El Arsat-1 per se es merecedor de festejos. Es el resultado de décadas de desarrollo e investigación de científicos locales que posicionan a la Argentina en un lugar en el que supo estar alguna vez: entre un puñado de países capaces de tener tecnología de punta de calidad, exportable y rentable. Arsat-1 es el resultado de un programa organizado para sustituir la importación de una tecnología que hoy por hoy es esencial para el desarrollo de un país medianamente moderno: las telecomunicaciones.
El Arsat-1 es un satélite de comunicaciones geoestacionario que fue construido por la empresa argentina de tecnología científica INVAP (que esta semana cumplió 38 años de existencia), y que será operado por otra firma nacional, la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales (Arsat). Es el primero de los satélites del Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones, que contempla el desarrollo y fabricación de dos satélites más, el Arsat-2 y el Arsat-3. Básicamente, el nuevo satélite reemplazará a uno alquilado y ofrecerá un amplio rango de servicios de televisión, telefonía e internet a lo largo de toda la Argentina, además de Chile, Uruguay y Paraguay. Las diferencias respecto de la situación previa, son varias.
La primera y más obvia, es que tener un satélite de comunicaciones que cubra el territorio nacional ya no exigirá girar divisas al exterior para pagar alquileres. La segunda ventaja, y según lo afirmado por Matías Bianchi (director de Arsat), es que el satélite made in Argentina dará servicios de mayor calidad. De hecho, el Arsat-1 fue asegurado por una empresa especializada que antes de otorgar la póliza analizó cada aspecto referidos al diseño y a la construcción del satélite. Un trabajo conjunto entre Nación Seguros y la empresa multinacional de industria espacial International Space Brokers dio como resultado que el satélite obtuviera un resguardo patrimonial. Lo que implica que la Argentina no solo se convierte en el octavo país del mundo capaz de fabricar satélites geoestacionarios (el segundo en América, luego de los Estados Unidos), sino que además es marca de calidad garantizada.
La nueva plataforma va a transmitir señales de video y servicios de lo que se llama TDH (esto es, Televisión Directa al Hogar), de internet, datos y telefonía. Y se espera que la llegada abarque a todo el país, incluyendo zonas remotas, empresas de telefonía celular, 2.500 escuelas rurales, y cajeros automáticos ubicados en zonas remotas (traducido: no rentables) a las que no era posible dar cobertura con satélites alquilados.
El nacimiento de Arsat como empresa y como idea estratégica data del año 2006, cuando la empresa alemana Nahuelsat (que por entonces se encargaba de administrar las órbitas) comenzó a tener problemas de sustentabilidad. Si la firma llegaba a cesar en sus funciones, el país corría el riesgo de perder las dos posiciones orbitales geoestacionales que fueron asignadas a la Argentina por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), a la sazón deseadas por Gran Bretaña.
Fue durante la presidencia de Néstor Kirchner que se creó Arsat, bajo la órbita del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios (a cargo actualmente de Julio De Vido), habida cuenta de la experiencia que ya había en el país. Porque la Argentina como fabricante de dispositivos que orbiten el planeta desde el espacio no es una historia nueva: lleva ya un desarrollo exitoso de más de 20 años.
Corría 1990 cuando el cohete Ariane dejaba en órbita espacial al primer objeto argentino, el pequeño Lusat 1, obra de radioaficionados. Seis años más tarde, Víctor-1 era lanzado por un cohete ruso para hacer prognosis del clima. Hasta aquí, ambos eran ensayos, dispositivos para entrar en calor en aquello de lanzarse al espacio. El primer satélite profesional de aplicaciones científicas (nada menos que estudiar la física del sol) fue el SAC-B, lanzado dentro del plan Espacial de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), en 1996. El satélite no pudo desprenderse del lanzador, pero sirvió. Sirvió para mostrar que la tecnología que lo alimentaba era buena, y que INVAP podía construir satélites.
Luego vinieron otros: el SAC-A, en 1998; el SAC-C en el 2000; el Pehuensat-1, en 2001 (construido por alumnos y profesores de la Universidad del Comahue). La Argentina satelital no nació el 30 de agosto del 2014. Solo se consolidó.
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