Es como si, en medio de un concierto, se apagaran las luces del teatro. Los músicos siguen tocando de memoria, pero sin la posibilidad de leer las partituras ni de ver al director que organiza y marca el ritmo, Hasta que empiezan a escucharse los primeros acordes disonantes. La armonía del conjunto se va perdiendo. Poco a poco, y a medida que pasan los minutos, la orquesta como tal se evapora, cada instrumento suena a su libre albedrío, como puede, aunque los músicos persistan para dar la idea de que todo pasará pronto. Si la energía no vuelve, ya nadie sabe muy bien hacia dónde ir.
Algo así le está sucediendo al sistema científico tecnológico argentino. Con un plan de desarrollo que dejó de cumplirse hace ya dos años (el Argentina Innovadora 2020, presentado en el 2013 por el Ministro de Ciencia, Lino Barañao), con proyectos que quedan en el camino (el satélite geoestacionario Arsat 3 y la central nuclear Atucha 3, por poner dos ejemplos), con una energía (las partidas presupuestarias) que se corta o que llega de a cuentagotas y de manera espasmódica, el sistema tambalea. Los cientificos y tecnicos resisten, pero ya hay quienes abandonan el intento y ponen pie en otros escenarios, fuera de la Argentina.
El Conicet, las universidades nacionales, organismos como el Instituto de Tecnología Industrial (INTI), la Comisión de Energía Atómica (CNEA), el Instituto de Tecnología Agropecuaria (INTA), la Comisión de Actividades Espaciales (CONAE), INVAP (Investigaciones Aplicadas), todos forman parte de ese sistema que, bajo una política de Estado rectora, deberían funcionar coordinadamente. Pero esto ya no está sucediendo, y uno de los ejemplos más claros es el de INVAP: el Estado aún le debe 1.050 millones de pesos por contratos ya realizados, y en abril las 1.400 personas que lo componen no pudieron cobrar sus salarios en tiempo y forma, sino que los recibieron en no muy cómodas cuotas.
Hace pocos días Marcos Peña, jefe de Gabinete del presidente Mauricio Macri, prometió que se reembolsaría el dinero adeudado durante este mes. También aseguró que se cumplirán 15 contratos de desarrollo de soluciones tecnológicas de alta complejidad y equipamiento espacial por 300 millones de dólares en los próximos dos años. Lo que no dijo es que esto se hará a costa de proyectos que quedan en el camino. Los más complejos, los que requieren de mayor desarrollo e investigación, los que permitirían impulsar a Invap y a las casi 200 pequeñas y medianas empresas de punta que lo proveen. Empresas que ya están despidiendo personal, desde técnicos altamente calificados hasta obreros de los sectores de la construcción y la metalurgia.
Un faro argentino. La empresa INVAP Sociedad del Estado fue creada en la década de 1970 a partir de un convenio firmado entre la CNEA y el Gobierno de la Provincia de Río Negro. No depende del presupuesto de los estados nacional o provincial, sino que se mantiene con lo que produce y vende. De la mano de INVAP, la Argentina es reconocida como exportadora de referencia internacional de instalaciones nucleares. También exporta equipos de cobaltoterapia y sistemas de automatización para proyectos industriales. INVAP es la única empresa argentina calificada por la NASA para la realización de proyectos espaciales, y tiene la capacidad de diseñar, construir, ensayar y operar satélites. Además, diseña, desarrolla y construye radares para la Fuerza Aérea Argentina y la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC). Y hay mucho más.
“La trayectoria de INVAP es muy interesante porque es como un pequeño bolsón de inteligencia y de eficiencia que la Argentina logró conformar”, analiza Diego Hurtado, doctor en Física y director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y la Técnica de la Universidad Nacional de San Martín, UNSAM. Y describe: “Quienes nos especializamos en el análisis de políticas vemos al INVAP como la perla de la cual nuestro país puede aprender un camino que debemos reproducir en otros sectores, en hidrocarburos, en aeronáutica, en metalmecánica, en tecnologías de informática y telecomunicaciones, por mencionar algunas. Para tratar de generar una senda robusta de desarrollo con un INVAP no alcanza, precisamos muchos”.
