El "Loco" Montenegro. (Telefe)

Qué tiene MasterChef que los vuelve y nos vuelve locos

Los participantes queriendo mostrar sus habilidades, dejan al desnudo sus más profundas dificultades. Y al poner en juego su narcisismo, reverencian lo endeble de su intolerancia.

Sin saberlo, bajo la apariencia de una competencia culinaria, los participantes de MasterChef, ingresan a una competencia donde el verdadero desafío consiste en vencer a sus propios fantasmas. El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, relaciona el juego con la necesidad de satisfacer los impulsos instintivos de carácter agresivo. De esta manera, el juego ayuda al hombre a liberarse de los conflictos y a resolverlos mediante la ficción.

Preparar deliciosos platos, poner a prueba las habilidades personales y grupales, es visto socialmente como escape para la necesidad de lo lúdico y como forma de distracción. Pero hay un momento, que del disfrute, los participantes pasan de manera secuencial a comportamientos inadmisibles de intolerancia, falta de moderación y control. Se produce el pasaje del chef al barrabrava de la cocina, con el inminente desborde de angustia y violencia.

El ámbito de la competencia y la sensación de sentirse manada, son el medio ideal para la satisfacción de los instintos. La pérdida de la individualidad psicológica, se ve transformada al integrar un grupo con una especie de alma colectiva. Este alma les hace sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinta de como sentiría, pensaría, y obraría, cada uno de ellos aisladamente

Se borran las adquisiciones individuales, desapareciendo así la personalidad de cada uno de los que la integran. Lo inconsciente social surge en primer término, el alma colectiva triunfa sobre la razón. Deben darse una serie de factores, que la índole de esta reflexión excede.

Los participantes del reality, al finalizar el programa regresan a su vida cotidiana, rompiendo el encantamiento de la masa. Pero cada nuevo regreso, fortalece el espacio colectivo, que por sus beneficios psicológicos no se quiere abandonar. Este proceso enriquece la competencia, generando una tensión emocional que deja bien en claro que en el programa se cocinan mucho más que manjares.

El aspecto lúdico no desaparece sino que se transforma. El tejido social se muestra a través de cada conducta. Los participantes queriendo mostrar sus habilidades, dejan al desnudo sus más profundas dificultades. Al poner en juego su narcisismo, reverencian lo endeble de su intolerancia. Una cocción fuera de punto, es motivo suficiente para desatar la peor de las tempestades.

MasterChef se transforma de ese modo, en un laboratorio de nuestra sociedad. Ninguna razón justifica la violencia, y por eso es imprescindible incluir la mirada desde el universo del inconsciente.

¿Qué atrae al televidente que rápidamente toma partido por alguno de los equipos o participante? Empatizar con alguno de los competidores, o con su grupo, nos pone frente a dilemas morales que no quisiéramos enfrentar en la vida real. Pero que podemos encarar en un ambiente más o menos seguro dentro de la competencia. A través de las vivencias de los personajes nos hacemos más empáticos y vivimos en sus manifestaciones, lo que nos pasa en nuestro interior, sin saber que nos pertenece.

 

Lic. Daniel Dauría

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