En el Instagram de Cristina Kirchner aparece una imagen. Es lunes 24 de abril por la tarde y la composición se viraliza más rápido que un rayo: allí se ven capturas de pantalla de los programas de Santiago del Moro, Alfredo Leuco, Alejandro Fantino y Mariana Fabbiani: los primeros tres con el mismo zócalo, “Santa Cruz: la Venezuela argentina”, mientras que a la conductora se la ve llorando desgarradoramente. Debajo, la ex presidenta escribe una sola frase: “Cadena Nacional (de la mentira)”.
Con una provincia de Santa Cruz asediada por las deudas y el mal clima social, la tesis de Cristina apuntaba a mostrar cómo los medios fogonearon las últimas marchas que arrinconaron a la gobernadora santacruceña Alicia Kirchner y que pusieron como protagonista a CFK tras la manifestación del viernes 21, cuando quedó sitiada junto a su cuñada en la Casa de Gobierno de la provincia.
Pero el azar derribó su denuncia. La producción de “Los Leuco” buscó el video donde el periodista hacía esa columna, pero no lo encontró. Ante la sorpresa siguieron rastreando, de a una, en todas las columnas del año (por si se les había escapado el dato). Nada: el zócalo nunca había sido escrito en el programa. Se comunicaron con los otros conductores involucrados en la “Cadena Nacional (de la mentira)”. El resultado fue, a esa altura, evidente: ninguno había puesto tal graph. Todo era parte de un burdo montaje K.
La hacedora de esa producción tiene nombre y apellido: Anita Montanaro, la responsable de las redes sociales de Cristina Kirchner. La mujer en la que la ex presidenta deposita toda su “confianza 2.0” tiene 48 años y desde agosto de 2016 trabaja en relación de dependencia en el Instituto Patria, el refugio político de CFK en Capital Federal. Es la editora del último “relatito K”.
Provocadora full time, Montanaro no se amilanó ante el descubrimiento de los zócalos truchos. Eso sí, buscó una estrategia para zafar: “Nos pegan, nos meten en cana, nos echan, no llegamos a fin de mes y ustedes se preocupan por un meme que irritó al periodismo. Salames”, contragolpeó, insultando a quienes tuiteaban en contra del ridículo acto de la ex mandataria.
Pero lo que CFK publicó no era –como ella dijo– un “meme”, que es una imagen que se publica en las redes, visiblemente trucada para causar gracia. La adulteración en la imagen de los zócalos pretendía pasar por cierta y generar indignación. Poner al kirchnerismo en el rol de víctima. Montanaro siguió: “Pasaron de meterla presa a discutir zócalos, enfermos”, sentenció.
Confianza ciega. La community manager de CFK entró en la intimidad de la ex presidenta de la mano de Aníbal Fernández. Como parte del “Movimiento Bloguero Peronista”, Montanaro fue escalando posiciones a raíz de un ferviente fanatismo con la ex presidenta. Cristina no es lo único que la apasiona: San Lorenzo y el heavy metal (en especial Iron Maiden) están casi en el mismo orden de importancia.
Saltó a la fama a fines del 2015, cuando se apropió de las cuentas oficiales de Twitter y Facebook de la Casa Rosada para seguir usándolas desde el llano. Mientras Cristina Fernández discutía con el flamante presidente electo, Mauricio Macri, cómo sería el traspaso oficial (finalmente trunco), Montanaro preparaba su movida. La cuenta @CasaRosadaAR, que tenía 320.000 seguidores, cambió su descripción horas antes del 10 de diciembre, el día que asumía el nuevo presidente. “Twitter de las Presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. 25 de mayo 2003 al 10 de diciembre 2015”, puso en la descripción de esa red social.
La negativa de CFK de entregarle a Macri los atributos presidenciales (el bastón y la banda) incluyó las redes sociales. Montanaro se las robó y lo vivió como una victoria. La gestión de Cambiemos creó nuevas cuentas y comenzó a juntar seguidores desde cero.
