Coronavirus en China (Cedoc.)

Coronavirus: la peste de la posmodernidad

Como plaga de estos tiempos, el virus globalizado expone la forma de vida actual, llevada a niveles extremos: aislamiento, miedo al otro y realidad virtual.

Dice la Biblia que diez plagas cayeron sobre Egipto como sentencia de Dios para que el faraón liberase al pueblo hebreo. Todas calamidades sobrenaturales que aleccionaron a un soberano de poca fe.

Plaga de estos tiempos, el coronavirus también llegó a nuestra aldea global como una advertencia. Porque expone y profundiza los síntomas de la vida posmoderna, en una versión mucho más extrema y urgente. Hiperconectividad, con individuos aislados. Miedo al otro. Y realidad virtual como paradigma de lo verdadero.

En Italia, entraron en cuarentena 60 millones de personas. Y se castiga a quienes no cumplan con ese ostracismo sanitario. En China, se dispararon las ventas de esterillas de yoga, preservativos y bicicletas fijas para hacer ejercicio en el living de la casa. Una sobredosis de aislamiento que, a lo largo del tiempo, no parece muy lejana a la pulsión de acumular amigos en Facebook que jamás se conocerán en persona.

La pandemia también afecta a emociones familiares en esta época de grietas y fronteras repelentes: el otro puede ser un enemigo. Si la casa propia se convierte en el único lugar seguro, entonces, todo lo que está afuera, el vecino, el contagiado y el que se va a contagiar, provoca pánico. Ahora, les tocó el turno a los pobres chinos por haber parido al paciente cero. Pero, en Europa, los musulmanes, los negros y los refugiados ya sabían de qué se trataba.

Los mandatarios de todo el mundo se saludan con los codos para evitar la infección, una medida certificada por protocolo. Pero cuánto faltará para que en el subte B, en plena hora pico, ocurra una escena de fobia social al no poder evitar el cuerpo a cuerpo.

Las redes sociales se encargaron de propalar consejos profilácticos. Abrir la puerta del baño con el codo, fabricar alcohol en gel casero y alertar sobre el riesgo de comer murciélagos en sopa. Sólo que nadie avisó que este último video, de impacto mundial, fue el acto de excentricidad de un chino símil Marley y no el origen del nefasto virus. La epidemia de fake news es tan grave como la del coronavirus. Porque la gente, amurallada en sus casas y a salvo de futuros contagios, consume una psicosis poco saludable.


 

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