Friday 22 de November, 2024

OPINIóN | 25-07-2018 20:49

Aborto legal: el regreso de las Criadas

A días del debate final en el Senado, más de cien mujeres caracterizadas como las criadas de Margaret Atwood, con Elena Roger a la cabeza, volvieron pedir por la ley, frente al Congreso.

Las criadas de Gilead, la república que imaginó Margaret Atwood en en los '80 para su libro “El cuento de la criada”, no tienen voz ni voto. Sirven a una nación estéril gestando hijos que no criarán y esa es su principal función: concebir y parir. Han perdido su nombre, sus afectos, su territorio. Son sólo cuerpos gestantes al arbitrio de la voluntad de los poderosos.

En la distopía Atwood, la ocupación social sobre el cuerpo femenino es disparada a su máxima tensión. En una sociedad patriarcal, ¿quién tiene el verdadero control sobre el placer, la fertilidad, la función del cuerpo?

Apelando al símbolo de las criadas como mujeres impedidas de decidir sobre su cuerpo y su destino; Periodistas Argentinas volvió a convocar a marchar alrededor del Congreso para reclamar por el aborto legal.

Más de cien mujeres de diversos colectivos que acompañaron la acción -abogadas, psicólogas, escritoras, artistas visuales, estudiantes y otras- rodearon el edificio del Congreso y desplegaron sus pañuelos verdes mientras la cantante y actriz Elena Roger leía la carta que Margaret Atwood dirigió al Senado argentino. Entre las criadas también marcharon las diputadas Mónica Macha (caracterizada como criada), Karina Banfi y Victoria Donda.

“¿En qué clase de país querés vivir? ¿En uno en el que cada individuo es libre de tomar decisiones concernientes a la salud y el cuerpo de ella o él, o en uno en el que la mitad de la población es libre y la otra mitad es esclavizada?”, se preguntaba la mismísima Margaret Atwood en el texto que hoy leyó Roger.

Las criadas que hoy rodearon el Congreso piden al Senado que el 8 de agosto vote la ley que legalice el aborto. O, lo que es lo mismo, que convierta a la Argentina en un país donde cada uno pueda decidir sobre su propio cuerpo y su particular destino.

por Adriana Lorusso

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