Hace siete años escribí: “En la Argentina, el debate sobre la seguridad vive en permanente estado de desesperación. La secuencia es la siguiente: un hecho delictivo con amplia repercusión mediática sacude espasmódicamente a la opinión pública, esto genera una respuesta de emergencia por parte del poder político y luego todo se relaja, hasta la próxima contracción de la musculatura social que, por cierto, se produce cada vez más seguido y con más violencia”.
Este era el primer párrafo de una larga investigación, “Informe sobre la inseguridad”, que publiqué en NOTICIAS en junio del 2009, bajo el formato de un dossier de 16 páginas. Fue la búsqueda de una respuesta -por supuesto limitada, pero un intento de debate al fin- de lo que, por ese entonces, también figuraba en el tope de las encuestas: cómo se termina con la inseguridad. Analizaba la aplicación de distintos modelos que resultaron exitosos en el mundo para bajar el delito, con sus aciertos y contraindicaciones.
Hoy, para mi sorpresa, al releer este texto kilométrico para los estándares tuiteros de la actualidad, veo que no ha perdido vigencia: los Blumberg de ayer son los Villar Cataldo de hoy; el debate público sigue mordiéndose la cola y dando vueltas sobre sí mismo, recitando como un mantra, mano dura vs. garantismo; y el Estado continúa con respuestas espasmódicas o, lo que es peor, desorientadas.
En nuestro país, las distintas políticas de seguridad nunca tuvieron continuidad en el tiempo. Es más, fueron contradictorias entre sí y quedaron supeditadas a los caprichos y necesidades políticas de los gobiernos de turno. De fondo, aquí no se discute nada. Los panelistas de la tele marcan los tiempos del debate.
Hace siete años, desde NOTICIAS, repasamos y recopilamos las experiencias ajenas en materia de seguridad, no para traspolarlas al caso argentino, lo cuál sería imposible, pero sí para contribuir a una discusión pública con algún fundamento más sólido que el del minuto a minuto. Cómo se instauró la política de “tolerancia cero” en Nueva York que bajó notablemente los niveles de delincuencia, pero que, al mismo tiempo, arrastró consigo inmumerables denuncias de abuso policial. O cómo en Europa apostaron al Estado de bienestar y a un modelo de seguridad más preventivo, aunque esto no genere -tal como necesitamos en la Argentina- resultados a cortísimo plazo.
En aquella oportunidad, a modo de bonus track, 200 ejemplares de este dossier se entregaron a legisladores y funcionarios. Hoy probablemente se necesitaría una reedición: para que los gobernantes dejen de ser meros cronistas de hechos policiales y se decidan a estar un paso adelante en el trazado de políticas públicas.
por María Fernanda Villosio
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