Ya no son Borges, Cortázar y Manuel Puig los que desde hace décadas forman parte de la biblioteca universal de los lectores serbios. Ahora a las vidrieras de las librerías las adornan las obras de Guillermo Martínez, Samanta Schweblin, Ana María Shua, Luisa Valenzuela, Liliana Heer, Isidoro Blaisten y Andrés Neuman, además de una gorda y maciza “Antología del cuento contemporáneo argentino” y la “Breve historia de la Argentina” de Félix Luna.
Treinta años después del boom latinoamericano en los países de la ex Yugoslavia, está ocurriendo en Serbia un mini-boom de la nueva narrativa argentina. Belgrado siempre ha sido considerada la capital cultural de la región. Al extranjero siempre le sorprende el número de las casas editoriales en relación con una población de aproximadamente ocho millones de habitantes, de los cuales tres viven en Belgrado. En su zona de gravitación, a menos de cien kilómetros al norte de la capital, se encuentra Novi Sad, la ciudad boutique en las orillas del Danubio de unos 250.000 habitantes, considerada la cuna de la cultura serbia. Es la sede del NSProzafest, el festival internacional de escritores que hace décadas aumenta su prestigio dentro y fuera de las fronteras, invitando y presentando los escritores del momento, de todo el mundo. En los últimos años, de los argentinos, visitaron Serbia Guillermo Martínez, Samanta Schweblin, Ana María Shua, y este abril, es el turno de Luisa Valenzuela.
Los noventa
Belgrado tiene su propio festival tradicional de escritores, organizado por la Asociación de Escritores Serbios, que se desarrolla en octubre y que hace un par de décadas recibió a Liliana Heer y a Luisa Valenzuela. Eran otros tiempos, el inicio de los noventa, cuando el único escritor argentino contemporáneo que logró cierto reconocimiento de los lectores serbios era Mempo Giardinelli con la novela “Luna Caliente” que tuvo varias ediciones. Apenas unos años antes, la traducción al serbio de “Cambio de armas” de Luisa Valenzuela en una colección de alta circulación no logró despertar mucho interés. Una tardía entrada del boom hispanoamericano en los años '80, y dentro de él la enorme sombra de Borges y Cortázar, no dejaban que las cabezas de los compatriotas más contemporáneos asomaran.
Ahora, la editorial Agora –una suerte de Eterna Cadencia serbia– publicó con éxito “La novela negra con argentinos” de Valenzuela y está por publicar “Simetrías”. Es justamente esta casa editorial la que desafió la lógica de los editores que afirman que los libros de cuentos no venden. Partiendo de la premisa de que los escritores argentinos son por excelencia cuentistas natos, apostó a los mejores de hoy publicando una selección de cuentos de Guillermo Martínez, de Samanta Schweblin y del maestro de género, Isidoro Blaisten.
Fueron justamente los cuentos de este último los que despertaron el apetito por las narraciones de argentinos. El mismo Blaisten confesó a la traductora Liliana Popovich Andjich, quien seleccionó los cuentos para la edición serbia, que su trabajo fue mejor que la selección que hizo el propio autor para una edición española.
Dr. Bojana Kovacevic Petrovic, que dirige la cátedra de estudios hispánicos en la Universidad de Novi Sad, cree que la potencia creativa, el trabajo excepcional con diversos registros de lenguaje y un humor (negro) muy particular del trío Blaisten-Martínez-Schweblin fueron elementos con los cuales se identificaron los lectores serbios.“La demanda fue instantánea –dice Nenad Šaponja, el dueño y director de Agora–. Poner en la solapa palabras 'cuento' y 'argentino' fue cómo inventar un sello de calidad, una marca”.
Autores
Desde que un solitario editor (Svetovi) publicó “Acerca de Roderer”, Guillermo Martínez se fue transformando en un escritor de culto, con un público cautivo. Luego de “Roderer”, fueron publicados “La mujer del maestro” y “La muerte lenta de Luciana B”, esta última, por Laguna, la mayor casa editorial serbia, en su colección “Bolero”, dedicada a la mejor novela hispanoamericana contemporánea, dirigida por Liliana Popovich Andjich y él que suscribe esta nota.
