Raquel Rodrigo: “Me defino como una luchadora”
Empresaria, productora teatral y catequista. Recuperó espacios tradicionales de Buenos Aires. Su amistad con Lola Flores.
No importan los obstáculos ni los desafíos, ella se arriesga, pone el cuerpo y va para adelante. Raquel Rodrigo es una hacedora. Simpática, agradable, elegante, se hace notar, aún sin proponérselo. Catequista, fundadora de un colegio, productora teatral, empresaria gastronómica, su historia es el reflejo de su entusiasmo.
“Me considero una luchadora, una trabajadora, una altruista porque las cosas que emprendí las hice no pensando en lo económico, sino en lo bueno que todo eso podía procurar a los demás y Dios me lo devolvió con creces”, asegura quien hoy es dueña del restaurante El Tropezón (Callao 248), la librería Clásica y Moderna (Callao 892) y el restaurante concert Albur (Callao 435).
Noticias: ¿La religión la acompañó siempre?
Raquel Rodrigo: Me la inculcaron en la escuela. Desde chica fui muy rezadora. No puedo faltar a misa, me siento mal si no voy, voy los domingos y los días de precepto, y todos los días rezo el rosario entero. Soy devota también de Santa Rita de Casia y cuando necesito algo le pido a Virginia Gamba, una mujer extraordinaria, ya fallecida, que me inspiró para fundar el colegio que lleva su nombre y por la que hice un pedido de canonización en el obispado de Morón, porque hay milagros acreditados hechos por ella.
Noticias: Usted comenzó siendo catequista
Rodrigo: Cuando terminé el secundario en Nuestra Señora del Buen Viaje, donde Virginia era rectora, ella me llamó para ser catequista del colegio. A los 18 ya estaba dando clases. Después, paralelamente, trabajé como administrativa en el Obispado de Morón con Monseñor Laguna. Unos años más tarde el obispo me mandó al colegio Nuestra Señora de Luján para reorganizar un tema administrativo y ahí estoy todavía. En ese colegio primario, en 1991, fundé el secundario Virginia Gamba. Ya no doy clases y ahora sólo soy representante legal del colegio, como si fuera el gerente del obispado en su colegio.
Noticias: De esta vida pasó a otra completamente diferente. ¿Cómo llegó a reabrir El Tropezón?
Rodrigo: Yo siempre valoré Buenos Aires, su historia, sus edificios. Con mi marido compramos el estacionamiento de Callao 260 y con ese garage venía un local comercial. Al mes descubrí en el local una mayólica donde dice que allí funcionaba el antiguo restaurante El Tropezón, lugar de encuentro de políticos y literatos. Cuando lo vi me dije: “Yo lo voy a abrir”. Lo habíamos comprado sin saberlo. Eso fue en 2015. Mi familia estaba negada a que yo me metiera en eso, que no tenía ni idea. Entonces, mi hijo me anotó en un curso de Administración Gastronómica en la Di Tella que me sirvió de mucho. Finalmente, lo abrí el 12 de septiembre de 2017. Hacía 34 años que estaba cerrado y había funcionado durante 100 años. Todavía conserva las tres claraboyas de bronce y una cava preciosa, con las bovedillas, los calcáreos y las fundiciones intactos de hace 100 años. Es un lugar con historia pura. Por allí pasaron Gardel, Pelé, García Lorca, Lola Flores, Balbín, Monzón y Susana, entre muchos otros.
Noticias: Su siguiente desafío fue reabrir Clásica y Moderna
Rodrigo: Otro lugar de historia pura, 85 años de existencia. Yo no entendía cómo podía estar cerrado. Es único, tiene librería, cafetería, gastronomía, exhibiciones de arte y espectáculos. Había un problema legal, la sociedad anterior había entrado en quiebra y no se podía alquilar ni vender. Yo me propuse conocer a la dueña del local y destrabar el tema judicial, y así fue. Compré todo lo que había adentro, desde los 9000 libros, el piano de Sandro y las cucharitas del café, y le alquilé la propiedad a la dueña y su familia. Me la entregaron en octubre de 2023 y en dos meses hicimos la cocina nueva, los baños nuevos, pintamos todo, arreglamos las mesas y sillas recuperables, y dejamos el lugar igual a lo que estaba, no cambié ni el color de la pintura. La gente que volvió se encontró con lo mismo. Porque la historia hay que respetarla y conservarla. Los libros no estaban apolillados ni con olor a humedad, y el piano sólo tuvimos que afinarlo.
Noticias: Su último emprendimiento fue Albur
Rodrigo: Sí, en Corrientes 1781 tenemos el otro estacionamiento con mi familia. En un momento, vi un cartelito, en Callao casi esquina Corrientes, que decía que se vendía un subsuelo. Fui a verlo y recorriéndolo descubrí que había sido un teatro. Empecé a averiguar y me enteré que se trataba del teatro “35”. Me contacté con Virginia Lago porque ella había debutado allí con Pigmalión a los 17 años. Fue la cuna de muchos actores, como Perciavalle, Rodolfo Bebán y su padre, Norberto Suárez y otros.