A los tumbos. Desde su creación INVAP atravesó varias tormentas. “A fines de la década de los ´80 y con el alfonsinismo había empezado un proceso de diversificación. Se habían comenzado a desprender empresas de INVAP vinculadas a mecánica de precisión, a química, a metalurgia para el sector hidrocarburífero, siempre con la locomotora del sector nuclear y de la inversión pública. La hiperinflación barrió con estas empresas y con el menemismo el sector nuclear entró en desgracia. Pero lo que vemos es que INVAP está guiada por la estrategia de aprender: aprovechando una política pública del gobierno de esa época: Carlos Menem cancela el Cóndor II, negocia con los Estados Unidos transferencia de tecnología satelital y entonces INVAP hace el esfuerzo de aprender a construir satélites de observación”, resume Hurtado.
Una nota publicada en The New York Times de 1994 afirmaba que “en la Argentina hay una empresa del estilo del Silicon Valley”. Así comienza a desarrollarse la tecnología satelital en la Argentina, aún cuando el achique de aquellos años impactaron sobre el nivel de facturación de la empresa, que actualmente se ubica entre los 100 y los 200 millones de dólares anuales.
“En las naciones desarrolladas los gobiernos, las democracias, deciden políticas de Estado que trascienden las políticas partidarias y son pensadas para las siguientes décadas, sin importar quien gobierne. En China la mira está puesta en los trenes de alta velocidad; en Francia, en la energía nuclear; en los Estados Unidos, en el área de Defensa. Es el Estado quien invierte en los sectores estratégicos, en investigación y desarrollo, y genera políticas de incentivo y atracción del sector privado. Se les otorgan incentivos a las empresas para que incorporen tecnología, se sumen a través de lo que se denominan políticas de compras inteligentes del Estado. Este método se emplea incluso en los países más liberales, donde el Estado actúa como la locomotora que va hacia adelante con la inversión de riesgo, generando negocios en sectores de conocimiento intensivo desde áreas públicas. Luego las empresas avanzan y se transforman en emprendedoras”.
La construcción de los satélites geoestacionarios Arsat 1 y Arsat 2 había colocado a la Argentina (de la mano de INVAP) en el selecto grupo de países dueños de este desarrollo ultraespecializado. Ese tipo de satélites están clasificados dentro de la lista de los cien desarrollos científico tecnológicos más complejos del momento.
Pero con la llegada del gobierno encabezado por Mauricio Macri el satélite que seguía en la lista, el Arsat 3, quedó primero suspendido, luego cancelado, ahora nuevamente en duda. Los planes que había sobre los Arsat 4 y 5 ya no podrán ser cumplidos tal y como se habían propuesto. Alcanzar ese nivel de desarrollo hubiera puesto a INVAP (y por ende, a la Argentina) en posición de comenzar a exportar esa tecnología satelital. Esa exportación de alto valor agregado hubiera metido al país en las ligas mayores del desarrollo.
Frenazo. Pero ahora la empresa enfrenta atrasos en los pagos por parte del Estado, un recorte presupuestario de cerca de 700 millones de dólares derivado de la cancelación de los proyectos más avanzados: los Arsat, el proyecto SARA (Sistema Aéreo Robótico Argentino, un avión no tripulado o dron para vigilancia y control de los grandes espacios aéreos, terrestres y marítimos del país para el Ministerio de Defensa) y contratos con la Armada destinados a mejoras tecnológicas de destructores y corbetas.
“Si proyectamos a diez años esos 700 millones de dólares, ahora están cortando un tronquito que a futuro podría haber sido un árbol. En 10 años tendríamos un ombú frondoso que implicaría muchos puestos de trabajo de altos salarios, tanto para profesionales, como para técnicos y operarios calificados”, resume Hurtado.
Habrá que ver qué consecuencias tendrá el recorte de los proyectos y de los contratos. ¿Despidos? Dependerá de cómo logre la empresa acomodarse a la disminución de ingresos. “Hay que exportar más”, dicen desde jefatura de gabinete. Invap ya lo hace (un ejemplo, los reactores que contrataron Holanda y Australia), pero la interrupción de los nuevos desarrollos harán que se atrase. ¿Qué exportará en una década, cuando más países necesiten satélites geoestacionarios? Argentina ya no podrá ofrecer innovación. Porque innovar implica trabajar durante años antes de tener retorno de las inversiones.
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