Monday 15 de December, 2025

ECONOMíA | Hoy 06:08

La Argentina vuelve al mercado de deuda

Tras casi una década sin financiamiento voluntario en dólares, la Argentina volvió a emitir deuda y consiguió US$1.000 millones para cubrir vencimientos inmediatos sin usar reservas.

La Argentina dio esta semana un paso que durante años pareció fuera de alcance: el Gobierno argentino concretó una nueva emisión de deuda a través del BONAR 2029N. La colocación, que recaudó US$1.000 millones, representa un paso crucial hacia la normalización financiera y la gestión de los vencimientos de deuda más próximos. No obstante, la tasa convalidada, más alta de lo esperado por las autoridades y muy superior a la que pagan los países vecinos, recuerda que la confianza de los inversores aún se encuentra en proceso.

Un hito tras años de aislamiento. La emisión marca el primer acceso de la Argentina a financiamiento en dólares con plazos medios desde 2018. El dato no es menor, durante casi una década la Argentina estuvo excluida de los mercados voluntarios de deuda en dólares, obligada a depender de organismos multilaterales, colocaciones en pesos o mecanismos extraordinarios. Volver a colocar un bono en moneda dura, aun bajo ley local y con un monto acotado, constituye una señal de reapertura que excede largamente el resultado puntual de la licitación.

Desde el Ministerio de Economía destacaron que el rendimiento obtenido se ubicó unos 100 puntos básicos por debajo del de bonos existentes con duration similar, y que el diferencial frente a los Treasuries estadounidenses fue de alrededor de 550 puntos básicos. Para el Gobierno, esto refleja una mejora en los fundamentos macroeconómicos y un mayor grado de confianza por parte del mercado, en un contexto de superávit fiscal, control monetario y menor incertidumbre política.

Para qué se usarán los dólares. El monto recaudado será utilizado para afrontar vencimientos de capital de los Bonares 2029 y 2030 fijados para comienzos de enero. En total, el calendario marca compromisos por unos USD 4.200 millones en el arranque del año, y el objetivo oficial es cubrirlos sin erosionar las reservas netas del Banco Central.

En ese sentido, la emisión cumple una función clave: permite ganar tiempo y oxígeno financiero en un momento sensible, evitando que el pago de deuda se traduzca automáticamente en una caída de reservas. Para una economía que viene de años de fragilidad externa y con un Banco Central con su balance deteriorado, esta distinción no es menor.

Además, desde el equipo económico subrayan que el acceso, aunque incipiente, al financiamiento en dólares amplía el menú de herramientas para la gestión de la deuda pública. En lugar de depender exclusivamente de pagos “cash” o de refinanciaciones forzadas, el Tesoro empieza a reconstruir una curva y una relación con el mercado, condición necesaria para pensar en una solvencia fiscal intertemporal más ordenada.

Una tasa que enfría la euforia. La tasa convalidada introduce una nota de cautela. El 9,26% anual en dólares está lejos de ser motivo de celebración cuando se lo pone en perspectiva regional. Si bien algunos analistas esperaban un rendimiento incluso mayor, y el propio mercado reconoce que se trata de un primer paso, el nivel sigue siendo elevado para un bono soberano a cuatro años.

La comparación con otros países de América Latina es contundente. Brasil, con un riesgo país cercano a los 200 puntos, financia plazos similares a tasas en torno al 4,5%. Chile y Uruguay pagan alrededor del 4% o 5%. Incluso economías con mayor volatilidad política, como Perú o Colombia, acceden al mercado a tasas cercanas al 6%.

En ese contexto, el rendimiento exigido a la Argentina vuelve a ubicarla entre los emisores más caros de la región. El mercado aceptó volver a prestarle, pero lo hizo con poco entusiasmo y con una prima de riesgo todavía elevada. La sobreoferta fue moderada, el precio de corte rondó los USD 91 por cada USD 100 de valor nominal, y algunos analistas calificaron el resultado como “semiamargo”.

Este punto es clave para evitar lecturas triunfalistas: la reapertura del mercado es una buena noticia, pero no implica que el país haya recuperado condiciones normales de financiamiento. La tasa refleja que la confianza sigue en proceso de reconstrucción y que cualquier mejora adicional dependerá de la consistencia del programa económico y de su sostenibilidad en el tiempo.

Riesgo país: una mejora, pero todavía en proceso. La evolución del riesgo país ayuda a entender tanto el logro como sus límites. A fines de 2023, el indicador rondaba los 2.000 puntos básicos, reflejando un escenario de virtual default implícito y una desconfianza extrema. Hoy, tras dos años de gobierno, el cambio de expectativas, las señales promercado y la victoria en las legislativas, permiten que el riesgo país se ubique cerca de los 600 puntos. Una baja admirable, pero que todavía tiene un camino por recorrer.

Esa caída explica por qué la Argentina pudo volver a testear el apetito inversor dado que, sin ella, la emisión hubiese sido directamente inviable. Al mismo tiempo, los 600 puntos siguen marcando una distancia importante respecto de los estándares regionales y del umbral que el propio Gobierno considera necesario para reabrir plenamente los mercados internacionales, que ubica por debajo de los 500 puntos.

En otras palabras, el riesgo país cuenta una historia de mejora clara, pero todavía incompleta. El mercado reconoce avances, pero sigue demandando pruebas adicionales, especialmente en materia de acumulación de reservas, estabilidad macro y capacidad política para sostener las reformas.

Desafíos por delante. Mirada en conjunto, la emisión del BONAR 2029N deja una lectura equilibrada. Es, sin dudas, una buena señal que la Argentina haya logrado volver a financiarse en dólares a través del mercado. Permite cubrir vencimientos inmediatos, aliviar la presión sobre las reservas y empezar a reconstruir el vínculo con inversores.

Al mismo tiempo, la tasa pagada y la reacción posterior del mercado recuerdan que el camino hacia la normalización financiera será gradual y exigente. No hay atajos: bajar el costo del financiamiento requerirá seguir reduciendo el riesgo país, consolidar el equilibrio fiscal, fortalecer el balance del Banco Central y demostrar previsibilidad en el tiempo. El desafío ahora es transformar este primer paso en un proceso sostenido, donde cada nueva emisión valide las mejoras y no sean solo expectativas.

*Sergio Rodríguez Glowinski es economista, director de Ingeco y agente de bolsa en los EE.UU.

por Sergio Rodríguez Glowinski

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