Sala Teatro Cervantes (Teatro Cervantes)

El Teatro Cervantes cumple 100 años

Fue el sueño de María Guerrero y se inauguró un 5 de septiembre. Historia y testimonios de uno de los escenarios más importantes de la Argentina.

Es 1921, hace varios años que Buenos Aires dejó de ser la gran aldea para transformarse en una ciudad pujante y cosmopolita. La actriz y empresaria española María Guerrero, una de las tantas personas que, llegadas del Viejo Mundo, ayudaron a construir este país, concreta su quimera: inaugura el edificio del Teatro Cervantes.

Desde finales del Siglo XIX, ella y su esposo, Fernando Díaz de Mendoza, fueron exitosos en la cartelera porteña. El público adoraba sus espectáculos que se presentaban en el hoy desaparecido Odeón. Abarcaban un repertorio que incluía a los antiguos griegos, Shakespeare, clásicos de su lengua y autores de moda como Jacinto Benavente.

Sus compatriotas, los arquitectos Fernando Aranda y Emilio Repetto, tuvieron a su cargo la construcción en la tradicional ochava de Avenida Córdoba esquina Libertad. El frente, inspirado en el barroco hispano, reproduce la fachada de la Universidad de Alcalá de Henares. Con la adhesión del Rey Alfonso XIII, que advirtió la importancia de semejante emprendimiento que contribuiría a difundir la cultura castellana en la floreciente Argentina, todos los elementos decorativos se hicieron en talleres de España: azulejos, lámparas, telas de tapicería y herrajes. Por eso, apenas se ingregsa al foyer y en la sala, se advierten el buen gusto y la voluntad de encontrar una armonía general hasta en los mínimos detalles.

El 5 de septiembre, en una noche fría de invierno, los presentes asistieron extasiados al acontecimiento. El vasto telón rojo, bordado primorosamente con el escudo que Juan de Garay dio allá por 1580 a esta “Ciudad de la Santísima Trinidad y puerto de Santa María de los Buenos Ayres”, se levanta por primera vez para ofrecer una función de “La dama boba”, pieza clave del Siglo de Oro, escrita por Lope de Vega, en 1613.

Avatares

Apenas un lustro más tarde, el matrimonio, luego de empeñar su fortuna debido a los altos costos de mantenimiento y la impericia en el manejo administrativo, sufre un fuerte endeudamiento. Al punto que se pensó en rematar el edificio en subasta pública. A instancias del autor Enrique García Belloso, el presidente Marcelo Torcuato de Alvear logró que el Banco de la Nación lo adquiriese. En 1933, se dispuso por ley la creación del Teatro Nacional de la Comedia y se destinó para su funcionamiento el Cervantes. Dos años después se encomendó al reconocido actor y director Antonio Cunill Cabanellas la organización y dirección, constituyéndose en un momento clave en la historia de la escena nacional. Se buscó el más elevado nivel posible en las producciones, para lo cual se establecieron talleres de realización escenográfica y de vestuario. Se apostó al autor nacional y se creó una Comisión de Lectura integrada, entre otros, por Leopoldo Marechal. Finalmente, se acentuó el perfeccionamiento actoral para lograr el profesionalismo más acabado. En 1936, con enorme éxito, la Comedia Nacional debutó con “Locos de verano”, de Gregorio de Laferrére.

Aunque es imposible detallar aquí el listado completo de directores, mencionaremos que a Cunill lo sucedieron eminentes personalidades como Orestes Caviglia (en 1956 logró reabrir el Cervantes luego del cierre intempestivo durante el golpe cívico-militar autodenominado Revolución Libertadora, del año anterior), Narciso Ibáñez Menta (trajo a la compañía Théatre Francaise encabezada por los célebres Madelaine Renaud y Jean Louis Barrault, en 1961), Osvaldo Dragún (consiguió la autarquía del teatro, en 1997) y tantísimos otros referentes de la cultura.

La fatídica noche del 10 de agosto de 1961, se produjo un incendio que destruyó el sector trasero de las instalaciones. La pérdida no fue total gracias a la pericia de Víctor Roo, un trabajador que accionó el telón de seguridad. Dada la magnitud, se procedió a la reconstrucción y remodelación integral, construyéndose el nuevo edificio anexo con oficinas técnicas y administrativas, salas de ensayo y camarines.

