Monday 6 de January, 2025

OPINIóN | 04-01-2025 08:37

El dueño exclusivo del ajuste

Milei y su motosierra se mantuvieron arriba en las encuestas a pesar de la crisis y los recortes. Las expectativas para el 2025 electoral.

Durante muchos años, la palabra ajuste espantaba tanto a los políticos profesionales que, con escasas excepciones, juraban que nunca soñarían con atormentar al sufrido pueblo argentino haciendo algo tan atrozmente inhumano como reducir, aunque fuera por poco, el gasto público. Coincidían en que siempre era necesario privilegiar “la deuda moral” con los rezagados y sus presuntos representantes por encima de los miserables detalles numéricos que obsesionaban a los odiosos neoliberales. De tal modo, “la casta” preparó el camino para que triunfara un novato de discurso rabioso que se afirmaba más que dispuesto a violar el tabú que impedía a la clase política nacional manejar la economía nacional con un mínimo de sensatez. El consenso era que intentar hacerlo detonaría un estallido social de proporciones épicas.

El poder que ha acumulado Javier Milei se debe a su voluntad de aplicar un ajuste que acaso no sea el más drástico de la historia del género humano, como le gusta decir, pero que sí ha sido el más profundo que se ha visto en la Argentina moderna, superando a los de la fase final de la primera gestión de Juan Domingo Perón y la de Arturo Frondizi y su ministro de Economía Álvaro Alsogaray. Lejos de tener que pagar un precio político abultado por el crimen de leso pueblo que cometió al ajustar, diezmando a las jubilaciones y clausurando ministerios politizados que le parecieron inútiles, Milei vio aumentar su popularidad hasta tal punto que asustaría a quienes le atribuyen un proyecto de hegemonía equiparable con el de los Kirchner.  

Mientras que algunos se preguntan si Milei está pensando en una reforma constitucional destinada a permitirle emular a Carlos Menem que, gracias al llamado pacto de Olivos con Raúl Alfonsín, permaneció diez años y medio en la presidencia, otros sospechan que buscará alternarse en el poder con su hermana Karina, reeditando así el esquema previsto por los Kirchner que fue desbaratado por la muerte súbita de Néstor. Sucede que la tentación de tratar la presidencia como un bien de familia sigue siendo más fuerte en la Argentina que en la mayoría de los países democráticos.

De todos modos, aunque a Milei lo habrá ayudado el caudillismo que anida en el alma colectiva y el deseo de la gente de que el país tuviera un presidente fuerte capaz de tomar decisiones difíciles, importaría mucho más la magnitud del desastre socioeconómico que fue provocado, por razones impúdicamente electorales, por el gobierno caótico de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa. Con su “plan platita”, el trío puso al país al borde de un abismo hiperinflacionario del cual le hubiera sido terriblemente difícil salir.

Milei y muchos otros esperan que la experiencia haya servido para inocular a la mayoría contra la enfermedad -de la que el kirchnerismo es un síntoma- que hace apenas un año amenazaba con transformar la Argentina en un Estado fallido, y que las elecciones legislativas que ya han asomado en el horizonte confirmen que “el cambio de mentalidad” que perciben sea mucho más que una ilusión. Si bien los políticos, funcionarios, sindicalistas y hombres de negocios amigos del poder de turno que se las arreglaban para prosperar en el orden corporativista del kirchnerismo siguen apostando a que, dentro de poco, el pueblo se rebele contra el rigor fiscal extremo del que Milei hace gala, aún no hay señales de que muchos estén dispuestos a hacerlo.

En cierta manera, que éste sea el caso beneficia a los libertarios, ya que los esporádicos gritos de ira y la amenazas truculentas de los desplazados sirven para recordarle a la ciudadanía de lo que tantos están procurando distanciarse, pero, combinados con la agresividad verbal del presidente y sus propagandistas, el espectáculo brindado no contribuye en nada positivo a la evolución sociopolítica del país.

En buena lógica, los anímicamente comprometidos con el pasado reciente deberían considerarse los enemigos más peligrosos del gobierno libertario. Es que la mera posibilidad de que un día “los kukas” pudieran regresar al poder, como hicieron en 2019, hace explicable el escepticismo de muchos que aplauden las arengas de Milei pero no quieren arriesgarse invirtiendo mucha plata en el país, hace pensar que es prematuro de su parte creerlos definitivamente derrotados.

