y a partir de 2001 para el total urbano. Normalizado el organismo en 2016 luego del “apagón estadístico” generada por la intervención y depurado la metodología de medición, a partir de 2017 se volvió a conocer los dos índices más relevante que surgen de la EPH: el nivel de pobreza y el de indigencia. Ambos se construyen con una canasta de bienes comparada con el ingreso promedio de esa misma muestra, que ya abarca las urbes más pobladas del país.
Es probable que hasta la primer hiperinflación, registrada hace justo medio siglo (el “Rodrigazo” de julio de 1975) el umbral de pobreza estuviera entre un 5% y un 10% del total pero comenzó a trepar en forma sustancial hasta las otras dos híper (1989 y 1990), luego de varios años con un IPC arriba del 100% anual. La otra variable que pesa en la determinación es la de los ingreso salariales y la condición del empleo, ya que los puestos registrados (formales) tanto públicos como privados, son los que mejores ingresos generan.
Medición. La última medición (31,6% de pobreza y 6,9% de indigencia) que se corresponde al primer semestre de este año, apareció en plena campaña electoral y no pudo escapara la grieta. Si bien era previsible dicho declive, justo cayó en plena recta final electoral y fue usado por el oficialismo para mostrar un resultado muy positivo de su gestión, pero también por los sectores opositores para cuestionar su utilización y hasta la validez de la medición.
Estas cifras representan una reducción significativa respecto al 52,9% de pobreza y el 18,1% de indigencia registrados un año atrás, o sea la caída es indisimulable. Esta vez, la caída en la pobreza y la indigencia se explica principalmente por la situación en los partidos del conurbano bonaerense donde la tasa de pobreza pasó de 59,7% a 35,3% y la de indigencia de 22,7% a 8,8%.
Como el índice marca una línea entre las personas que son pobres y las que no lo son, no quiere decir que todos los que están por encima de dicha frontera sean “ricos”. Por ejemplo, en agosto de este año, una familia tipo (dos adultos y dos menores) necesitó un ingreso de $1.160.780 para no caer por debajo de la línea de pobreza, lo que corresponde a la Canasta Básica Total (CBT), un valor que aumento 1% respecto al mes anterior y un 23,5% interanual. Para medir la indigencia se toma la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que en ese mes costó $520.529
Durante agosto de 2025, la variación mensual tanto de la canasta básica alimentaria (CBA) como de la canasta básica total (CBT) fue de 1,0%. La CBA y la CBT acumulan en el año incrementos del 15,8% y 13,3% respectivamente, y ambas registraron variaciones interanuales del 23,5%. Según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA (ODSA), las transferencias monetarias (AUH y Tarjeta Alimentar) fueron uno de los principales factores que explicaron la reducción interanual de la indigencia.
La medición de la EPH se realiza a través de una encuesta sobre una muestra que representa a 29,9 millones de habitantes (núcleos urbanos) y realiza entregas semestrales. Sin embargo, para ir proyectando sus resultados y estimando la valoración mensual, la Universidad Di Tella elabora el Nowcast de pobreza, que fue anticipando el resultado de esta medición del INDEC. El investigador Martín González Rozada sale al cruce de las críticas aparecidas: la muestra es representativa de una población de 30 millones de habitantes y “la canasta basada en la ENGHo2004/2005 que se usa desde 2016 fue utilizada en todas las mediciones desde ese año con la misma metodología y canasta, así que son comparables en el tiempo”. Para concluir, atribuye a la coyuntura política electoral que hayan tomado impulso algunos cuestionamientos.
Una radiografía. La Universidad Católica Argentina a través del ODSA analiza la situación de las personas en situación de vulnerabilidad social y las políticas efectivas para atacarla. También elabora un índice de pobreza pero, a diferencia del oficial, agrega otras variables a los ingresos, por lo que habitualmente sus mediciones tienen un umbral de pobreza mayor. Su director, Agustín Salvia comentó sobre la caída del índice del EPH pero apuntó a una cuestión metodológica que arrastra dicha medición hace un tiempo. “En contextos de alta volatilidad, tanto por fuertes incrementos en los precios como ante la desaceleración inflacionaria, la medición de la pobreza por ingresos no logra captar adecuadamente esos cambios; mucho más si durante el proceso, tuvieron lugar alteraciones en la estructura de precios y en los instrumentos de medición de los ingresos” subraya. Aunque la caída de la pobreza es real, sugiere que su magnitud se encuentra sobrerrepresentada por la medición porque utiliza umbrales de indigencia y de pobreza basados en canastas básicas que responden a una estructura de consumo desactualizada: la devaluación, liberación de precios y aumento en las tarifas de servicios, aumentaron esta distorsión. Así y todo, concluye que aún con estas observaciones, el proceso de mejora fue real pero parece estar tocando un piso de cerca del 30% que será muy difícil de traspasar y que confirmaría la hipótesis que en el largo período de inestabilidad y estancamiento, la pobreza fue subiendo por escalones siempre ascendentes.
Lo que viene. En la misma línea, el economista Jorge Colina, presidente de IDESA señala que la tasa de pobreza se mantiene por encima de la del 2017 (27%), un año antes que se iniciara la aceleración inflacionaria por la crisis cambiaria del 2018. Pero sugiere abordar el tema analizando las fuentes de ingresos de las familias en situación de mayor vulnerabilidad. Según la encuesta de hogares del INDEC el trabajo informal es la principal fuente de ingresos del 30% de las familias con menores ingresos, es decir, los hogares pobres. En promedio, el trabajo informal aporta el 45% de los ingresos familiares totales y el formal es mucho menos importante sólo el 22% del total. A su juicio, la abrupta caída observada el primer semestre muestra hasta qué punto la persistencia de alta inflación hunde a la población en la situación de pobreza. Pero para que la mejora sea sostenible tiene que haber crecimiento suficiente para elevar la demanda de trabajo registrado en el sector privado. “Un círculo donde comienza con la estabilidad, continúa con la inversión que demanda más empleo, que, a su vez debe ser empujada con leyes laborales más amigables, sigue con la contratación de trabajadores y mejor educación, para que la gente esté más preparada para ese reto”, concluye.
Cuando el límite está tan cerca de mucha gente, cualquier oscilación enciende la alarma y sube la medición. Evitar que la economía entre en situación de tormentas perfectas con cierta regularidad sirve pero no alcanza. La batalla es casi diaria.
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