Recuerdos 

Entre miles de virtuosos que desfilaron arriba o detrás de escena, algunos nos dan su testimonio. Para la entrañable actriz Rita Terranova, el teatro es su segundo hogar. Allí participó en numerosas propuestas y su arte, tan dúctil, pudo disfrutarse en títulos como “Chejov-Chejova”, “Así es la vida”, “El conventillo de la Paloma” o “¡Jettatore!”. De su debut, a los 21 años, comparte: “Ernesto Schoó le habló de mí al director de entonces, Rodolfo Graziano, y así, prueba mediante, protagonicé 'El abanico' de Goldoni. En esa época, al final de la última función se encendían todas las luces de la sala. Nunca olvidaré ese momento. Sentí que mis antepasados y maestros me bendecían”.

En otro rubro de esta auténtica fábrica de sueños, la prestigiosa dramaturga Patricia Zangaro también rememora la primera obra que, en este ámbito, estrenó como autora: “Pisé el escenario de la Guerrero gracias a la puesta que Daniel Marcove hizo de 'Auto de fe… entre bambalinas', que ubicó al público alrededor de los actores ante el vacío sobrecogedor de la platea. Y siempre que regresé volví a encontrar la emoción de aquella ceremonia inicial. Un teatro que sobrevivió a un incendio, a cierres arbitrarios, a la misma pandemia, y que hoy llega a su centenario, vigorosamente vivo”.

Dos estilos

El actor y director Rubens Correa dirigió el teatro entre 2007 y 2016 otorgándole una impronta e impulso que elevó la cantidad de público. En su primer año de gestión tuvo apenas 5400 asistentes. Al concluir su etapa, la cifra se incrementó a 220.000 espectadores. Correa es un hombre de perfil bajo, al que le tocó remontar un espacio que padecía problemas que afectaban el uso de las salas y que sobrevivió a varios funcionarios de Cultura. Uno de sus logros fue mantener el Plan Federal que consolidó una política de visibilidad de los intérpretes y hacedores del interior del país. “Tengo una gran sensación de alegría cuando pienso en los casi diez años que estuve al frente; siempre con entusiasmo, fuerza, ganas y una línea fundamental: se hacían únicamente obras de autores argentinos; algo importante para la única sala nacional que tenemos y un pequeño aporte al desarrollo de un teatro tan importante”, señala.

El multifacético Alejandro Tantanian lo reemplazó en el cargo y suma: “Primero fui espectador, luego pude trabajar: fui Calibán en 'Búfalos' (1994) la adaptación de 'La tempestad' de Shakespeare ideada por Claudio Nadie y como parte de El periférico de objetos, estrenamos 'Circonegro' (1996). El desafío llegó en 2016 cuando me fue ofrecida la dirección general y artística. Destaco una producción artística experimental, que abrió las puertas a muchos jóvenes artistas”.

María Guerrero, afincada en Madrid, falleció en 1928. Su esposo sucumbió en el océano cuando el barco en que viajaba fue torpedeado por un submarino alemán, en 1942. Quizás sin proponérselo, legaron para la posteridad el que será el único gran teatro nacional del país, más allá de los gobiernos de turno.

El testimonio de los protagonistas

 

Ruben D'audia, Director del Teatro Cervantes

“Los aniversarios siempre son momentos muy especiales en la vida de las instituciones, los 100 años de vida del Teatro Nacional Cervantes, no escapan a esta caracterización. Cuándo pensamos en la organización de estos festejos, que comenzarán el próximo 5 de septiembre, pensamos en que la celebración del primer siglo del Cervantes sea un hecho popular, que se desarrolle en todo el territorio de nuestro país y en el cual todas y todos nos sintamos convocados.

Porque quien cumple un siglo de existencia es el Cervantes, el único Teatro Nacional que tenemos en Argentina.

Este aniversario tan especial, que se desarrollará en medio de la pandemia que nos castiga desde hace ya dieciocho meses, tendrá una cuota de homenaje a aquellas y aquellos artistas que han habitado los escenarios de nuestras salas, tendrá el reconocimiento a trabajadores y trabajadoras que hacen del TNC un lugar de excelencia y también refrendará ante nuestra sociedad el lugar que este teatro debe sostener y profundizar, esto es, ser la representación del Estado Nacional que garantiza el acceso a la cultura y a la producción artística de nuestros y nuestras compatriotas”.


