Scott Bessent (CEDOC)

Eludiendo la crisis

Un salvataje verde

La quita temporal de retenciones y el respaldo de los Estados Unidos revirtió las expectativas y postergó las correcciones.

En la montaña rusa de este peculiar año electoral el cambio operado en una sola jornada fue suficiente para confirmar algunas presunciones y desmitificar otras. Hasta el viernes 19 de septiembre, el drenaje de reservas se fue acelerando en cada rueda, evaporándose US$1.100 millones. En las alicaídas usinas oficialistas, que desde el 7 de septiembre jugaban a la defensiva, la explicación más creíble era la de una crisis política por el temor del ”mercado” a un cambio de signo político que sembraría la confusión y el peligro de la ingobernabilidad para la segunda mitad del mandato de Javier Milei. Pero para el propio Gobierno era generar un golpe de efecto previendo que cada día se incrementaría el riesgo que se reflejaba en las pantallas con la suba del riesgo país, la caída del Merval y, sobre todo, la desaparición de las reservas del Central.

El giro. Scott Bessent, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos (un virtual ministro de Economía), que ya había estado en abril de visita relámpago en Buenos Aires cuando se anunció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, tuvo un protagonismo inusual el lunes antes que abrieran las operaciones en el golpeado mercado financiero. Con un tuit explicó lo que había anticipado un rato antes el vocero Manuel Adorni, Bessent explicó en qué consistía el apoyo de los Estados Unidos y el sentido de esta movida: un swap de monedas por US$20.000 millones, una revisión del repago de las deudas (en 2026 hay vencimientos por más de US$19.000 millones y Washington tiene voz y voto en el FMI) y encaminar acuerdos comerciales más beneficiosos (un dato clave en plena guerra aduanera). Como explica el economista y empresario Gustavo Lazzari, el swap implica que el Gobierno argentino tiene US$20.000 millones ‘a disposición’, lo cual aleja los riesgos de default y de no poder responder a una corrida en el techo de la banda, pero no implica pago de intereses en tanto y en cuanto no se utilice ningún tramo del mismo”.

El dato que lanzó primero el Gobierno fue el de la quita temporaria de las retenciones a las exportaciones de productos agropecuarios. La letra chica indicó que era hasta el 31 de octubre o hasta cubrir un cupo de US$7.000 millones, lo que ocurra primero. El miércoles a la noche, ARCA confirmó que la cifra se había alcanzado

La velocidad con la que los principales actores del sector se movieron llamó la atención a la propia Mesa de Enlace, que inmediatamente pidió atender al plazo si otra condición. En su mensaje, el Secretario de Tesoro se había referido a la medida como una “tax holiday” que podría traducirse como exención temporal, dando a entender que era lo que se había negociado con el Gobierno como contraparte de su aporte contante y sonante. Los investigadores del IERAL Franco Artusso y Tobías Lucero estiman que con ese monto alcanzado, el efecto será que los precios internos convergen con los internacionales, primera vez en décadas sin retenciones para granos y derivados pero con un costo fiscal que estará entre 0,10% y 0,25% del PBI, según el “mix” de productos. Como efecto transitorio, “también mejora la rentabilidad agropecuaria y el ingreso de divisas, pero al ser temporal genera incertidumbre en productores e industrias aguas abajo”, agregan.

Para Lazzari, “tipo de cambio único y retenciones cero son dos instituciones poderosas que hacen que el sector más competitivo aporte todos los dólares necesarios”, pero a su juicio, la medida temporal implicó un incentivo a la liquidación de stocks ya existentes, pero no alcanza para incentivar mayor producción”.

Negociación anticipada. Esto es sólo una muestra de lo que se pondrá sobre la mesa a partir del 27 de octubre: el “service” al programa económico, como lo define el economista Esteban Domecq, presidente de la consultora Invecq porque destaca que hubo tres “rescates” para que no hubiera contramarchas en el plan: el blanqueo, el acuerdo con el FMI y ahora el salvavidas norteamericano. Pero, sostiene, hay problemas que deberán resolverse a partir de los resultados de las elecciones de octubre, en el que se verificará con qué respaldo contaría el Gobierno para realizar dichos cambios para darle un marco de sustentabilidad a un rumbo. Domecq es de los que sostienen, a diferencia del discurso oficial, que la causa de la debacle cambiaria del último mes no es sólo un aspecto político sino que eso disparó una inconsistencia económica recortada sobre un escenario de un Banco Central vaciado y por lo tanto carente de todo “poder de fuego” y en una economía estancada desde hace 15 años. Una economía que tienen 15 años de estancamiento. “A este precio, el BCRA no va a poder acumular reservas las reservas necesarias”, concluye.

Por su parte, Martín Rapetti, presidente de Equilibra, reflexiona que “una cosa que hemos aprendido de esta historia es que una macroeconomía estable requiere de un Banco Central con muchas reservas y esto es todavía más importante para países bimonetarios como Argentina, Uruguay y Perú”. Indica que ellos mantuvieron reservas entre el 25% y 30% del PBI, mientras que la administración Milei heredó un BCRA con reservas negativas de US$11.000 millones pero que no pudo variar casi dos años más tarde. “El rescate del Tesoro norteamericano tiene que ser aprovechado para iniciar el camino de la acumulación de reservas; será un camino largo del que no nos podemos desviar”, sentencia.

Jorge Vasconcelos, economista jefe del IERAL también subraya el rol que un banco central saneado y un tipo de cambio no distorsionado cumple en una senda de crecimiento. “No se trata de manipular el funcionamiento del mercado cambiario, se trata de lograr el equilibrio más apropiado para que las tasas reales de interés pasen a ser de un dígito; sólo así se pueden conciliar estabilidad y crecimiento”, sostiene. Para compararlo, calcula que el tipo de cambio oficial de la semana pasada, ($1.500) es semejante en términos reales al de la primera parte de 2019, cuando las reservas (brutas) del Central se mantuvieron estables en torno a US$65.000 millones y las compras de dólares de personas físicas fluctuaban en el primer semestre de 2019 en torno a los US$1.500 millones por mes.

Vientos cruzados. Si bien el empujón del Tesoro sirve para ahuyentar los fantasmas de un descalabro cambiario y económico, la coyuntura indica que la economía entro en una meseta de crecimiento. En julio, el Estimador Mensual Actividad Económica (EMAE) del INDEC arrojó la tercera caída desestacionalizada consecutiva (-0,1%) con una expansión interanual de sólo 2,9%, acumulando una caída de 1,5% respecto al pico. Si la actividad sigue “planchada” hasta fin de año, 2025 cerrará abajo del 4% según estimaciones de Equilibra.

Un dato que trae mejores perspectivas viene, precisamente, de los sectores que mejor evolución mostraron: la energía y la minería, con un impacto bajo en el empleo pero muy alto en lo regional. El economista Salvador Vitelli, director de Research de Romano Group destaca que la balanza comercial energética acumula un superávit de US$7.200 millones en los últimos 12 meses, con un resultad positivo en agosto, por ejemplo de US$750 millones. El desafío para el citado “service” es incluir todos esta variedad de datos positivos y negativos en perspectiva para eludir el triunfalismo de patas cortas y los parches que eternizan la emergencia.

 

 

 

 

 

 

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