Noticias: Inauguró en noviembre del año pasado
Rodrigo: El 26 de noviembre de 2024. Ahora es un restaurante concert que funciona en el mismo subsuelo, con gastronomía de alta cocina a cargo de Adrián Aguilera. Además, tenemos shows de lunes a sábados de tango, jazz y cabaret, este último es un show con una cantante y tres bailarinas con coreografía de Gustavo Wons. El director musical es Damián Mahler y tenemos músicos propios. La puesta en valor y la recreación del lugar estuvo a cargo del arquitecto y escenógrafo Alberto Negrín, hoy director del Centro Cultural Borges. El edificio es de 1920, el piso de la entrada, de mármol francés, el ascensor es de lo más lindo con roble de Eslavonia y el restaurante tiene pisos dameros de 104 años.
Noticias: Además, es productora teatral
Rodrigo: Empecé en el 2000 haciendo producciones menores y en 2004 empecé a producir a Carmen Flores y la produje hasta que se retiró en 2019. Cuando Leonardo Cifelli me convocó para producir juntos, hicimos “Hello Dolly” con Ángel Mahler en el Ópera, pero el 15 de marzo de 2020 tuvimos que levantar la obra por la pandemia. Está ahí pendiente, en algún momento volveremos a levantarla. Esa fue mi última producción.
Noticias: ¿Cómo surgió su amistad con Lola Flores?
Rodrigo: Fue magnífico. Yo trabajaba con Monseñor Laguna y él era amigo de Lola. Cuando ella se presentó en el Ópera en 1990 fuimos a verla con el obispo, mi marido y el padre Santiago Olivera, que hoy es el obispo castrense. Fuimos a saludarla al camarín y fue una cuestión de piel, le dije que de chica, en mi casa, lo único que se escuchaba era el tango y Lola Flores. Después la seguimos a otro show en San Nicolás y ahí me invitó a una cena en Fechoría, donde le entregaban el disco de oro. Ahí me dio su tarjeta y me dijo que el día que fuera a España me hospedara en su casa. El sueño del pibe.
Noticias: Que se cumplió
Rodrigo: Sí, cuando a los seis meses fui a Madrid con mi marido, la llamé y nos invitó a quedarnos en su casa. Ahí fuimos y desde el ’91 hasta que falleció la fui a visitar todos los años y nos hicimos amigas. Así conocí a su hermana Carmen. En el ’95, Lola me invitó a la Feria de Abril en Sevilla, pero se enfermó y no pudo ir. A los quince días falleció. Mi papá me prestó el dinero para viajar e ir al entierro. Cuando llegué al velorio era una multitud, me metí en medio de la gente con el pasaporte y el pasaje en mano, para que vieran que yo venía de Argentina por un día y, finalmente, uno de seguridad me dejó pasar.
Noticias: Y usted fue la última en saludarla
Rodrigo: Cuando entré acababan de cerrar el ataúd, pero Carmen pidió que lo abrieran para mí y pude darle un beso en la frente y la bendición. Fui la última en saludarla y luego seguí con el cortejo. Al día siguiente, antes de ir al aeropuerto, pasé de vuelta por el cementerio y el canto de los gitanos, que se habían quedado toda la noche, me llevó hasta donde estaba Lola y ahí me encontré con Carmen. Unos años después empecé a producirla.
Noticias: ¿Cómo era Lola a nivel personal?
Rodrigo: Una mujer sencilla, aparecía con una pinza en la cabeza, con chinelas, descontracturada. Después de comer le pedíamos que recitara y enseguida recitaba o cantaba. Era inmensa, caritativa, generosa, siempre estaba para sus amigos. No se creía nada, aunque podía creerse todo, porque no salió una artista como ella en España. Cuando se arreglaba era una faraona. Se peinaba y maquillaba ella misma, dibujaba sus vestidos y era pintora, además.
Noticias: ¿Cómo es su familia? ¿Participan de sus emprendimientos?
Rodrigo: Hace 43 años que estoy casada con un señor maravilloso que siempre está al lado mío para todo. Se llama Luis y es empresario, y tenemos tres hijos, Carolina, Ezequiel y Santiago, y un nieto, Emilio. No, mi familia no participa en estos emprendimientos.
Noticias: La frase “Se puede” le calza perfecto
Rodrigo: Sí, pero no hay que hacer sólo en beneficio propio sino en beneficio de los demás. Yo trabajo 14 horas por día y todo lo que hago me sale del alma. Me levanto a las cinco de la mañana y a las siete menos cuarto ya estoy en El Tropezón y después voy a Albur y así hasta la noche. Pero no soy yo sola, mi mano derecha Ayelén Coto también se levanta a las cinco y su padre que trabaja en los garages y el cocinero que viene de Berazategui. Y aprendo muchas cosas de mis colaboradores. Hoy mi desafío es que estos lugares permanezcan en el tiempo, que nunca más se cierren y que sigan siendo lugares que den placer.
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