A esta altura, la community manager tiene vía libre para publicar en el Twitter de Cristina (que cuenta con 4.816.000 seguidores) y en la de “Casa Rosada 2003-2015” (300.000 usuarios). También es muy prolífica en su cuenta personal, donde dispara con furia exacerbada: es capaz de asegurar que debían haber “fusilado a todos los de Clarín”, de pegarle a cuanto periodista critique a Cristina y de responder violentamente a los cibernautas que la atacan. No tiene reparos: ella misma se describe como una “fundamentalista de Cristina”.
De la interna K también opina: no quiere al ex secretario de Seguridad Sergio Berni como candidato en Capital Federal y considera que Julián Domínguez representa “lo peor de la raza humana, basura mal”. A la intendenta de La Matanza, Verónica Magario, le dejó su consejo tras el escándalo de los patrulleros ploteados con su nombre: “Si te aprieta Clarín por una boludez de un patrullero estamos al horno”.
Muchas veces es la propia ex presidenta la que dicta los tuits. ¿Cómo darse cuenta? CFK no se ajusta al código de Twitter. En vez de dar un mensaje en 140 caracteres, hace sus típicos monólogos que Montanaro reparte en diferentes publicaciones: una catarata. “Eso va contra la esencia de la red social. Sólo se le perdona porque el personaje (la ex presidenta) es más importante que el canal. Si fuese otra persona, no tendría muchos seguidores”, analiza un experto en redes.
NOTICIAS intentó dialogar con una fuente de su entorno. Apenas comentó quién era el sujeto de la noticia, se enfureció: “Están haciendo una operación. Son parte de una operación”, gritó. No hubo manera de explicarle que no. El fundamentalismo no admite explicaciones. Montanaro, por su parte, no respondió los llamados de esta revista.
El relatito K. “Pasaron de truchar el INDEC, a unos zócalos de la televisión. Eso es decadencia”, se divierte un funcionario de Gobierno que prefiere mantener su nombre en reserva, pero muestra cómo disfrutó el PRO el pifie que cometió la ex presidenta. “Si trucharon los libros de Hotesur, ¿cómo no se van a animar a esto?”, argumenta la abogada de Margarita Stolbizer, Silvina Martínez.
Los zócalos mentirosos se convirtieron en tendencia en las redes que Montanaro maneja. Pero no fueron el único tropiezo de CFK.
Tras el escrache del viernes 21, en el que un grupo de personas se manifestó frente a la residencia de la Gobernación de Santa Cruz, Cristina se hizo filmar mostrando los daños producidos y contando cómo habían tenido que amontonar muebles contra la entrada principal por temor a que los manifestantes irrumpieran.
“Éramos sólo cinco mujeres acá”, explicó en el video, a pesar de que tanto ella (por haber ejercido el cargo de presidenta) como su cuñada (gobernadora) tienen custodia personal. Es decir, había gente a cargo de la custodia, a pesar de que, en su victimización, Cristina lo desconozca. Nota al margen: en los 24 minutos de video repite nueve veces que estaba presente “mi nietita de 18 meses”. Helena, la hija de Florencia, nació el 23 de agosto del 2015. Es decir, tiene 20 meses.
Minutos más tarde, CFK lanzó una denuncia descabellada: “Lo cierto es que la gobernadora recibió una provincia quebrada”, sentenció, a pesar de que desde el retorno de la democracia (en 1983) todos los mandatarios provinciales fueron peronistas, y que desde el '91, cuando asumió en ese cargo Néstor Kirchner, respondieron específicamente al Frente Para la Victoria, hasta la actualidad. La “provincia quebrada” la heredaron de sí mismos.
En su feudo, Cristina puede dejar atrás el progresismo que ostenta sin inconvenientes. Apoyó abiertamente a los maestros en su lucha a nivel nacional, sin ponerse colorada por la oferta del 3% de aumento que les hizo su cuñada a los docentes de Santa Cruz.
Al “relato trucho” de CFK se le ven los cartones. Sin embargo, a pesar de las evidencias, no reconoció ninguno de los errores y, mucho menos, pidió disculpas. Imposible: no es el estilo de Cristina Kirchner, y mucho menos el de su “fundamentalista”, Montanaro.
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