Juicio a las Juntas (Cedoc)

40 años de democracia

Ricardo Gil Lavedra: ¿Qué significó para Argentina juzgar a los comandantes?

El ex juez de la Cámara que llevó adelante el proceso de la "Causa 13", devela los entretelones del Juicio a las Juntas y describe la justicia de hoy.

El Juicio a las Juntas es el evento histórico más emblemático, tras la dictadura, del tiempo en que los argentinos recuperamos la democracia. Llevarlo adelante supuso un trabajo descomunal para un grupo de hombres que, en tiempo récord, pusieron en marcha un proceso inédito para el país y el mundo. Una parte fundamental de esa tarea recayó en los jueces que conformaron la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital.

Ricardo Gil Lavedra, miembro de ese tribunal, volcó en un libro de reciente publicación las memorias de esa experiencia que, según confiesa, fue la más importante de su vida. Luchando contra sectores de la sociedad que pretendían clausurar el pasado, enfrentando un proceso con miles de causas para el que tuvieron que reformularse los procedimientos habituales de la justicia argentina, escuchando durante horas y horas testimonios que daban cuenta de la violación extrema de los derechos humanos que había tenido lugar entre nosotros; los hombres que conformaron la Cámara no se detuvieron hasta lograr una sentencia esencial para que el país se afianzara en la democracia.

El libro se llama “La hermandad de los astronautas” (Sudamericana). “Fue una metáfora de Jorge Torlasco -explica Gil Lavedra-. Él decía que éramos como un grupo de astronautas en una nave espacial. Dependíamos el uno del otro”.

Actual presidente del Colegio de Abogados de Buenos Aires, durante su larga carrera profesional, Gil Lavedra ha sido ministro, diputado y juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, entre otros cargos que lo ligaron tanto a la política como a la justicia, en el país y en el mundo.

“Yo pretendí ser vocero de ese grupo de jueces, hermanos hasta hoy, y contar en este libro la historia de ese Juicio”, explica a NOTICIAS. Carlos Arslanian, Guillermo Ledesma, Jorge Valerga Aráoz, Andrés D'Alessio y Jorge Torlasco (estos dos últimos, ya fallecidos) fueron los compañeros en ese viaje inolvidable.

NOTICIAS: Si pensamos el Juicio a las Juntas como una línea divisoria, ¿cómo podríamos describir la justicia anterior a ese momento?

Ricardo Gil Lavedra: Una de las características básicas del plan criminal ordenado por los comandantes era la clandestinidad. Esto no podía funcionar si no era absolutamente secreto. Todos los hábeas corpus que presentaban los jueces, recibían respuestas negativas de los organismos estatales. Nadie tenía a esa persona por la que se preguntaba. ¿Qué podía hacer un juez? Muchos empezaron a elevarle notas a la Corte. En 1977, a raíz del caso de Ana Pérez de Smith, la Corte le manifestó al gobierno su preocupación. En algunos casos puntuales puede haber habido algún tipo de aquiescencia de parte de algunos jueces para con los militares. Pero frente al cuestionamiento generalizado de que la justicia no había hecho nada, hay que decir que era muy poco lo que se podía hacer. Los militares tenían el control del aparato estatal. Eran el estado mismo.

NOTICIAS: ¿Cuán importante fue el trabajo previo de la Conadep para el avance del Juicio?

Gil Lavedra: A fines de octubre de 1984, cuando decidimos aplicar al Juicio a las Juntas las reglas del código de justicia militar, para que fuera un juicio oral; también decidimos que había que escoger algunos pocos casos puntuales. En la práctica, la selección de esos casos (que abarcaban a todas las armas, de todo el país, en todo el período histórico) la hizo la Conadep y la Subsecretaría de Derechos Humanos. No lo podía hacer la fiscalía. No podían revisar, en veinte días, miles y miles de legajos.

NOTICIAS: ¿El hecho de acudir a procedimientos de la justicia militar, representó para ustedes un esfuerzo extra?

