"Todos los números están acá". Con el mismo dedo índice con el que hasta hace poco gatillaba un arma como suboficial de la Policía Bonaerense, Cristian San Martín se da golpecitos sobre la sien. "En media hora te memorizás los comercios a los que tenés que ir a cobrar y el papel después se rompe". Dos ex compañeros lo miran y asienten. San Martín baja el dedo y tamborilea con toda la mano sobre la mesa de la celda en la que los tres están detenidos. Hace tres meses que ya no son policías sino simples delincuentes, atrapados en la Comisaría 5a de Esteban Echeverría por haber aceptado parte de la coima que un falsificador de dólares pagó para ser liberado. "Formamos parte de un sistema de corrupción policial que nos usó, nos descartó y luego nos abandonó a nuestra suerte –se sincera San Martín–. Asumimos la culpa, callamos y respetamos los 'códigos' con los que fuimos instruidos. Pero ya no damos más. Estamos dispuestos a contar todo. "
La entrevista fue impactante. Estos tres hombres sentados frente a NOTICIAS –de pelo todavía rapado y años de experiencia policial– se animaron a detallar, por primera vez, cómo es el sistema de recaudación ilegal de la Bonaerense: tarifas, formas de cobro, cómo se reparten los sobornos y hasta qué niveles político y policial llegan los dividendos provenientes del juego clandestino, la prostitución, los boliches bailables, los talleres mecánicos y las ferias ilegales, entre otros rubros. Todos delitos contravencionales. Un sistema histórico de corrupción policial -sin contar el narcotráfico- que ya está naturalizado dentro de la institución y que siempre fue tolerado por el poder político como si fuera parte del "folklore" de la fuerza. Pero que, en realidad, es un método de autofinanciamiento clandestino, por nadie desconocido.
Paso a paso. San Martín, Ignacio Velázquez y Adán Fuentes Prieto no intentan disimular sus tatuajes. Hace calor en la celda descubierta. Dicen que esos dibujos les permitieron infiltrarse en bandas organizadas y pasar desapercibidos, aunque ahora los mimetiza aún más con le target tumbero. Cuando cayeron presos, los tres integraban el servicio de calle de la Comisaría 5a de Esteban Echeverría, pero con distintas jerarquías. El teniente primero Fuentes Prieto, con 15 años en la fuerza, era el jefe de calle, mientras que los suboficiales San Martín (dos años y medio en la institución) y Velázquez (22 años de policía) habían sido designados como sus colaboradores inmediatos. Estaban en un lugar privilegiado.
En cualquier comisaría bonaerense, el jefe de calle es una pieza clave en el engranaje de la corrupción. Hombre de suma confianza del comisario, se encarga, como una más de sus funciones, de la recaudación ilegal. De él se espera operatividad pero, ante todo, fidelidad. Tiene las llaves de la oficina en la que se guarda la contabilidad informal de los sobornos: un tarifario casero de cuánto se cobra a cada uno de los comercios. En general, se trata de listas confeccionadas a mano –una especie de ayuda memoria– para que no quede registro de ellas en ningún sistema informático y puedan eliminarse rápidamente: nóminas que se heredan de gestiones anteriores como un derecho adquirido. Y que cada autoridad que asume en cada dependencia actualiza de acuerdo con quién sabe qué índice.
Un jefe de calle cotiza por lo que recauda y se va forjando una suerte de "capital" en cuanto a la cantidad y calidad de sus clientes, que los comisarios saben recompensar. Todos los meses rinde cuentas a su superior sobre el dinero negro que ingresa a la caja chica y funciona como nexo con los otros agentes designados para golpear puertas. Aunque su trabajo tiene un costado más ingrato. Es el primero que "pierde" cuando las cosas salen mal, premisa que ya forma parte de los códigos de la institución. "El comisario delega la coima en su mano derecha. Pero si al jefe de calle lo descubren, el comisario le suelta la mano. Y el subalterno jamás mandaría en cana al comisario, por eso el policía nunca habla de esto. Estaría traicionando una regla clara", explica a NOTICIAS un conocido comisario retirado de la Bonaerense, con 30 años de calle.
En esta aceitada estructura de recaudación vertical que, según el tamaño de la comisaría, no involucra a más de cinco o seis personas, se movían Fuentes Prieto, San Martín y Velázquez. El primero daba las órdenes. Los otros dos cobraban.
"El servicio de calle se ocupa de juntarle el dinero de los 'colaboradores' al comisario. Puestos de CDs truchos, talleres mecánicos que no están habilitados, quiniela clandestina, prostitución, boliches... El sistema es así: todo está agendado desde hace años, lo que pasa es que esto se maneja con hermetismo. No todo el personal tiene acceso a estos datos sino sólo la gente de confianza y te los va pasando el jefe de calle anterior", asegura San Martín.
NOTICIAS: ¿Esto se habla claramente en cada comisaría o es tabú?
San Martín: El comisario habla con el jefe de calle y le dice "Hay esto". A su vez, el jefe de calle va a designar personal para que haga la recaudación. Algunos van a talleres, otros a los boliches... Se dividen los roles. Pero todos trabajan para el comisario.
NOTICIAS: ¿Ustedes se llevaban algo de la recaudación?
San Martín: Nos daban para que nos manejemos, a veces para el combustible porque nosotros poníamos nuestro vehículo para hacer la junta. Se trabaja de civil, no podés ir con un patrullero a un prostíbulo.
NOTICIAS: ¿Pero cuánto les daban?
San Martín: No sé... para la comida. Yo todo lo soporté porque me gustaba hacer investigación. Pero si no recaudás, quedás afuera y no podés crecer.
NOTICIAS: ¿Este sistema existe en todas las dependencias policiales?
San Martín: Todo el mundo lo hace. Y nadie tiene miedo porque, ¿ustedes conocen a alguien que haya ido preso por esto?
Velázquez: Tendrían que hacer más cárceles para meter a todos los policías de la provincia de Buenos Aires...
San Martín era un experto "sabueso" de la Bonaerense. Antes de trabajar en la quinta había hecho sus primeros pasos en el servicio de calle de la Comisaría 1 de Monte Grande donde también se dedicaba a a recolectar fondos ilegales. Todos los meses golpeaba las manos frente a la puerta de los talleres mecánicos de la zona que estaban "flojos de papeles", es decir, sin habilitación municipal o con un libro de registro de los automóviles fuera de regla. "¿Cómo andás, petiso, todo bien? –preguntaba uno de los dueños–. Pasá a tomar una gaseosa". El acuerdo se sellaba con un apretón de manos y el suboficial se retiraba sin sobresaltos. Ese taller, entonces, era tildado como pare de la nómina de "colaboradores" –así se los llama– de la dependencia policial, que San Martín entrega a NOTICIAS como un documento inédito. Allí se pueden ver los aportes de financieras, agencias de seguridad, talleres mecánicos, puestos de CDs truchos, pools, lavaderos, boliches y agencias de quiniela. "Todas las comisarías tienen sus listas y estos son los números reales que yo recaudé", dice. Por eso está preso, aunque por primera vez se haya atrevido a contarlo.
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