Luciana Croatto: “La maestría del bailarín está en la sencillez”
La bailarina santafesina que triunfó en el mundo, se presentó en el Centro de Experimentación del Colón.
La argentina Luciana Croatto tiene el talento, la constancia y la elasticidad de las bailarinas más destacadas del mundo. Pero también tiene la necesidad de transitar otros registros musicales y no encorsetarse en el ballet clásico para no repetirse entre la gama que va de “El lago de los cisnes” a “Giselle” y viceversa. Y no es algo que le haya explotado en su cabeza ya siendo una profesional, sino en su primera clase de baile cuando a los ocho años se negó a ponerse un tutú rosa. Todo lo que siguió después fue una confirmación de ese sentir primero, hasta descubrir a su gran maestro, el coreógrafo Maurice Béjart, quien la encumbró como una sofisticada artista de la danza contemporánea.
Oriunda de San Carlos, Santa Fe, inició sus estudios de pequeña en un taller de su pueblo, hasta que su visionaria primera maestra Flavia Oggier le recomendó irse a estudiar a Santa Fe en la reconocida escuela Betty Sture porque ella ya no sabía qué más enseñarle. De la capital santafesina al Colón, para otra vez sentirse llena con tan solo 14 años y una beca en Burdeos para comenzar un recorrido europeo que la llevó con los mejores profesores. A sus 20 años, de vacaciones en Argentina, sufrió un accidente automovilístico en el que casi pierde la vida y la mantuvo seis meses internada. Una vez recuperada, volvió a su pasión más enérgica que nunca. Hoy, a sus 39 años y consagrada mundialmente, pasó unas semanas en Buenos Aires para presentar en el Centro de Experimentación del Colón su itinerante obra “Solos extr3mos”, donde lleva su cuerpo a los límites impensados del movimiento sonoro.
Noticias: ¿Es un mérito doble que el mundo de la danza la reconozca por fuera de las obras tradicionales?
Luciana Croatto: Mi temor siempre es que una obra mía no guste porque sale de los cánones de la danza. Si bien son mucho más breves que los clásicos, el temor a aburrir siempre está. Por suerte nunca me pasó, todo lo contrario. Tengo la presión de la curiosidad con la que viene la gente y cumplir esas expectativas. Eso me motiva y lo tomo a mi favor.
Noticias: Cada vez que se presenta en Argentina agota inmediatamente las localidades.
Croatto: Lo que me entusiasma es que el público argentino entiende mucho de teatro, de danza sobre todo. Es un público culto, mucho más que en países europeos o latinoamericanos. El argentino está acostumbrado a leer el cuerpo, a interpretar lo que dice el bailarín. Con mi coreógrafo Billy Cowie nos gusta construir con movimientos sencillos. La maestría del bailarín está en la sencillez y simplicidad.
Noticias: ¿Hay que ser un experto para disfrutar plenamente de su arte?
Croatto: No hay que saber de danza para ver ballet o ver bailar. La danza es la lectura del cuerpo y quien tiene cuerpo, puede disfrutarlo tranquilamente. Desde hace años vengo trabajando con Billy Cowie que tiene su concepto de la danza y a mí me gusta representarlo. Cuando comenzamos a trabajar juntos, confluyeron dos situaciones opuestas, a él ya no le interesaba mostrar sus creaciones porque tiene un extenso recorrido en el mundo del arte y yo quería mostrarle al mundo lo que estábamos haciendo. Al final cedió y lo pudimos presentar en varios países. Está en YouTube para el que quiera verlo.
Noticias: Sin embargo su formación es clásica.
Croatto: Yo estudié danza clásica en el Colón porque cuando uno quiere ser bailarín, la mejor formación es la clásica. Siempre hay que tener una estructura para romper. Después está la personalidad de cada uno. Yo ligué la danza a mi mundo interior e inquietudes personales. Tenía 10 años cuando llegué a Buenos Aires, extrañaba a la familia y me lo guardaba y cuando hacía la barra, expresaba todo lo que estaba viviendo. La danza fue un canal para expulsar mis emociones. El ballet me encantaba y me resultaba fácil, pero nunca me gustaron las medias rosas ni los tutús. Las puntas me quedaban divinas, pero no me gustaban. Yo tenía un cuerpo hegemónico para la danza clásica de los 90 cuando estaban de moda las bailarinas chiquititas como Maksímova y Alessandra Ferri. Después llegó la moda de las altas. Yo tengo las condiciones de las altas pero en chiquito. Mido uno sesenta.
