Pantalón de gabardina, camiseta negra, campera de polar y zapatillas. El pelo gris se le afina hacia un costado de su cabeza. Su menuda figura se mueve ligero y pasa inadvertida entre la gente. Nadie imagina que este norteamericano de 72 años es uno de los hombres más ricos que vive en la Argentina: invirtió más de 400 millones de dólares en 850.000 hectáreas a lo largo del país y de Chile, y se llama Douglas Tompkins.
Desde hace 25 años, Tompkins jura que su obsesión por comprar tierras tiene el objetivo de recuperar la biodiversidad de estos territorios y de convertirlos en parques nacionales. Así ocurrió con el Parque Nacional Corcovado y el Yendegaia, en Chile, y el Monte León en Santa Cruz, Argentina.
Sin embargo, su figura de filántropo ecologista despierta desconfianza y hay quien sospecha que su verdadera intención es adueñarse de los recursos naturales del país. De ahí que lo llamen “el dueño del agua”, por las 150.000 hectáreas que adquirió en los Esteros del Iberá, provincia de Corrientes, una de las mayores reservas de agua dulce de Sudamérica. Precisamente fueron los Esteros el motivo de su paso por Buenos Aires, donde el miércoles 30 de septiembre habló en el Museo de Arte Latinoamericano (MALBA) sobre el proceso de recuperación de la fauna silvestre en la reserva natural Iberá, donde ya logró insertar ejemplares de yaguareté y oso hormiguero. Y donde espera que se establezca en el corto plazo un parque nacional.
Allí recibió a NOTICIAS con quien habló sobre su pasado como agente contaminante, su llegada al mundo ecológico, la mirada de su familia acerca de su megaproyecto ambiental, y la polémica con los aborígenes y sus tierras.
Noticias: ¿Cómo le surge a un empresario multimillonario el amor por la ecología?
Douglas Tompkins: Empecé como escalador a los 12 años y dentro del círculo de gente estaba el ambientalismo y el conservacionismo. En el ‘88 compré un campo en Chile, y ahí surgió el primer proyecto, y lo donamos a una ONG. Un día decidí hacer un análisis del impacto ambiental de mis empresas (“The North Face” y “Espirit”, multinacionales de venta de indumentaria deportiva ) y reveló que lo que yo estaba haciendo contribuía a la crisis ambiental. En los ’90 vendí mis empresas, me mudé a Chile, y fundamos “Conservation Land Trust” (CLT), una organización sin fines de lucro para ayudar a la creación de Parques Nacionales.
Noticias: Es decir que usted formaba parte de esas grandes empresas contaminantes...
Tompkins: Totalmente. Descubrimos que estuvimos contaminando como locos. Fue un consumismo sin ningún sentido. Cada mañana iba a la oficina y hacía algo que no tenía transcendencia. Por eso pensé qué podía hacer para cruzar la línea y trabajar y frenar la crisis ambiental.
Noticias: La paradoja es que usted se fue de los Estados Unidos, uno de los países más contaminantes del planeta, a trabajar por la ecología de Sudamérica. ¿Por qué?
Tompkins: En 1961 vine de visita, y conocí el Cono Sur mejor que cualquier parte del mundo. Por casualidad fui a una expedición de los árboles Alerces en Chile. Me dijeron que había un campo en venta y lo compré compulsivamente.
Noticias: ¿Cómo lo tomó su familia?
Tompkins: Estaba en medio de la separación de mi primera esposa. Mis hijas estaban en la universidad, y ya conocían Chile y Argentina. No fue una gran sorpresa.
Noticias: Desde que pisó suelo sudamericano lo acusan de comprar tierras donde abundan recursos naturales con el único fin de adueñarse de ellos. ¿Qué responde a eso?
Tompkins: Es típico de todo el mundo que se digan esas cosas, porque la conservación es muy criticada por los desarrollistas. Hay que entender que es parte del juego y, si uno hace el bien, luego se gana la confianza de la gente y la clase política. En la Argentina tenemos buena relación con el Gobierno. Están muy agradecidos por el Parque Nacional Monte León que cedió mi mujer, Kris.
Noticias: Si no existe una doble intención, ¿por qué elige esas tierras?
Tompkins: En cada país trabajamos con conservacionistas locales, y preguntamos qué lugares pueden ser aptos para Parques Nacionales. En los Esteros del Iberá preguntamos sobre posibilidades de zonas en conservación con prioridad. Nos entregaron una lista de prioridades, fuimos a visitar, y allí los conservacionistas nos contaron cuál era su idea. Arrancamos con este proyecto en 1997. Hablamos con Parques Nacionales para ver sus prioridades, dónde podíamos ayudar y hacer algo sin conflictos o competencia con otros grupos. Porque hay mucha gente trabajando por ello.
Noticias: En el caso del Iberá, distintas comunidades aborígenes como “La Ñupi” y “Yahaveré” lo acusaron de quedarse con territorio ancestral. ¿Qué opina de eso?
Tompkins: Hay un respeto total con los títulos. Varios vecinos han estado en el mismo frente de movilización. Estamos hablando de indígenas con teléfonos celulares. Algunos tienen títulos, otros no. No pueden decir que esa tierra les pertenece hace 200 años. Estamos en otra época.
Noticias: Pero cuando llegaron los colonos no existían los títulos de propiedad. Además de que hace años los pueblos originarios vienen reclamando sus derechos sobre la tierra.
Tompkins: Han intentado estratégicamente la idea del autoproclamado aborigen porque de esa manera podían tener mayores beneficios. Nosotros los hemos ayudado en la regularización de las tierras, pero no se pusieron nunca de acuerdo en el pedazo que reclamaban. Algunos reclamaban todo. Así que quedó en la nada.
Noticias: Alguna vez criticó que los extranjeros tuvieran en su poder muchas tierras. ¿No es contradictorio dada su situación?
Tompkins: No, por eso consideramos que son parques temporales privados. Se compran distintos campos para formar un paquete para donar al Estado. Luego hay un proceso legal para hacerlo: pasar por el Congreso y firmarlo el presidente. Igualmente por la ley 26.737 de posesión de tierras no podemos obtener más. Como principio creemos que cuando donamos los parques, cada ciudadano es dueño y eso genera equidad social en cada ciudad.
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