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EMPRESAS | 22-06-2017 19:31

Renunció el CEO de Uber: ¿el fin de la cultura corporativa agresiva?

Travis Kalanick, el fundador, encarna al prototipo de empresario ambicioso y machista. Se vio forzado a dejar su puesto por reclamo de los accionistas.

Prepotente, machista, ambicioso y matón, Travis Kalanick (40) encarnó mejor que nadie ese ethos de empresario agresivo que vive bajo el lema de que es mejor pedir perdón que pedir permiso. Solo que él nunca le pidió perdón a nadie. Permiso tampoco, claro. Su compañía, Uber, se saltó alegremente todas las reglas, ordenanzas y leyes que encontró, en 662 ciudades de cinco continentes. Él llegó a tener pedido de captura (en Corea del Sur). Pero eso nunca le preocupó, hasta, quizás, la semana pasada.

Desde 2009, cuando fundó la empresa, Kalanick avanzaba en su expansión como un tractor, sin preocuparse de críticas ni objeciones. Lo hacía, como se dice, "porque podía": porque igual ganaba. Las inversiones eran cada vez más, la clientela se hacía global y los abogados pagaban sonriendo las multas que no hacían ni rasguños a la empresa. La valuación seguía subiendo, y llegó a 70 mil millones de dólares, indiferente a la lluvia de juicios y cuestionamientos que llegaban desde todas partes del globo. Silicon Valley y su capital de riesgo amaba a Uber y Kalanick no a pesar de su ambición inhumana, sino gracias a ella.

Y, sin embargo, ayer Kalanick renunció a su puesto. ¿Qué inclinó la taba para que el gran ganador de la "sharing economy" se bajara de una de las empresas con mayor crecimiento del mundo?

Kalanick había dicho la semana pasada que se tomaría una licencia por tiempo indefinido. "Si vamos a construir un Uber 2.0, hace falta también un Travis 2.0", aseguró, y argumentó además que necesitaba elaborar el luto por el duelo de su madre, muerta en un accidente náutico el mes pasado. Pero evidentemente los accionistas no lo apoyaron, porque ayer presentó su renuncia. Según afirma The New York Times, cinco de los más grandes inversionistas (en realidad, fondos de inversión) habrían exigido esta decisión.

¿Qué fue lo que permeó la armadura de negocios blindados de Kalanick? No fue un solo motivo, sino un cúmulo.

Apoyo al veto antiinmigratorio

En enero pasado, la campaña #DeleteUber  (Borrá Uber) caló hondo en la opinión pública estadounidense. Invitaba a borrar la app de los teléfonos en protesta por acciones que se consideraban antiéticas; en particular, apoyar el veto antiinmigratorio del recién asumido presidente Donald Trump. Cuando los taxistas de todo el país pararon para protestar contra la medida, que consideraban discriminatoria y xenófoba, Uber desactivó deliberadamente el aumento de tarifas que suele activarse cuando aumenta la demanda. Esto enfureció a la clientela; unos 200 mil usuarios borraron la app de sus teléfonos. También le dio una ventaja a Lyft, su competencia, que públicamente donó dinero a una ong que trabaja por los derechos de los inmigrantes.

Machismo, discriminación y acoso sexual

Pero lo que verdaderamente erosionó la imagen de Uber fue una denuncia por sexismo, discriminación y acoso sexual en el entorno laboral. No es la primera denuncia de este tipo; de hecho, Kalanick mismo ha hecho chistes machistas, y la cultura machista de la empresa era algo conocido en el entorno de negocios. Pero la historia de Susan Fowler, publicada en un blog el 19 de febrero, fue la gota que rebalsó el vaso.

Fowler es una ingeniera en sistemas que trabajó en Uber durante unos meses. En su blog explicó con lujo de detalles cómo había sufrido discriminación de género y acoso sexual en reiteradas oportunidades y cómo, cada vez que recurrió a Recursos Humanos para denunciar esta situación, sus denuncias habían sido desestimadas. La cultura machista de Uber es señalada hace años, y el propio Travis se ha ufanado de eso en público. La semana pasada, un miembro del directorio tuvo que renunciar por haber hecho un chiste machista en una reunión donde justamente se estaba tratando el tema del machismo en la compañía. A principios de este mes, la compañía despidió a Eric Alexander, el jefe de Uber en la región de Asia-Pacífico, por haber entorpecido una investigación por un caso de violación en un Uber en India; se cree que Alexander habría buscado retener el archivo médico de la víctima, y que Kalanick estaba al tanto.

Maltrato público

Una semana después de la publicación del relato de Susan Fowler, con el escándalo creciendo, se difundió un video donde se veía a Travis Kalanick maltratando a un taxista de Uber que le cuestionaba cómo la compañía establece las tarifas. "¿Sabes qué? A algunas personas no les gusta asumir la responsabilidad de su propia mierda. Culpan a alguien más de todo lo que pasa en sus vidas. ¡Buena suerte!", se ve que dice. Aunque pidió disculpas públicas, no fue suficiente.

Todos estos escándalos personales  parecen tener más peso que el rosario interminable de acciones legales que gobiernos de todo el mundo emprendieron contra Uber desde 2009. Incluso en Buenos Aires sus directivos sufrieron un controversial pedido de captura.  Pero no fue eso, sino la reacción contra el machismo, lo que finalmente inclinó la balanza comercial.

En abril de 2016, Arianna Huffington, la fundadora del Huffington Post, ingresó al directorio de la compañía y comenzó a lidiar con estos y otros problemas de reputación. Se dice que su presencia fue un primer paso en el cambio real de cultura corporativa que condujo a esta renuncia.

El caso puede funcionar como punta de lanza y síntoma de un cambio en la industria tecnológica, señalada desde hace años como machista y poco diversa. Quizás, a contramano de la cultura agresiva, machista y matona que baja desde la Casa Blanca, el capital de riesgo esté empezando a comprender que proteger a los bullies es un mal negocio.

por Marcela Basch

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