★★★1/2 Esta historia de un par de sacerdotes portugueses que van a Japón en busca del mentor que renunció a su fe es una película de otro tiempo. Su mayor virtud consiste en que las imágenes se mantengan el tiempo justo. Es un Scorsese con todas sus obsesiones. En particular, el héroe obsesivo que llega hasta el absurdo por salvar a quien no desea ser salvado; el tipo tan convencido de sus ideas que no las abandona ni en el peor de los momentos. Es una reversión de la joya “La última tentación de Cristo”, que un grupejo de ciegos ignorantes de toda religión no permitieron que apreciáramos en el cine. Como sucedáneo, Silencio –que es suntuosa y bella– funciona. Pero al lado de aquella genialidad apasionada resulta un tanto menor. O quizás la madurez ha hecho que Scorsese se volviera más contemplativo. De esos films que pueden crecer o disminuir con el paso del tiempo.
por Leonardo D’Espósito
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