Ya sobran las evidencias de la corrupción K. Por eso mismo, más allá de lo que pueda (o quiera) resolver la Justicia y en qué tiempos logre (o quiera) hacerlo, el tema va perdiendo novedad e impacto al paso de cada nueva citación o "primicia".
En términos políticos, el Gobierno empieza a percibir que la pila de causas judiciales contra la gestión anterior ya no le rinde tanto. Y que la polémica por los casos Panamá Papers, Gómez Centurión y Michetti puede dejarlo manoseado en el mismo lodo, mientras la economía sigue sin dar ninguna buena noticia.
Mauricio Macri se ha obsesionado a tal punto por exhibirse como todo lo contrario a Cristina Kirchner que abandonó desde el inicio la idea de establecer un "relato" propio. En todo caso, si algo de eso hubo hasta ahora (muy cerca suyo susurran que sí) más bien tuvo que ver con valores frecuentemente negativos para un líder como la debilidad política, la inexperiencia generacional y el zigzagueo errático. Es que, sobre una base comprobable de honestidad y transparencia, dichos "disvalores" podrían mutar a futuro en una imagen de fortaleza fáctica, alto entrenamiento y firmeza en las acciones y las convicciones.
Claro que los tiempos del poder suelen ser muy distintos a los de cualquier reloj. Son escasos y en general tumultuosos, sobre todo en sociedades empobrecidas (y por lo tanto ansiosas y exitistas) como la nuestra.
Durante las dos últimas semanas, el macrismo ha sabido propalar y aprovechar un preocupante clima enrarecido por una ola amenazas. Un par de ellas (sobre todo el cartucho de escopeta en la casa de María Eugenia Vidal) parecen dignas de total consideración. Sería estúpido cuestionar su gravedad, sobre todo cuando podrían tener impresas las "huellas digitales" de servicios, policías y truhanes varios fuera de control.
Lo que también resultaría evidente es que las autoridades, duchas como las anteriores en generar imágenes significativas a través de los medios, se encontraron de repente con un "enemigo perfecto" (aunque nunca ideal ni deseable): las mafias.
Hacer de la debilidad una virtud esencial tiene sus pro y sus contras. David siempre tendrá mejores chances de caer más simpático que Goliat. Pero ya nos pasó con el kirchnerismo, que de victimizaciones supo bastante: cualquier crítica terminaba siendo funcional al enemigo.
Tampoco inventaron nada los K. En los '90, Domingo Cavallo llegó a llamar "idiota útil del narcotráfico" al autor de esta nota, mientras su archienemigo Alfredo Yabrán me acusaba de integrar una "asociación ilícita con Cavallo, Eduardo Duhalde y la Policía Bonaerense". Y sólo por ponerles el ojo crítico encima.
Desde lo comunicacional, el macrismo corre riesgos de asumirse como una especie de "kirchnerismo cheto" que, cual fe de erratas, donde decía "corporaciones" ahora escribe "mafias". O donde decía "campo" ahora escribe "piquete". Las redes sociales y ciertos off the records con funcionarios demostrarían el reciclaje de una tentación autoritaria que tal vez llevemos en los genes. Enemigos enormes y opositores "golpistas": esa ya la vimos. Y los críticos independientes, "destituyentes" crónicos.
El poder ensimisma. Y ya sabemos que el egocentrismo es un monstruo grande que pisa fuerte.
*Jefe de redacción de NOTICIAS
por Edi Zunino*
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