Noticias: ¿Por qué prefirió irse a estudiar a Francia que recibirse en el Colón?
Croatto: Tenía 13 años y me parecía que en Argentina no estaba mi futuro. Quería irme a donde sabía que iba a bailar. En el Colón iba a estar mucho tiempo mirando y esperando. Empecé a mandar videos y currículums a Estados Unidos, me aceptaron en varios, pero no fui porque no teníamos dinero para el pasaje. Somos cuatro hermanos y mis padres ya tenían que hacer el esfuerzo de pagarme las puntas por lo que un pasaje y una estadía afuera era imposible. Pedí una beca y la conseguí en Francia. En Buenos Aires viví tres años en un convento de monjas.
Noticias: ¿Desde chica fue antisistema?
Croatto: Desde siempre. Recuerdo que todas mis compañeras soñaban con la Ópera de París y Londres, y yo quería otra cosa. En clásico era súper correcta pero cuando bailaba libre, rompía los escenarios. El neoclásico era mi lugar en el mundo. Entonces vi un video de Maurice Béjart, lo escuché hablar de la espiritualidad, más filosófico y humanista y quería solo trabajar con él. Hice una audición con él y quedé. Empezamos a trabajar juntos la técnica del ballet, pero con una musicalidad que incluía teatro físico, hindú, africano, percusión y artes marciales.
Noticias: Un accidente de auto la dejó al borde de la muerte.
Croatto: Exacto. El accidente fue a mis 20 años y estaba en un momento increíble de mi vida. La típica película dramática donde la bailarina en su mejor momento tiene un accidente de auto y parece que no va a bailar nunca más. Estuve seis meses internada. Fue un proceso durísimo de entender lo que me pasó sin saber cómo iba a terminar. Acá me querían amputar el brazo izquierdo que se me había roto todo. Hicieron todo lo posible para salvármelo, pero ya no tenían otra solución. Pero yo sentía que no me lo iban a amputar y que iba a salir bien de esa internación.
Noticias: Hoy más allá de alguna cicatriz en su cuerpo, nadie le creería la historia.
Croatto: Si salía todo mal, igual no me iba a alejar del arte. Seguía como directora o lo que fuera. Cuando entendí que en Argentina no había otra opción que amputar, me fui a internar a Suiza y ahí me hicieron un tratamiento donde me salvaron el brazo. Mi cura fue seguir bailando porque mi cuerpo recuperaba su fuerza más que con fisioterapia y casi no se veían mis lesiones cuando bailaba. Hice terapia y entendí lo que era la discapacidad y convivir con ella. Comprendí que todo el mundo tiene cicatrices, a todos nos pasan cosas duras.
Noticias: ¿Cuánto tardó en pisar nuevamente un escenario?
Croatto: A las dos semanas ya estaba en el estudio entrenando. Ahí Béjart hizo “La vuelta al mundo”, una de sus últimas creaciones y mi personaje era un pingüino, con mucho menos movimiento pero comencé a trabajar más la teatralidad, lo gestual. Mi único objetivo era recuperarme y volver a bailar como lo hacía antes, incluso con mi brazo dañado.
Noticias: Su agenda anual incluye muchos países. ¿Su hogar es el escenario?
Croatto: Mi esencia es nómade. No tengo un lugar en el mundo y a la vez tengo varios: Argentina, Suiza, España y Francia. Mi pueblo San Carlos y Santa Fe. Un psicólogo diría que es lógico, porque la danza es movimiento y ese mismo movimiento lo llevamos a nuestro día a día. A veces tengo una añoranza de lo que nunca me pasó como abrir ese armario con todas mis cosas y no tener una vida ligera de equipaje porque viajás todo el tiempo. Las raíces también son buenas aunque por ahora no las pude echar.
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