El fantasma de Agripina quedó flotando sobre Abbottabad. Un rumor que atravesó la historia afirma que la hermana de Calígula hizo asesinar a su esposo, el emperador Claudio, para que el poder sobre Roma quedara en manos de su hijo Nerón.
La Agripina de Abbottabad sería Jairia, una de las esposas de Osama Bin Laden y madre de Hamza, el hijo que encabeza la campaña de relanzamiento de Al Qaeda con vistas a recuperar el liderazgo del terrorismo global que le arrebató ISIS.
El mundo conoció el rostro de Hamza cuando era un niño que aparecía en la foto junto a su padre, el terrorista más buscado del mundo. Con sólo diez años, posó junto a los restos de un helicóptero norteamericano derribado en Afganistán y salió en el video talibán paquistaní llamado “El muyahidín de Waziristán”.
Ahora, el mundo conoció su voz, exhortando a los musulmanes del orbe a realizar atentados contra los infieles en todos los rincones del planeta. Pero lo más importante del mensaje, es que prueba que Al Qaeda intenta recuperar el poderío que ISIS le quitó y que su nuevo líder sería Hamza Bin Laden. Si es así, entonces Jairia, la presunta Agripina saudí, le ganó la pulseada a Seehan, otra de las esposas que intentaba que Jalid, su hijo con el jeque árabe, sea el sucesor al frente de Al Qaeda.
Telenovela
Según la interpretación que años atrás hizo Shaukat Qadir, un general paquistaní que investigó a fondo la vida y la muerte de Bin Laden en Abbottabad, Jairia se esforzó para llegar al refugio que su marido compartía con otras dos esposas, Seehan y Amal, además del hijo Jalid y una legión de guardaespaldas.
Jairia y su hijo Hamza habían sido confinados a un encierro en jaula de oro en Irán, mientras Jalid se adiestraba para heredar el liderazgo de la organización terrorista que fundó su padre.
Para el general Shaukat Qadir, el egipcio Aymán Zawahiri, número dos de Al Qaeda, consideraba que Bin Laden padecía un proceso de enajenación mental y era necesario reemplazarlo, pero no confiaba ni en Seehan ni en su hijo Jalid. Por eso se valió de los “celos enfermizos” de Jairia para urdir una conspiración destinada a eliminar al líder de la red terrorista.
Siempre según esta versión, Jairia guió a la inteligencia norteamericana para que descubriera la guarida en Abbottabad, allanando el camino a los comandos de elite Seal que ejecutaron la operación en la que fueron acribillados Osama y su hijo Jalid.
En la versión del general Qadir, Jairia estaba celosa de la belleza de Amal, la hermosa joven yemení que fue la última en sumarse al harén de Osama Bin Laden.
El punto débil de esta teoría es la cuestión de los celos. Las esposas de los jeques tienen ese instinto congelado. No puede ser de otro modo siendo parte de un harén. Pero que no haya actuado por celos, no descarta que Jairia haya conspirado para que Bin Laden y Jalid mueran.
Ella, igual que Seehan, la madre de Jalid, eran sauditas. Pero Jairia pertenecía a una de las familias que se consideran descendientes de la tribu Quraish, a la que pertenecía Mahoma. Por ende, es posible que haya considerado que, por razones de linaje, su hijo Hamza tenía más derechos que su medio hermano para heredar el rango de emir de los jihadistas que aún detentaba Bin Laden en esa etapa crepuscular de su liderazgo.
El hecho es que en el ataque en Abbottabad murieron los que tenían que morir para que el camino hacia la conducción de Al Qaeda se le abriera a Hamza Bin Laden.
La voz de barítono, tan parecida a la de su padre, con que le anunció al mundo que la organización terrorista que golpeó al imperio norteamericano en su propio territorio aún está viva, anunciaba también la modalidad de lucha. Y esa modalidad es la abyección absoluta que alcanzó ISIS.
Osama
Con Bin Laden nació el terrorismo global y alcanzó la escala del genocidio. Eso fue el 11-S. En un solo día y en un solo golpe, se exterminó a más de tres mil personas, por vivir en un país enemigo y ser parte de una cultura considerada enemiga de Dios.
Parecía que nada podía ser más abyecto, hasta que irrumpió el engendro que Al Qaeda había incubado en Irak y proclamó el “califato”. Desde allí se apropió de las alianzas que tenía Al Qaeda, desde Boko Haram en el Africa subsahariana, hasta Abú Sayyef en Asia, pasando por el Magreb, Medio Oriente y el Cáucaso.
También se apropió de la red de células dormidas que Osama Bin Laden y Ayman al Zawahiri habían diseminado en Europa. Pero llegó aún más lejos al crear una nueva dimensión; la más monstruosa e indetectable: los lobos solitarios.
Los sitios de ISIS en la red se especializaron en lanzar mensajes psicológicamente calibrados para detonar en la cabeza de psicópatas y resentidos con instintos criminales.
Irrumpió así el terrorista espontáneo, o sea la persona que sin tener vínculos orgánicos con una estructura terrorista y sin haber recibido adoctrinamiento ni adiestramiento, es devastadora en potencia. En su mente está el gatillo que el mensaje de ISIS sabe presionar para que entre en trance exterminador.
Eso es el terrorista espontáneo y sus blancos son aquellos a los que un verdadero combatiente jamás apuntaría. Desde pacientes, voluntarios y médicos de un centro de rehabilitación de discapacitados en California, hasta las niñas que asistían a un concierto en Manchester.
Los golpes más bajos, sañosos, cobardes y crueles son la regla en el accionar de ISIS. Por eso tenía lógica esperar que, si Al Qaeda decidía retomar la iniciativa y recuperar el terreno arrebatado por su demencial desprendimiento, buscara diferenciarse denunciando la ostentación de la crueldad y la indiscriminada criminalidad del terrorismo que responde a Abu Bakr al-Bagdadí.
Sin embargo, no hay reproches en el relanzamiento de Al Qaeda. Lo que hay es sólo el intento de que las células, las milicias aliadas y los lobos solitarios sigan actuando con la misma crueldad y cobardía, pero en nombre de Al Qaeda, no de ISIS.
por Claudio Fantini
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