Nabucco (Teatro Colón)

Cómo el Teatro Colón fusionó tradición e innovación digital

Nuevas tecnologías revolucionan el teatro: pantallas, mapping y proyecciones que transforman las puestas en escena.

El Teatro Colón, considerado uno de los más bellos e importantes del mundo, no solo se destaca por su imponente arquitectura, su excelente acústica y su rica historia, sino también por la calidad artística de sus producciones operísticas. A lo largo de las décadas, este escenario emblemático ha sido testigo de un proceso de transformación donde la tecnología ocupa un rol cada vez más determinante en la creación escénica.

Aunque allí se respira tradición, las creaciones que se gestan han sabido adaptarse a los avances digitales que redefinen el espectáculo. La integración de proyecciones, efectos especiales y pantallas LED en la escenografía permite trascender los límites convencionales de la representación, potenciando la experiencia visual y sensorial del público.

Esta incorporación de nuevas tecnologías reconfigura la manera en que se conciben y representan las funciones en el siglo XXI, logrando un equilibrio entre la majestuosidad del pasado y las posibilidades creativas del futuro. Así pudo verse en las recientes funciones de “Billy Budd” de Benjamin Britten, con dirección escénica de Marcelo Lombardero y diseño de Diego Siliano, un referente indiscutido en este tipo de trabajo.

Historia

Los orígenes de estos adelantos se remontan al auge de la ópera contemporánea en la década de 1970. Si bien entonces los dispositivos no estaban tan desarrollados como hoy, directores como el estadounidense Robert Wilson comenzaron a experimentar con la luz y la integración de contenido audiovisual en escena. Un ejemplo emblemático es su colaboración con Philip Glass en “Einstein on the Beach”, donde usó retroproyecciones para crear paisajes abstractos y minimalistas que generaban atmósferas simbólicas y mayor fluidez visual.

A partir de los años noventa, con el avance del video digital y el diseño escenográfico computarizado, surgió la figura del director canadiense Robert Lepage, pionero en el uso intensivo de escenografía multimedia. En su visión de “La condenación de Fausto” de Hector Berlioz para la Metropolitan Opera de Nueva York, los cantantes interactuaban con imágenes de video proyectadas en 24 cubículos translúcidos que mostraban escenas dinámicas de la naturaleza y figuras humanas. Gracias a sensores y cámaras infrarrojas, las animaciones respondían a los movimientos de los intérpretes: la hierba crecía bajo sus pies o el fuego aumentaba con la fuerza de su canto.

Precursor

En el Teatro Colón, el arquitecto y escenógrafo Emilio Basaldúa fue un pionero en la integración de recursos digitales. Colaborador habitual desde 1971, en los ‘90 participó en varios montajes donde incorporó visuales en tiempo real. Uno de los primeros ejemplos de este uso en el Colón fue su versión del madrigal dramático “Il combattimento di Tancredi e Clorinda” de Claudio Monteverdi. Allí, las proyecciones dejaron de ser un mero adorno para integrarse al drama: Tancredo, caballero cristiano, combate de noche a un cruzado sarraceno sin saber que es Clorinda, la mujer que ama. Tras la feroz batalla, él hiere mortalmente a su amada, y las imágenes amplificaron esa tragedia integrándose como un elemento narrativo más.

Más cerca en el tiempo, desde 1995, Diego Siliano se consolidó como un referente en la articulación de los recursos plásticos con la totalidad del proceso creativo teatral. Para él, la escenografía es un arte grupal que investiga y profundiza en técnicas multimediales, creando diseños virtuales y en 3D. “Siempre los cambios en las escenografías se dan con las distintas épocas y se adaptan a las opciones existentes. En los albores del teatro los griegos usaban la mēchanē para elevar personajes al cielo. Era una adaptación de la grúa de construcción de templos. En el siglo XVIII, todo el teatro barroco creció gracias a los avances de la construcción naval y la relojería del XVI y XVII. En cuanto a proyecciones, ya los jesuitas las usaban para catequesis con velas, lentes curvos y vidrios pintados”, sintetiza.

Posibilidades

“Particularmente, recuerdo como si fuera hoy ‘Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny’ en los ‘80, dirigida por Jaime Kogan en el Luna Park, con escenografía de Tito Egurza que usaba proyectores de tres lentes. Quedé fascinado porque abrió una puerta a infinitas posibilidades”, recuerda Sobre un momento clave. Para Siliano, el reto de trabajar con proyección es más estético que técnico: “Siempre me pregunto si es necesario para la puesta y qué puede aportar. A veces ayuda a situar al espectador en un lugar y tiempo determinados. A veces uso pantallas blancas o screens para desarrollar una estética cinematográfica o pantallas LED que aporten un soporte visual urbano. Lo esencial es que contenga y potencie la acción dramática, dialogando con vestuario, iluminación y movimiento actoral”.

En su más reciente diseño para “Billy Budd”, la composición visual crea la sensación de un barco en movimiento, con el mar, el crepúsculo y la llegada del bote con los reclutas, sumergiendo al espectador en un ambiente inmersivo y poético. Entre sus trabajos más recordados también se encuentra su deslumbrante “Parsifal” de Wagner, estrenada en 2015 con regie de Marcelo Lombardero.

Procesos

“Todo el desarrollo se trabajó durante diez meses previos al estreno junto a cinco ilustradores y videistas para preparar los contenidos que se proyectarían, además de la construcción física realizada por los técnicos del teatro. La proyección en este caso nos acercó visual y emocionalmente a esa magia musical que Wagner escribió en 1882 y que el director requería para su visión de la obra”, relata Siliano, quien hoy es titular de cátedra de Escenotécnica y Escenoplástica de la UNA.

En definitiva, la incorporación de la tecnología no solo representa una renovación visual, sino también una evolución en la manera de contar historias. Gracias a un conjunto de nuevas técnicas, el universo operístico se vuelve más dinámico, inmersivo y accesible, sin perder la esencia que define al Colón como faro de creatividad y excelencia artística. El verdadero desafío radica en encontrar el equilibrio perfecto entre el legado histórico y las posibilidades infinitas de la innovación.

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