★★★ Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana llamada “los noventa” creímos que Kenneth Branagh era un potencial gran autor. Había hecho Enrique V, y después un policial a lo Hitchcock llamado Volver a morir (un problemón, vea), y después una luminosa adaptación de Mucho ruido y pocas nueces. Que podría ser, finalmente, el slogan de su carrera. Brannagh cree más en el teatro que en el cine, pero tiene la ventaja de creer, también, que el asunto debe de ser divertido. Claro que las cosas (ay, La Cenicienta...) no siempre le salen bien cuando no tiene a Shakespeare al lado (su versión de Trabajos de amor perdidos en forma de musical de los cuarenta es hermosa). Aquí la tiene a Agatha Christie, y otra tradición tan inglesa como el teatro: el misterio policial de cuarto cerrado, el “whodunit” (“quién lo hizo”) donde casi nunca el asesino es el mayordomo. Lo mejor es que maneja a muchos actores que resultan muy placenteros de ver, que se sienten a sus anchas en este juego de ingenio con cadáver incluido. Incluso él mismo, claro. Lo peor (que en realidad no es tan malo, pero hace que la película no salga de una rara medianía) es que, de tan interesado que está en las actuaciones, deja de lado el suspenso, el peligro, la necesidad de resolver el caso. Un rico té de las cinco, pero no uno inolvidable.l
por Leonardo D’Espósito
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