Sebastián Blutrach, Asesor de contenidos y programación artística

“El TNC cumple 100 años. Nuestro único Teatro Nacional. Más allá de la fecha simbólica, formar parte de este emblemático teatro nos invita a reflexionar y a ser idealistas. Por un lado, lo primero que pienso como objetivo, es agudizar la escucha de nuestra comunidad teatral y sus necesidades. El TNC nos invita a respetar el pasado, la trayectoria, a trabajar sobre la excelencia artística, a ser un espacio para dar nuevas oportunidades a nuevos creadores, a trabajar para ser un país más federal tanto en la producción de contenidos así como en el acceso a las artes escénicas para todas nuestras comunidades. Poder ser embajadores de nuestro país de un arte admirado en el mundo donde sin dudas estamos en la elite.

Y por supuesto nos invita a jugar y seguir creando, sabiendo y no perdiendo nunca de vista que es el teatro de todas y todos los argentinos”.


Rita Terranova, actriz

“Tenía 21 años la primera vez que actué en el Cervantes. Ernesto Schoó le habló de mí al director de entonces, Rodolfo Graziano, y así fue que, prueba mediante, me ofreció protagonizar 'El abanico', de Goldoni. Uno de los requisitos era la acrobacia, así es que mi primera entrada en el escenario de la María Guerrero fue haciendo medialunas. En esa época, al final de la última función se encendían todas las luces de la sala. Nunca olvidaré ese momento. Sentí que mis antepasados, mis maestros, me bendecían. Y sin buscarlo trabajé allí durante toda mi vida. Muchos títulos. Diferentes estilos y directores. Necesito nombrar a Graziano, Julio Baccaro, Rubens Correa, Manuel Iedvabni, Francisco Javier, Hugo Urquijo, Santiago Doria. Y a todo el plantel creativo y técnico. Gracias. Por el amor al teatro. Gracias”.

 

Patricia Zangaro, dramaturga

“Los 100 años del Teatro Nacional Cervantes no sólo me hacen pensar en la singular historia de su fundación y en los múltiples espectáculos que desde entonces albergaron sus paredes, sino también en la mística que lo habita, y que hace que cada vez que cruzamos su umbral reconozcamos el olor a teatro. Porque desde la boletería hasta el vestuario y la parrilla, todos los trabajadores y trabajadoras del Cervantes son parte de la magia de la escena. Es frecuente ver a los acomodadores sentándose en algún rincón de la sala para ver la función una vez que su trabajo ha terminado. Son los mismos que nos reciben como quien abre las puertas de su casa y recuerdan cada una de las obras que estrenamos. La primera vez que pisé el escenario de la María Guerrero fue gracias a la puesta que Daniel Marcove hizo de Auto de fe… entre bambalinas, que ubicó al público alrededor de los actores ante el vacío sobrecogedor de la platea. Y siempre que regresé, volví a encontrar la emoción de aquella ceremonia inicial. Un teatro que sobrevivió a un incendio, a cierres arbitrarios, a la misma pandemia. Un teatro que hoy llega a su centenario, vigorosamente vivo”.

 

Alejandro Tantanián, ex director del Teatro Cervantes

“Como espectador y 'artista cachorro' recuerdo con fascinación dos montajes del Cervantes: 'Saverio el cruel' por Roberto Villanueva y el 'Fausto' de Augusto Fernandes, ambos en 1988: brújulas personales para entender la dirección teatral. Luego pude trabajar en nuestro teatro nacional: fui Calibán en 'Búfalos' (1994) la adaptación de 'La tempestad' de W. Shakespeare ideada por Claudio Nadie y luego, formando parte de El periférico de objetos, estrenamos 'Circonegro' (1996). El desafío mayor llegó en 2016 cuando me fue ofrecida la dirección general y artística del Cervantes. Y destaco de nuestra gestión (2017 – 2020) algunas cosas puntuales: después de 13 años, se quitaron los andamios del edificio. Se construyó el programa TNA – TC Produce en el País; los Laboratorios de Creación; las maratónicas Acciones de Inicio; el proyecto editorial; el rediseño de la identidad visual; la creación del área de Gestión de Públicos; las políticas que propulsaron ser el primer teatro con contenido accesible del país. Y, entre otras cosas, una producción artística experimental, de una radicalidad visual distintiva, que abrió las puertas a muchos jóvenes artistas y a nuevos espectadores que acompañaron masivamente”.