Gil Lavedra: El proceso oral no estaba vigente en el sistema federal. Nos zambullimos en un juicio oral sin tener la más mínima experiencia y dentro de un proceso descomunal. Por suerte, salió bien.

NOTICIAS: En el libro usted habla de la necesidad de lograr una sentencia rápida. ¿Esto tenía que ver con la situación del país?

Gil Lavedra: Era palpable el malestar militar. Y después se demostró que si nos hubiésemos demorado, nos habríamos encontrado con el levantamiento de Semana Santa. Hay una frase que decía Carlitos (Arslanián). Teníamos que ser “como un trueno entre las hojas”, por la rapidez con que debíamos actuar.

NOTICIAS: La selección de pocos casos tuvo como resultado algo que se le criticó al tribunal: que algunos comandantes no tuvieran una sentencia acorde a los crímenes que seguramente habían cometido.

Gil Lavedra: Sí, claro. Esos eran los riesgos de tomar unos pocos casos. Pero si no, no podías hacer el juicio. Entendámonos, en el juicio se prueba el plan criminal; pero para atribuir responsabilidad personal tenés que imputar hechos concretos. Y no se podían imputar miles de hechos. ¿Cómo los probábamos? El riesgo era que al escoger pocos casos, la muestra no fuera representativa. Por ejemplo, durante la comandancia de Roberto Viola, se tienen que haber cometido muchísimos homicidios, pero en el juicio no quedó probado ninguno. Los pocos que trajo la fiscalía se cayeron. Porque fuimos rigurosos también en la presunción de la prueba.

NOTICIAS: Tiempo después del Juicio llegaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Más tarde los indultos de Menem. Finalmente, Néstor Kirchner reabrió los juicios. ¿Cómo vivió esas instancias?

Gil Lavedra: En el momento a mí no me gustaron esas leyes. La ley de Obediencia Debida pulverizó a la Cámara. Nos fuimos todos. Con el tiempo he sido más contemplativo de esta circunstancia. Durante el gobierno de Alfonsín hubo tres levantamientos militares. Y la responsabilidad que él tenía era seguir adelante con la transición democrática. Por lo tanto, fue una amarga necesidad política del momento. Me pareció muy bien que años más tarde se reabrieran las causas, que todos los casos terminaran con justicia.

NOTICIAS: ¿Sintieron durante esos meses que duró el Juicio el apoyo de la ciudadanía y de las víctimas y sus familiares?

Gil Lavedra: Sí, claro. De todos los organismos de derechos humanos y de las víctimas. Pero la sociedad estaba partida, porque había muchos que apoyaban a los militares. Empezamos sin apoyo, nadie quería el juicio. No lo quería la iglesia, ni la prensa, ni los empresarios. Preguntaban para qué dividir aguas. El que se apartó de lo normal fue Alfonsín. Él salió de la tradición argentina y universal. Por eso es tan importante destacar su papel. Sin Alfonsín no hay nada.

NOTICIAS: ¿Por qué fue un juicio ejemplar e inédito? ¿Qué lo diferenciaba de procesos como el de Nüremberg?

Gil Lavedra: El juicio de Nüremberg fue el de las potencias vencedoras a la potencia vencida. Si bien allí se sentó por primera vez el principio de responsabilidad individual por crímenes masivos, la diferencia con el Juicio a las Juntas es que nunca antes tribunales civiles habían juzgados crímenes de dictaduras salientes. La admiración y la valoración en el mundo es que la Argentina se animó a hacerlo.

NOTICIAS: ¿Qué debería hacer la justicia (o la política y la justicia) hoy para recuperar el prestigio que alcanzó en esa época?

Gil Lavedra: Tiene que recuperar confianza y credibilidad. Las autoridades políticas deben fortalecer la independencia judicial y esto no se consigue atacando a la justicia, menoscabándola, deslegitimándola. Sobre todo, cuando lo que se pretende en el fondo son soluciones favorables para problemas personales. Y la justicia también tiene que colaborar. Los jueces tienen que aportar lo suyo, con comportamientos adecuados. En fin, es una tarea ardua, pero es muy importante hacerla.