Saturday 18 de January, 2025

OPINIóN | Hoy 07:38

Año electoral: los políticos en su salsa

Las legislativas del 2025 ya ocupan a tiempo completo al Gobierno y la oposición. Negociaciones, alianzas y qué hacer con las PASO.

Luego de pasar un año que para ellos fue muy aburrido porque no había elecciones a la vista, al despedirse de 2024 los profesionales de la política se sintieron reanimados. Si bien tendrán que transcurrir meses antes de que las contiendas en que quieren participar entren en su fase decisiva, el que ya estemos en 2025 les ha brindado una buena excusa para subordinar todo a lo que más les gusta. Por ser el suyo un oficio muy competitivo, son como aquellos deportistas que sueñan con ganar medallas en los juegos olímpicos o anotar goles en un mundial; muchos ya estarán pensando en las maniobras geniales que, esperan, les permitirán conseguir triunfos imprevistos y de tal modo escalar algunos puestos en la jerarquía de la facción en que militan o, si tienen suerte, en la de “la casta” nacional.

Por desgracia, es poco probable que haya debates serios entre los partidarios de programas de gobierno distintos. Puede que, a la larga, los enfrentamientos entre teóricos incidan profundamente en el accionar de los gobiernos, pero la triste realidad es que en el corto plazo no sirven para conseguir muchos votos. Es por tal motivo que, tanto aquí como en el resto del mundo democrático, hoy en día las campañas proselitistas suelen asemejarse a las publicitarias en que un jingle pegadizo o un lema seductor importarán mucho más que el valor del producto que una empresa procura vender.  De más está decir que si un candidato es capaz de proyectar una imagen atractiva, no tendrá por qué preocuparse por las eventuales deficiencias de sus propuestas concretas o por detalles como la veracidad de sus declaraciones.

Sea como fuere, no cabe duda de que, por ahora cuando menos, Javier Milei y sus acompañantes corren con ventaja. Brindan la impresión de saber muy bien lo que será forzoso hacer para que el país deje atrás una eternidad de decadencia. Están convencidos de que sería insensato negarse a apoyarlos. También se ven favorecidos por los resultados de la lucha implacable contra la inflación que han emprendido, de suerte que, a diferencia de los gobernantes de tantos otros países, aún no se ven perjudicados por la voluntad casi universal de reemplazar a quienes están en el poder por personas que juren ser radicalmente distintas.

A juicio de la mayoría, “la casta” todavía representa todo lo malo de un statu quo difícilmente soportable y los libertarios de la motosierra son la alternativa. Siguen siendo outsiders, lo que, después de un año y pico a cargo del país, puede considerarse una hazaña notable, si bien una que debe tanto al escaso atractivo de sus adversarios kirchneristas y sindicales más vehementes como a sus propios méritos.

Milei quiere que la gente tome la temporada electoral por una oportunidad para plebiscitar no sólo el gobierno bastante desprolijo que encabeza sino también, lo que le será aún más importante, el “modelo” basado en la libertad del mercado que está construyendo con rapidez. Sabrá que la primera etapa, la del reordenamiento financiero que aún no ha concluido, será mucho más fácil que las próximas. Es una cosa frenar la maquinita y eliminar el déficit fiscal, pero será otra asegurar que una proporción adecuada de los empresarios saquen el debido provecho de la estabilidad para producir más, exportar más y dar más empleo a quienes en muchos casos carecen de la formación necesaria para hacer una contribución positiva a una economía en vías de modernizarse. Por un rato que podría ser muy largo, la paz social seguirá dependiendo de la bondad de las fuerzas del cielo que dieron al país una plétora de recursos naturales.    

Desgraciadamente para Milei, y para el país, décadas de populismo facilista han tenido un impacto muy negativo en la mano de obra disponible que, al igual que las estructuras financieras, tendrá que ajustarse para enfrentar circunstancias que le son ajenas, lo que planteará un desafío enorme al raquítico sistema educativo.  Parecería que Milei y los integrantes de su equipo subestiman la magnitud de las dificultades que serán ocasionadas por la brecha socioeconómica y cultural que separa a la Argentina actual del mundo desarrollado. Es como si creyeran  que, una vez reconstruida la arquitectura financiera y se haya desmantelado un sinnúmero de trabas burocráticas, el capital humano liberado no tardará en protagonizar un período de crecimiento espectacular.

