Recuperación muscular (Boss)

Recuperación deportiva: cómo funcionan las nuevas tecnologías que usan los atletas

Masajeadores eléctricos, parches de electroestimulación, botas de compresión y baños de hielo: herramientas antes reservadas a deportistas profesionales que hoy se expanden también al ámbito amateur.

En el mundo del alto rendimiento, la diferencia entre seguir compitiendo o caer en una lesión crónica puede estar en cómo se recupera el cuerpo. El entrenamiento ya no termina cuando se apaga el cronómetro. Comienza entonces otro proceso igual de decisivo: el de la recuperación. Y ese terreno hoy está siendo transformado por tecnologías que combinan principios médicos tradicionales con avances en electroestimulación, crioterapia y compresión neumática.

Aunque estas prácticas no son nuevas —la crioterapia, por ejemplo, tiene décadas de uso en medicina deportiva—, sí lo es su masificación. Equipos como River Plate, escuderías de polo como La Dolfina y atletas de distintas disciplinas ya las incorporaron a su rutina. Pero más interesante aún: también lo hacen aficionados, corredores urbanos, amateurs que juegan un torneo de fútbol los fines de semana o incluso personas que terminan el día laboral con contracturas. La recuperación, se entiende, no es un lujo: es parte del rendimiento, la salud y el bienestar físico.

Músculos con electricidad

Uno de los desarrollos más difundidos es la electroestimulación muscular. Lejos del imaginario de la “descarga eléctrica”, se trata de una técnica que genera contracciones controladas a través de impulsos eléctricos de baja frecuencia. Su eficacia ya está validada en rehabilitación física y entrenamiento funcional.

Según explicó Tomás Michael, especialista en tecnología deportiva, “los parches activan fibras musculares profundas sin carga articular, y eso permite trabajar el músculo sin exigir a las articulaciones”. Se usa tanto para reducir el dolor post-entreno como para mantener tono muscular en pacientes inmovilizados.

Estudios recientes publicados en Frontiers in Physiology y Journal of Rehabilitation Medicine dan cuenta de mejoras en la percepción de descanso, en la recuperación de fuerza y en la prevención de atrofias. Incluso sin actividad física activa, la estimulación puede mantener cierto nivel de función muscular.

Compresión y frío

Otra tecnología en auge son las botas de compresión neumática secuencial, muchas de las cuales suman además crioterapia integrada. El principio es doble: por un lado, compresión intermitente que estimula el retorno venoso y linfático; por otro, la aplicación de frío para reducir la inflamación.

“El frío localizado tiene efectos analgésicos y antiinflamatorios bien conocidos. Sumado a la compresión, acelera la eliminación de ácido láctico y reduce la fatiga muscular”, señala Michael, socio y COO de Boss Recovery. Lo interesante es que este tipo de dispositivos, usados habitualmente en fisioterapia postoperatoria, se adaptan ahora a rutinas deportivas o incluso a situaciones de carga muscular acumulada por estrés o sedentarismo.

Baños fríos

Mucho antes de la sofisticación electrónica, los deportistas ya sabían que el frío podía ayudar. Los baños de inmersión en agua helada, o crioterapia por inmersión (CWI, por sus siglas en inglés), ganaron visibilidad en redes sociales, pero su eficacia está bien documentada.

Una revisión sistemática reciente analizó 28 estudios y concluyó que la inmersión en agua fría —entre 5 y 15 °C, durante 10 a 15 minutos— reduce significativamente el dolor muscular de aparición tardía (DOMS), mejora la percepción de recuperación y ayuda a preservar la fuerza muscular tras esfuerzos intensos.

Aunque no todos toleran la experiencia —es intensa, y no está exenta de precauciones médicas—, su adopción crece entre runners, ciclistas, triatletas y quienes buscan minimizar el impacto físico de los entrenamientos.

Alivio inmediato

En un nivel más cotidiano, los masajeadores portátiles con cabezales intercambiables y niveles de presión configurables también ganaron lugar. Funcionan por percusión o vibración de alta frecuencia, y ayudan a relajar grupos musculares localizados, mejorar la circulación y aliviar contracturas.

“Hay gente que lo usa después de un partido, otros al final del día laboral. Es un complemento más, pero efectivo, sobre todo para quienes cargan tensiones en cuello, espalda o piernas”, indica Michael. No reemplazan el trabajo físico ni la movilidad activa, pero sí facilitan una recuperación más rápida y autónoma.

De la élite al día a día

Si algo deja en claro esta expansión de herramientas de recuperación es que el entrenamiento ya no se define solo por la exigencia, sino también por el modo en que se gestiona el descanso. El cuerpo humano no rinde más cuanto más se lo castiga. Rinde más cuando se lo escucha, se lo cuida y se lo deja volver a su eje.

Aunque muchas de estas tecnologías nacieron en centros de alto rendimiento, hoy están disponibles en kits portátiles y formatos domésticos. Como señala Michael: “No son solo para atletas de élite. Son también para el oficinista que se sienta mal, el padre que vuelve dolorido de jugar con sus hijos, o el amateur que quiere seguir disfrutando sin lesionarse”.

En un mundo donde el estrés físico y mental conviven con la exigencia de estar siempre activos, la recuperación dejó de ser una opción. Es una necesidad biológica.

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