“Estuve gratamente sorprendido por la recepción de mi obra, la atención mediática y la popularidad entre los lectores” –dice Martínez, quien participó el 2015 en NSProzafest, llevándose el premio especial del congreso literario–. “A los escritores argentinos, la gente los sigue de cerca, me sentía como Ginobilli o Del Potro”.
Lo confirma Samanta Schweblin, quien estuvo en el mismo evento un año antes que Martínez, interactuando con los alumnos de escuelas secundarias que leyeron sus cuentos. Luego de una selección de sus cuentos que fue muy elogiada en los medios, se espera la publicación de su “nouvelle”, “Distancia de rescate” como un evento editorial. Por otra parte, la inclusión de “El peso de la tentación” de Ana María Shua en la colección Bolero, despertó el interés de varios editores por su novelas, micro narraciones y trabajos para los jóvenes. Hace pocos días, Shua dio una entrevista exclusiva para Politika, el principal diario serbio.
Mientras Luisa Valenzuela aguarda el vuelo que la llevará el 13 de abril a Belgrado y Novi Sad, está ocurriendo una suerte de ramificación y profundización del interés por la narrativa argentina. De repente, los editores comenzaron a publicar los clásicos, al mismo tiempo que muestran curiosidad por traer a “los nuevos” como Sacheri, Ronsino, Piñeiro, Magnus. Solamente el año pasado, algunos editores, antes poco sensibles con la narrativa hispanoamericana, publicaron “La Cautiva” y “El Matadero” de Esteban Echeverría, “Don Segundo Sombra” de Ricardo Güiraldes, “Los siete locos” de Roberto Arlt y “Cuentos fantásticos” de Leopoldo Lugones. Al mismo tiempo, fueron ya publicadas las novelas “Hablar solo” de Andrés Neuman, y “Simona” de Eduardo Lalo. Ya se negocian las condiciones para publicar a
Fogwill, Aira y Fresán.
El sur
Šaponja, quien fue invitado a la última Feria de libro de Buenos Aires por el Programa Sur de la Cancillería argentina, gracias a una fructífera cooperación con ese mecanismo de promoción de la literatura argentina en el exterior, se acuerda de otros tiempos: “Cuando luego de un viaje por Serbia Liliana Heer escribió una breve novela onírica, ‘El Sol, después’, llamándola ‘mi libro serbio’, todavía publicarlo en nuestro país era un riesgo. Sin embargo, a pesar de ser un texto críptico, esa primera obra que publicamos con el apoyo del Programa Sur tuvo un éxito inesperado y llegó a ser un hit modesto, no solamente en Serbia sino también en el vecino Montenegro. Unos años más tarde, ya no vamos sólo por los bestsellers, buscamos las ‘perlas negras’, rescatamos del olvido obras valiosas del pasado. Hay que reconocer también que la embajada argentina en Belgrado fue todo ese tiempo nuestra aliada”.
En una presentación de la novela serbia de Heer en la Biblioteca Nacional, con Reynaldo Sietecase, discutíamos sobre por qué esa sintonía entre dos sensibilidades literarias, a pesar de tanta distancia geográfica e histórica. Llegamos a la conclusión de que los serbios y los argentinos compartimos las mismas virtudes – inclinación a la improvisación, gran sentido de humor y (auto)ironía, la excepcional creatividad artística, una tradición de buena educación pública–, pero también padecemos de los mismos defectos –el amor a la mitomanía y el narcisismo, la falta de equilibrio y la inclinación a la desmesura, un cierto complejo de inferioridad colectivo que se manifiesta como complejo de superioridad nacional y cierta nostálgica sensación de autodestrucción con el discreto encanto de los perdedores melodramáticos.
A mí, como a un serbio ligeramente aporteñizado, que vive en ambas ciudades, realmente me da igual si el Todopoderoso atiende en Belgrado o en Buenos Aires, siempre y cuando esto nos deje un flujo continuo de libros maravillosos entre las dos orillas del Atlántico.
*Escritor, periodista y traductor literario serbio especializado en narrativa hispanoamericana.
por Branko Andjic *
Comentarios