He aquí una razón por la cual muchos que están a favor del rumbo emprendido por Milei sospechan que, siempre y cuando alcance sus objetivos iniciales, no estará en condiciones de hacer mucho más. Es a buen seguro lo que piensan Mauricio Macri y otros dirigentes de Pro, como el ex ministro de Economía Hernán Lacunza, que entienden que hay muchos problemas, entre ellos los causados por el deterioro educativo, que no se prestan a soluciones económicas sencillas.

Asimismo, la propensión de Milei y, aún más, de sus colaboradores más combativos, a manifestar su desprecio por las instituciones que son propias de la democracia y a tratar con desdén altanero a quienes se animan a discrepar mínimamente con su ideario o criticar sus actitudes, hace temer que lo que quieren es domesticar el país hasta tal punto que los únicos libertarios auténticos, para no decir “anarco-capitalistas” permitidos, sean ellos mismos.  

De todos modos, el gobierno de Milei ha logrado persuadir a aproximadamente la mitad de la población de que, sin rectitud fiscal férrea, los políticos continuarán limitándose a manejar la miseria en beneficio de “la casta”, pero corre el riesgo de desaprovechar el éxito “cultural” que se ha anotado.  Desde un punto de vista cortoplacista, rehusar aliarse con quienes comparten sus convicciones sin por eso estar dispuestos a arrodillarse ante su hermana Karina y su gurú Santiago Caputo podría suponerle algunas ventajas, pero lo privaría de las dimensiones que necesitará para consolidar la hegemonía legislativa y territorial con la que sueña.

En política, los sistemas electorales importan mucho; el panorama frente al gobierno sería distinto si para consagrarse como gobernador en la provincia de Buenos Aires, un candidato necesitaría por lo menos el cincuenta por ciento de los votos; en tal caso, tendría motivos para confiar en que, aun cuando un kirchnerista superara a sus rivales en la primera vuelta, perdería en la segunda, como en efecto sucedió en las elecciones nacionales de 2023.  De haber regido en el plano nacional en aquel momento el esquema bonaerense, el presidente de la República sería Sergio Massa que, no lo olvidemos, recibió una proporción decididamente mayor de los votos emitidos que el Partido Laborista británico que, el año pasado, triunfó por un margen aplastante merced a un sistema basado en circunscripciones.

Es por lo tanto comprensible que Milei quisiera eliminar las PASO, que estimulan la dispersión del voto, mientras que el PRO preferiría conservarlas porque le brindaría una oportunidad para recordarles a los libertarios que sigue contando con el respaldo de un segmento social significante que, si bien comparte a grandes rasgos la filosofía económica del presidente, no aprueba el estilo pendenciero y escatológico que lo caracteriza. Conforme a las encuestas más recientes, Milei ha retenido la simpatía de aproximadamente la mitad de los consultados, pero no tiene garantizada la misma proporción de los votos, lo que a su juicio en una anomalía que le corresponde corregir. Es lógico: la popularidad medida por los encuestadores puede esfumarse de un día para otro, mientras que los votos tienen consecuencias que pueden durar muchos años.

Además de estar procurando transformar el nivel de aprobación que disfruta en algo permanente, Milei aspira a hacer lo mismo con el papel llamativo que está desempeñando en el escenario internacional como el paladín más combativo de la severidad fiscal y el amigo latinoamericano de Elon Musk y Donald Trump, un dúo disruptivo que ya tienen en vilo a buena parte del planeta. Si bien aún no ha llegado el tsunami de inversiones que anticipa, hay señales de que, por fin, los mercados están empezando a manifestar más interés en la Argentina. Por cierto, no lo habrán perjudicado las palabras de Kristalina Georgieva; hace poco, la jefa del Fondo Monetario Internacional dijo que, gracias al programa de reformas que ha puesto en marcha, Argentina ha sido “el caso más impresionante en la historia reciente”.

Al ubicarse entre los líderes de “nueva derecha” en la batalla que está librando contra los “progresistas” y “izquierdistas” que durante mucho tiempo han dominado la mayoría de los países desarrollados y que por lo tanto se ven acusados de ser responsables de los muchos problemas que los aquejan, Milei ya ha conseguido el apoyo verbal de sus presuntos correligionarios. Espera que pronto lleguen a la conclusión de que sería de su interés respaldarlo con algo más material, ya que en cierto modo está en juego su propia reputación y la de la causa, aún un tanto difusa, con la que tendrían que sentirse comprometidos.  Puesto que disponen de cantidades astronómicas de dinero, lo que para ellos son monedas sería más que suficiente como para asegurar que la recuperación de la Argentina resultara ser menos ardua de lo que sería si el gobierno estuviera resuelto a remar contra la corriente mundial. 

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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