Así y todo, el presidente y quienes lo rodean los tratan con más simpatía que a los liberales clásicos y conservadores que están muy a favor de las reformas económicas en marcha. Puede que den por descontado que los votantes de Pro no dejarán de respaldarlo por temor a que vuelvan los kirchneristas y que muchos peronistas, comenzando con los hartos de la presencia molesta de Cristina, terminarán convirtiéndose en libertarios por ser personas pragmáticas que habitualmente hacen suyas las ideas que están en boga.  Será cuestión, pues, de una mezcla de cálculo político y la voluntad de afiliados de La Libertad Avanza de defender contra intrusos los pedacitos de territorio que actualmente ocupan.

Como un empresario que confía en que un nuevo dispositivo le permitirá ganar muchísimo dinero, Milei y, más aún, sus colaboradores, no quieren que otros saquen provecho de la fórmula económica basada en la severidad fiscal que, hasta ahora, les ha brindado tantos buenos resultados. Están resueltos a patentarla. Es por tal motivo que están procurando fagocitar al Pro de Mauricio Macri y sus satélites; plantean una amenaza al monopolio de un ideario que, a juicios de muchos que, en distintas partes del mundo que están observando con interés creciente lo que está ocurriendo en la Argentina, podría servir para que el país dejara atrás casi un siglo de decadencia.

Desde el punto de vista de tales mileístas y, es de suponer, de Milei mismo, convendría que el movimiento que improvisaron hace poco se ampliara mucho en los meses próximos, pero son reacios a correr el riesgo de verse marginados por mujeres y hombres que, según las pautas tradicionales, son más idóneos y, en muchos casos, están más comprometidos con los principios reivindicados por el presidente que la mayoría de aquellos que optaron por apoyarlo cuando las encuestas comenzaban a sonreírle. En el seno de La Libertad Avanza, sigue librándose “la batalla cultural” de que hablan los jefes; muchos militantes que aún no han interiorizado las doctrinas de la Escuela Austríaca se sienten más atraídos por las de procedencia mussoliniana.    

Para los convencidos de que el macrismo es nada más que el mileísmo con buenos modales, importarán poco los roces constantes que está provocando la gula política de quienes se creen propietarios del “modelo” ultraliberal que el gobierno está tratando de instalar, pero acarrea el riesgo de que los fanáticos del hombre de la motosierra se hagan tan antipáticos que pierdan el apoyo de sectores moderados que de otro modo los respaldarían por tratarse del mal menor.

Temas como los planteados por la actitud de Milei frente a las instituciones democráticas, la corrupción y la Justicia, ya están motivando debates que lo perjudican. Hay quienes lo ven como un dictador en ciernes, un caudillo autoritario que sea congénitamente incapaz de tolerar cualquier señal de disenso. También los hay que insisten en que, por diferentes que sean sus preferencias ideológicas, los libertarios tienen mucho en común con los kirchneristas. Mal que les pese a quienes celebran lo que está haciendo el gobierno para reducir la tasa de inflación, hacer caer el índice riesgo país e impulsar la explotación de las reservas de petróleo y gas de Vaca Muerta - en el exterior, algunos comentaristas han empezado a hablar de la irrupción inminente de una “Argentina qatarí” -, tales preocupaciones son legítimas.

Aunque nos separan casi diez meses de las elecciones de medio término, políticos de todas las especies ya están modificando su conducta y sus actitudes con la esperanza de conseguir más votos para la agrupación a la que pertenecen o, por lo menos, de minimizar las pérdidas que prevén. Después de todo, si, como muchos pronostican, la Libertad Avanza logra aumentar sustancialmente su presencia en las dos cámaras del Congreso, lo hará a costillas de otros partidos. A juzgar por lo que está ocurriendo, los más perjudicados serán los afines al mileísmo, como los miembros de Pro, no los más distantes que siguen siendo leales a Cristina o a su ex hijo adoptivo Axel Kiciloff.  

Para conservar su independencia, Macri y quienes le responden están concentrándose en subrayar su propia adhesión a principios republicanos que Milei propende a despreciar, además de señalar que una alianza formal de Pro con la Libertad Avanza podría anotarse un triunfo impactante, y, lo que sería aún más significante, ahorrarse un derrota penosa, en la Provincia de Buenos Aires. En la Capital Federal homónima, en cambio, el alcalde Jorge Macri, manifiesta menos interés que su primo en pactar con las huestes de Milei que, como sabe muy bien, no ocultan su deseo de privar a los macristas del feudo que han dominado por años, razón por la que decidió celebrar las elecciones porteñas en julio con la esperanza de que no se vean contaminadas por las nacionales en que La libertad Avanza espera consolidarse como el partido hegemónico, asumiendo así el papel que por tres cuartos de siglo desempeñó el justicialista.

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James Neilson

James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).

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